SAN SEBASTIÁN, 7 (EUROPA PRESS)
El proceso de recuperación de la biodiversidad de agua dulce europea se ha detenido, según un estudio publicado en la revista Nature basado en datos recopilados entre 1969 y 2020 en sistemas fluviales de 22 países, en el que ha participado el grupo de Ecología Fluvial de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
Este estudio concluye que en las décadas de 1990 y 2000 aumentó la biodiversidad pero que en la década de 2010 “dicho aumento muestra una tendencia a la baja”. Los datos de la CAV se han obtenido gracias a los muestreos realizados durante años por la Diputación Foral de Gipuzkoa, la Agencia Vasca del Agua Ura y la UPV/EHU.
Desde la Universidad pública vasca han explicado que los ecosistemas de agua dulce son “unos de los más vulnerables” a la pérdida de biodiversidad debido “a las presiones que ha ejercido sobre ellos el ser humano a lo largo de la historia”.
Los ecólogos de 22 países europeos que colaboran en diferentes iniciativas, entre ellos el grupo de investigación de Ecología Fluvial de la UPV/EHU, han investigado la tendencia en el tiempo relativa a la diversidad y organización de los invertebrados en los ríos y cómo han respondido a las presiones y cambios ambientales.
Para ello, han utilizado 1.816 series cronológicas de datos de invertebrados muestreados en los sistemas fluviales de esos países entre 1968 y 2020. El estudio concluye que, en general, la biodiversidad de ríos y arroyos ha mejorado hasta la década de 2000, con un aumento tanto de especies como de las poblaciones y eso es una buena señal”.
MEDIDAS Y EFICACIA
Sin embargo, “a partir de ahí la mejora de la biodiversidad se ha estancado”. La citada mejora que se observa en las décadas de 1990 y 2000 “pone de manifiesto la eficacia de las medidas implantadas para mejorar la calidad del agua, así como de los trabajos de recuperación, pero el hecho que en la década de 2010 se haya ralentizado dicha tendencia de mejora sugiere que ha disminuido la eficacia de las medidas que se aplican en la actualidad”, señala el investigador Aitor Larrañaga.
En ese sentido, considera que “hay que dejar de lado los signos de autocomplacencia”. “En cierta medida, es evidente que las zonas altamente contaminadas han mejorado y que a medida que se reduce el número de arroyos altamente contaminados es más difícil mejorar sustancialmente el estado ecológico, ya que incluso las soluciones más sencillas en zonas altamente contaminadas generan mejoras importantes”, apunta.
Sin embargo, insiste en que en el mapa de calidad del agua de Europa “todavía hay agujeros negros” porque “hay lugares bastante contaminados”. Los investigadores recalcan que existen “nuevas y duraderas presiones que dañan los ecosistemas de agua dulce, como nuevos contaminantes, cambio climático y especies invasoras”, las cuales exigen “redoblar el esfuerzo para seguir recuperando la biodiversidad de estos ecosistemas”.
A su juicio, “se debe acometer con cautela el estudio del impacto de cada uno de estos nuevos contaminantes”, ya que estos “aparecen a un ritmo muy rápido y las interacciones entre ellos pueden ser muy complejas”. “Pedimos más investigación y, al mismo tiempo, prudencia”, afirma Larrañaga.
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