La madre del acusado dice que “nunca” sospechó “nada” y defiende que su hijo es “muy cariñoso y sensible” y los chavales “le querían”
SAN SEBASTIÁN, 14 (EUROPA PRESS)
Un testigo ha afirmado que vio al monitor de surf acusado de abusar de, al menos 11 menores, sentado en una furgoneta estacionada en Irun, con las manos “por debajo del pantalón” de un niño “de unos doce años, sujetándole los glúteos” delante de él, mientras otros chavales estaban sentados en la parte delantera del vehículo “mirando móviles”.
Así lo ha relatado en la quinta jornada del juicio que por estos hechos se desarrolla en la Sección Tercera de la Audiencia de Guipúzcoa, en San Sebastián, en la que han declarado seis testigos, tres de ellos ertzainas, y la madre del acusado.
Este hombre, también surfista, ha relatado que en la primera semana de septiembre de 2019 se encontraba visitando un museo de Irun (Guipúzcoa) cuando, a través de un cristal, vio “una furgoneta con el portón levantado” y varios jóvenes “de poca edad delante mirando móviles sin enterarse de nada”. “Atrás había un joven, de unos 12 o 13 años”, y el acusado, al que ha dicho conocer “de vista”, tenía “las manos metidas dentro del pantalón” del menor, “sujetándole los glúteos”.
Según ha indicado, el niño, al que ha descrito como “rubito, alto y flacucho”, estaba “cabizbajo” y ha añadido que cuando llegó a casa comentó la situación, que le resultó “extraña”, con su esposa. Preguntado por el fiscal por qué no actuó cuando vio aquello, ha señalado que “ahora igual hubiera hecho otra cosa”.
En la sesión de este viernes también ha declarado un hombre que reparaba las tablas de los alumnos del acusado, con el que coincidió en un surf camp, y que ha relatado que “un par de días” notó a uno de los menores “callado y apagado”, cuando siempre tenía “buen rollo” con él. “Le vi incómodo”, ha señalado.
Otro testigo, propietario de una escuela de surf en la que el procesado dio clases antes de montar su propia academia, ha señalado que este “necesitaba sentirse idolatrado de alguna manera” por los chavales, que “confiaban en él”, aunque nunca vio “nada extraño” en su comportamiento.
Un ertzaina instructor de la causa ha explicado que tuvieron conocimiento de los hechos porque una madre le contó a otra agente que un profesor de surf de Hondarribia podía haber abusado de un menor. Según ha relatado, se contactó con esa madre y con el menor, y a partir de ahí fueron dando más nombres de posibles afectados.
“TEMEROSOS”
También ha relatado que los chavales estaban “temerosos por la repercusión que podría tener una posible denuncia” y de que “no se les creyera”, pero, finalmente, explicándoles que “iban a estar protegidos, se decidieron a denunciar”.
Asimismo, ha declarado que el acusado tenía “un modus operandi establecido desde hace mucho tiempo” y que consistía, en “un patrón gradual de ganarse la confianza” de los menores, convirtiéndose en su “ídolo o referente”. Según ha explicado, les “ayudaba y apoyaba”, creándoles “cierta dependencia hacia él”, al tiempo que también “se ganaba la confianza de los padres”, para luego “poder estar solo” con los menores.
Según ha señalado el ertzaina, elegía a algunos de ellos “por sus características físicas” y les “aislaba en los trayectos” en furgoneta a las clases de surf o en la vuelta. Ha añadido que, tras las primeras declaraciones de los afectados, “algunos padres estaban indignados y otros no se lo podían creer, porque tenían mucha confianza en él” e “incluso comía en su casa”.
“Ahí, en la medida en que podía, abusaba de su confianza y de ellos”, ha relatado el agente. Además, ha señalado que en el registro a la habitación del acusado se incautaron de unas 4.200 imágenes de varones con apariencia de niños “desnudos y en posturas sexuales”.
Otra agente de la Ertzaintza, que estuvo presente en la toma de declaración a la mayor parte de las víctimas, ha reconocido también el modus operandi del acusado que “se ganaba su confianza y les hacía sentir especiales, únicos”, a veces incluso haciéndoles regalos, al tiempo que lograba estar “muy bien visto por sus familias”, para aprovechando “esa situación de superioridad” usar sus “técnicas para quedarse solo” con ellos y “satisfacer sus deseos”. También ha reconocido que hay un “patrón físico” en las víctimas que eran todos “bien parecidos”.
Por otro lado, ha relatado que cuando se detuvo al monitor de surf, en 2021, volvía de un campamento y estaba en posesión de un gramo de droga, y ha rechazado la hipótesis de que los menores se pusieran de acuerdo para difamarle, porque “muchos no tienen relación” entre ellos, ni tampoco “ánimo de venganza, ni odio, ni ánimo de protagonismo”. De hecho ha destacado que “a muchos les ha costado muchísimo sacar lo que tenían dentro”, y sus progenitores están “destrozados”.
En concreto ha relatado el caso de uno de los afectados que, en primer lugar, “era incapaz de contar lo que pasó”. “Nos dio una versión edulcorada y a los cinco días nos lo contó”, ha señalado, para añadir que “no sabían cómo poner fin a esta situación” que habían vivido.
Otra ertzaina que acompañó a los menores cuando prestaron declaración ha indicado que estaban “cohibidos, nervioso y tristes”. “Habían pasado muchos años y lo habían interiorizado”, por lo que “al principio les costó pero consiguieron sacarlo”, ha señalado. “Vi a muchos mal” y “fue una situación muy dura”, ha dicho, para añadir, que “tenían miedo a la reacción” del presunto agresor, a “encontrárselo” y a “su reacción”.
“BUEN PROFESOR”
En el juicio también ha declarado, durante unos 50 minutos, la madre del acusado, según la cual, su hijo “era buen profesor” y “los chavales le querían”. “Cuando íbamos por la calle y se encontraba con algún alumno venían muy cariñosos a darle un abrazo”, ha relatado la mujer, que ha señalado que su hijo también es “muy cariñoso” y “muy sensible”.
Ha reconocido que menores solían ir en grupo o solos a su casa, en la que vivía con el acusado, a comer o “pasar la tarde viendo vídeos”. Según ha relatado, había un niño que iba solo semanalmente a su casa, ella le abría y le llevaba a la habitación de su hijo a ver vídeos hasta que este llegaba. Tras comer los tres juntos, los dos acudían a un cursillo, según le comentó su hijo, porque “la madre del menor le había dicho que fuera allí después de la ikastola hasta que empezaran las clases”.
LA MADRE “NUNCA SOSPECHÓ”
“Yo a veces les hacía una jarra de limonada o bocadillos y se los llevaba al cuarto”, ha afirmado la mujer, que ha asegurado “nunca sospechó nada”, ni tampoco vio “nada extraño” en la casa cuando su hijo estaba con niños, “viendo vídeos” de surf o con la mesa de mezclas, porque él solía “pinchar en bares”.
Además, ha calificado de “mentira” el testimonio de un menor que dijo que, en una ocasión, ella vio al acusado y a él mismo en la cama, con los pantalones bajados. Además, ha aseverado que, tanto ella, como sus ocho hijos y sus nietos han ido, en ocasiones, a los campamentos de surf que organizaba su hijo en un camping.
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