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Luis Chillida afirma que el aniversario del centenario de su padre es una “celebración de la vida” y de su “legado indeleble”

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Este miércoles se inician los actos que durante este año conmemorarán los 100 años de Eduardo Chillida

SAN SEBASTIÁN, 8 (EUROPA PRESS)

El director de la Fundación Eduardo Chilida, Luis Chilida, ha explicado que el proyecto del centenario de su padre se empezó a trabajar como una “celebración de la vida” y ha subrayado la importancia de tener todo un año para “rememorar, recordarle, para poner de alguna manera toda su vida en palabras, en obras”. “Al final las personas nos vamos, pero algunos dejan una huella que es importante seguir manteniéndola, si es imborrable”, ha apuntado.

En una entrevista en Radio Euskadi, recogida por Europa Press, ha recordado que este miércoles es el centenario de Eduardo Chillida. “Él siempre nos decía que el 10 de enero de 1924, el día que nació, hubo un temporal tremendo y se hundieron varios barcos en la Bahía, que hubo un gran temporal, así que parece que podemos tener otro temporal, pero bueno, será bonito”, ha señalado.

Así, ha explicado que su padre falleció en 2002, y en 2012 hicieron un acto de recuerdo que les resultó “de alguna manera un poco triste celebrar el momento en el que había fallecido”, por lo que se empezó a pensar en la “posible idea del centenario”.

Luis Chillida, asimismo, ha considerado que se ha realizado un trabajo importante “a la hora de poner al día” la obra del artista vasco, que ha definido como “atemporal”, y ha recordado que era una persona “muy interesada en el tiempo, le encantaba pensar en el presente, en el momento en el que se hacían las cosas, que era para él ese límite entre el pasado y el futuro, que no tenía dimensión, pero que todo sucedía en el presente”.

“A mi padre le encantaba que fuesen sus obras las que hablaban por él, no era una persona muy dada a explicar una obra o a crear un fondo teórico de su trabajo. Los propios títulos de las obras, el Peine del Viento, no tiene algo que digamos es que significa exactamente que puede ser, yo creo que para cada persona es algo diferente y eso es lo que da riqueza quizás a la obra”, ha señalado.

En cuanto a Chillida Leku, ha recordado que el escultor vasco “nunca lo quiso llamar museo, porque era su sitio”. Según ha detallado, Eduardo Chillida “pensaba en ese lugar utópico donde la gente pasease entre sus obras como por un bosque y lo fue haciendo sin una idea clara de museo”. Además, ha resaltado que “lo que él no quería para nada era un mausoleo, una cosa estática, inmóvil”.

Respecto a su obra, recogida en varios catálogos, Luis Chillida ha afirmado que no han tenido problemas con posibles falsificaciones, aunque “algún caso ha podido haber”, y ha destacado que, a la hora de cuantificarla, sí que había muchas que no estaban catalogadas “porque eran regalos” del artistas a otras personas. No obstante, ha apuntado que “toda obra tiene una trazabilidad”, por lo que la familia tiene un conocimiento de la existencia de esas piezas.

“SER ESPECIAL”

Asimismo, ha asegurado que su padre “era un ser especial” al que “nunca le interesó mezclar los conceptos de valor y precio”. “Siempre pensaba que el valor es tu esfuerzo, tu dedicación, tu trabajo, y el precio, sin embargo, es lo que otro va a pagar por ello. Eso es algo que a él no le importaba, ni lo que costaba ni lo que valían las cosas”, ha añadido.

En esa línea, ha descrito a Eduardo Chillida como una persona que “meditaba muchísimo todo, que no aceptaba nada, que era así porque siempre pensaba que incluso dentro de lo conocido siempre existe lo desconocido”.

Por otro lado, se ha referido a su faceta de portero de la Real Sociedad, con 19 años, periodo “corto pero muy intenso” que el artista vasco recordaba “con mucho cariño”. En ese sentido, ha señalado que su padre relacionaba el hecho de ser portero “con su trabajo”.

“Lo relacionó siempre con su obra escultórica porque consideraba que el portero, dentro de un campo de fútbol, es el que está trabajando en un espacio tridimensional, y decía que quizás en la portería ya empezaba a sentir esa llamada del espacio, del tiempo, del control del espacio absoluto claro”, ha detallado.

Finalmente, se ha referido también a su madre, Pilar Belzunce, una persona que “estaba muy involucrada en absolutamente todo lo que hacía mi padre”. “Era un complemento perfecto, yo los veía funcionar como un tándem completamente sincronizado, cada uno sabía lo que tenía que hacer y qué era lo que el otro necesitaba y cada uno hacía las cosas de una manera tan compenetrada y en la cual consiguieron que todo funcionase”, ha concluido.


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