Ambienta al principio del estado de alarma en su última novela ‘Las fuerzas contrarias’, nuevo caso protagonizado por Bevilacqua y Chamorro
BILBAO, 20 (EUROPA PRESS)
El escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966), que sitúa en la pandemia la nueva novela de Bevilacqua y Chamorro, ve a algunos responsables y gestores de esta sociedad, cinco años después, “refractarios al aprendizaje” pese a lo ocurrido, ya que “no tienen empacho en repetir y replicar la insolidaridad, el desprecio por el bien común, la división absurda y gratuita y los disparates que agravaron el impacto del covid”.
En declaraciones a Europa Press Euskadi, tras publicar esta nueva entrega bajo el título ‘Las fuerzas contrarias’ (Destino), y que promociona estos días, Silva cree que, tras la pandemia, “hubo más y mejores aprendizajes individuales que colectivos” ya que conoce “a no poca gente que revisó sus prioridades”, incluido él mismo.
Por el contrario, lamenta, “a las sociedades en general, y en especial a quienes las gestionan, en cambio, los veo más refractarios al aprendizaje e incluso los hay que no tienen empacho en repetir los disparates que en su día agravaron el impacto de aquello: la insolidaridad, el desprecio por el bien común y la división absurda y gratuita”.
Silva enfrenta a Bevilacqua y Chamorro, en la que hace la decimocuarta novela de la saga, a la sospechosa desaparición de una mujer en Badajoz y al asesinato alevoso de una anciana en Toledo, “crímenes penosos” que la pareja trata de resolver en los primeros días del estado de alarma y en pleno confinamiento mediante una doble investigación “en las peores condiciones posibles y de forma simultánea”.
El autor explica que, 30 años después de comenzar a dar forma a ambos personajes, “sentía que tenía el deber de conmemorarlo como se merecen, con una novela donde el centro absoluto fueran ellos dos, su larga camaradería forjada en el esfuerzo común y los miles de kilómetros recorridos, y para celebrar la compañía que se han hecho el uno al otro y a mí desde que dieron sus primeros pasos”.
Esto es, añade en una carta al lector, ‘Las fuerzas contrarias’ que “aprovecha una coyuntura que a quienes la vivimos nos empujó a revisar nuestras prioridades en la vida, también ellos lo hacen y, al menos, intentan salir mejores”.
Preguntado, tras salir a la luz los casos de pelotazos con mascarillas y comisiones millonarias por su opinión acerca de quienes hicieron negocio en plena tragedia, Silva contesta que “un ventajista que abusa de quien no puede defenderse de sus manejos siempre es despreciable” pero, subraya, “un ventajista que abusa de los más vulnerables en su momento de mayor vulnerabilidad no encuentra en el diccionario un adjetivo a la altura, o mejor bajura, de esa acción”.
En su nueva novela el subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro afrontan “uno de los mayores retos de su carrera”, como es “el esclarecimiento simultáneo de dos muertes en el momento más crítico que ha vivido nuestra sociedad en las últimas décadas”.
Por un lado, se encuentran con una mujer desaparecida en Badajoz seis meses atrás y, por otro, con el hallazgo del cadáver de otra mujer, cuyas circunstancias invitan a dudar de que la enfermedad sea la causa de la muerte”.
De ahí toma el título el relato, que “habla sobre cómo, en mitad de la tragedia, se hacen sentir las fuerzas contrarias a nuestro bien común, a nuestro futuro, a nuestra esperanza; unas fuerzas que vienen de más atrás y van más allá de la acción del virus”.
Preguntado por si, debido al contexto pandémico, es la entrega más apegada a una actualidad concreta, Silva defiende que “todas están apegadas a la realidad y a unos contextos concretos, es la marca de la casa”.
Lo que ocurre, prosigue, es que la realidad y el contexto de esta historia al inicio del confinamiento eran tan poderosos, y están tan grabados en la memoria de todos, que era todo un desafío reflejarlos”.
En todo caso, lo que sí tenía claro era que “no podía eludirlos, que tendría que contar a través de esta pareja lo que fueron esos días que nos cambiaron a todos, aunque a lo mejor no tanto como creímos o del modo en que al principio nos parecía que iba a cambiarnos” reflexiona.
Respecto a si el hecho de transcurrir durante el estado de alarma y el confinamiento, le ha facilitado ceñirse más que nunca a unas directrices que le venían muy marcadas, Silva asegura que “al narrador creo que siempre le va bien tener un corsé, dificultades que salvar para hacer progresar su historia”.
En aquellos días, prosigue, “muchas acciones corrientes no eran posibles, tampoco para los investigadores ni para los criminales y unos y otros se adaptaron, como hacen en la novela”. Es por ello que, prefirió “afrontar ese escenario anómalo como una baza para ser original: tanto los que delinquen, como los que los persiguen, han de actuar de otro modo, aguzar el ingenio para lograr sus respectivos propósitos” enfatiza.
TRES DÉCADAS DE SU ORIGEN
Con esta decimocuarta novela, Silva conmemora las tres décadas desde que dio forma a Vila y Chamorro, aunque, según recuerda, “fue en algún momento entre el verano de 1994 y la primavera de 1995 cuando en mi mente terminaron de perfilarse, con sus nombres respectivos, a quienes por entonces sólo pensaba en encomendar la investigación de la muerte violenta de una turista austriaca en una cala mallorquina y que le vino accidentalmente, a raíz de una extraña escena entre dos mujeres acaecida en julio de 1994 en la playa de Cala Llombards.
Tras escribir la primera entrega en verano de 1995 “a un ritmo febril, se topó sin embargo con el rechazo de los editores que, rememora “por aquellos días no prestaban a la ficción criminal la atención que le prestan ahora” lo que llevó a que “dudaran de que mi apuesta fuera la más indicada para nutrir su catálogo” algo que, pudo comprobar en los meses siguientes, “cuando fue rechazada por todos los sellos a los que tuve la ingenuidad de enviarla”.
Todo podía haber acabado ahí, recuerda Silva pero, tras ganar el Nadal en 1995, la entonces editora de Destino le pidió los manuscritos inéditos que tuviera, y tras hacerle llegar tres, “para mi sorpresa, se inclinó por el que dos años antes todos habían rechazado y que se publicó finalmente en 1998 bajo el título “El lejano país de los estanques”.
Es por ello, afirma Silva que en su carta explicativa de su nueva novela, “aunque para los lectores sólo llevan 26 años en las librerías, para mí, Bevilacqua y Chamorro cumplen treinta años de uno de los más felices encuentros de mi vida, no sólo literaria, aunque ellos nunca hayan alcanzado a existir fuera de mi imaginación y de la de aquellos que me han seguido en este ya largo camino” concluye.
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