Destaca la “heterogeneidad” de su sintomatología así como la necesidad de consultas “multidisciplinares”
PAMPLONA, 13 (EUROPA PRESS)
Virginia Pérez Hernández, jefe clínico de la Unidad de Subagudo y Unidad de Crónico y Pluripatológico del Hospital San Juan de Dios (HSJD) ha destacado que “este es un problema cada vez más frecuente y reconocido sobre el que se está elaborando un importante volumen de publicaciones”. “Se ha observado que hasta un 10-15% de los pacientes COVID-19 pueden desarrollarlo y el porcentaje puede ser incluso mayor”, señala.
El Síndrome COVID-19 persistente se define como “un conjunto muy diverso de síntomas que persisten después de una infección confirmada por SARS CoV-2 que incluyen fatiga, disnea, dolor torácico, palpitaciones, síntomas gastrointestinales, confusión mental, ansiedad y depresión”, explica en un nota el Hospital San Juan de Dios.
Pérez apunta que este síndrome “no parece tener una clara relación” con la gravedad en la fase aguda de la enfermedad. De hecho, ha afirmado que “la realidad es que puede afectar tanto a pacientes leves, incluso asintomáticos, como a enfermos graves que han requerido hospitalización”.
En un intento de unificar criterios, el National Institute for Health and Care Excellence ha desarrollado una serie de definiciones “por las que denominamos COVID-19 agudo a la etapa que dura generalmente hasta 4 semanas desde la aparición de los síntomas y COVID-19 postagudo a la etapa temporal que ocupan las 4 semanas posteriores desde el inicio de los síntomas”.
Perez Hernández aclara que esta segunda etapa “engloba a su vez dos términos: el que denominamos COVID-19 persistente o Long Covid, con síntomas mantenidos entre 4 y 12 semanas tras la infección aguda sin existencia de daño orgánico irreversible y que predomina en mujeres en torno a 40 años, y el denominado Seculas post-COVID-19, con síntomas derivados de daño estructural orgánico y que suele estar en relación con antecedentes de COVID-19 agudo grave, predominando en varones en torno a los 70 años”.
La doctora ha destacado que el síndrome Covid-19 persistente se caracteriza porque su sintomatología “es muy heterogénea y multisistémica y engloba síntomas generales (astenia, fatiga, febrícula, escalofríos, anorexia, sudoración), respiratorios (disnea, tos seca, opresión torácica, expectoración, odinofagia, laringoespasmos), cardíacos (palpitaciones, dolor torácico, hipotensión, síncope, taquicardia/bradicardia), neurológicos (cefalea, parestesias, anosmia, disgeusia, inestabilidad, deterioro cognitivo, vértigo), digestivos (diarrea, dolor abdominal, náuseas/vómitos, dislipemia, pirosis, flatulencia), coagulación (hematomas, petequias, microtrombosis), otorrinológicos (acúfenos, vértigos, hipoacusia), oftalmológicos (diplopia, visión borrosa, ojo seco, fotofobia) dermatológicos (urticaria, prurito, rash, alopecia, caída de uñas, úlceras), endocrinos (hiperglucemias, alteraciones tiroideas) y psicológicos (ansiedad, depresión, apatía, fobias, distima, insomnio, T. estrés postraumático)”.
Por este motivo, ha considerado necesario implantar “consultas multidisciplinares” monográficas post-COVID-19, “y de hecho se están constituyendo este tipo de consultas en muchos centros hospitalarios. Esto nos permite monitorizar la evolución del paciente de forma óptima y ofrecer el mejor manejo posible”.
Sobre la evolución de este síndrome, la doctora destaca que, en términos generales, “se observa una tendencia a la mejoría espontánea, aunque es difícil establecer el porcentaje de pacientes que mejoran y el tiempo necesario para conseguirlo”.
Otro factor estudiado es el efecto de la vacunación sobre este síndrome. “Algunos estudios prospectivos apuntan que la vacunación contra el COVID-19 podría producir una mejoría significativa de los síntomas persistentes, pero aún faltan datos para poder confirmar esta teoría”, explica.
Sobre los tratamientos a aplicar, la doctora indica que “existen varios ensayos clínicos, tanto nacionales como internacionales, intentando aportar conclusiones”. Sin embargo, “actualmente no se dispone de ningún tratamiento específico para este síndrome por lo que, por ahora, se están usando tratamientos sintomáticos”. Sí se ha detectado, resalta, “la necesidad de prestar apoyo psicológico y emocional, a la vez que ofrecer los servicios multidisciplinares de rehabilitación con terapia ocupacional y fisioterapia para estos enfermos”.
- Te recomendamos -