Inicio Navarra Los obispos de Euskadi y Navarra abogan por una “renovación profunda en...

Los obispos de Euskadi y Navarra abogan por una “renovación profunda en la forma de ser y actuar como Iglesia”

0

Destacan el papel de la comunidad cristiana como instrumento de reconciliación ante las fracturas sociales

BILBAO, 3 (EUROPA PRESS)

Los obispos de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, de Bilbao, Joseba Segura, de San Sebastián, Fernando Prado, y de Pamplona-Tudela, Florencio Roselló, defienden, en una carta pastoral conjunta con motivo de la Cuaresma-Pascua, una “profunda renovación en la manera de ser y actuar como Iglesia”.

Se trata de la primera carta pastoral conjunta de los citados obispos desde la publicada con motivo de la pandemia y que ha sido elaborada bajo el título ‘El contraste paciente. Repensando la relación Iglesia-Mundo’.

Con esta iniciativa, los obispos desean contribuir al diálogo entre la fe y la sociedad, “alentando a los creyentes a vivir la Cuaresma y la Pascua con profundidad, reflexión y compromiso”.

Los prelados invitan a los fieles y a toda la sociedad a detenerse en el significado de la presencia de la Iglesia en el mundo actual, en un contexto marcado por “cambios profundos y desafíos inéditos”, según han explicado en una nota de prensa.

El documento es una reflexión sobre el papel de la Iglesia en el mundo actual y desarrolla una meditación profunda sobre la relación de la Iglesia con la sociedad contemporánea, partiendo de “la necesidad de una presencia cristiana marcada por el testimonio y la paciencia”.

A lo largo del documento, los obispos abordan cuestiones como la transición desde una Iglesia de cristiandad hacia una comunidad que “ofrece un testimonio significativo en una sociedad plural”. Según han detallado, se reflexiona sobre la necesidad de pasar de “una actitud de confrontación” a una propuesta que, a través del ejemplo y la coherencia de vida, “sea sal y luz en el mundo”.

La carta también se detiene en el contraste entre una Iglesia que “busca influir en la sociedad y otra que se dedica principalmente a invitar a vivir el Evangelio”.

En este sentido, se subraya la importancia de una Iglesia que, en lugar de imponer o polemizar, muestra “un testimonio convincente desde la pequeñez y la autenticidad”.

Leer más:  El TSJN otorga subsidio de desempleo a trabajadoras del hogar mayores de 52 años sin la necesidad de tener 6 años de cotización

El documento señala que el cristianismo ha contribuido al desarrollo de valores fundamentales como la dignidad humana y el bien común. Sin embargo, se advierte sobre el riesgo de una fe que pierda su esencia “al diluirse en el secularismo o en una búsqueda excesiva de relevancia social”.

PAZ SOCIAL Y ENTRE PUEBLOS

En el documento también se alude a la paz social y entre los pueblos y se señala que la Iglesia es católica porque es la ‘casa de la armonía’ donde “unidad y diversidad saben conjugarse juntas para ser riqueza”.

A su juicio, esa experiencia de comunión capacita a la comunidad cristiana para ser “instrumento de reconciliación” en medio de las fracturas sociales de nuestro tiempo.

Según se indica, el mundo actual experimenta “tensiones crecientes: polarización política, conflictos étnicos, desigualdades económicas, crisis migratorias y guerras que amenazan la paz mundial”. Añaden que, frente a esas realidades, la Iglesia quiere ser signo de que “es posible construir puentes de entendimiento y superar las dinámicas del conflicto y la exclusión”.

“No se trata de ignorar las diferencias reales, sino de aprender a gestionarlas desde el diálogo y el respeto mutuo. La comunidad cristiana aporta elementos valiosos a la construcción de la paz social: una visión de la persona humana que trasciende diferencias culturales y étnicas, una tradición de pensamiento social que equilibra derechos y deberes y, sobre todo, una experiencia milenaria en la gestión de la diversidad desde la búsqueda del bien común”, apuntan.

Asimismo, añaden que la doctrina social de la Iglesia ofrece “claros principios fundamentales” para construir sociedades “más justas y pacíficas”. “Las tradiciones religiosas pueden y deben ser puentes de entendimiento e inspiradoras de diálogo, rechazando con firmeza convertirse en fuente de división o legitimadoras de violencia”, exponen.

Leer más:  La Mano de Irulegi, el Hombre de Loizu y el togado de Pompelo en el I Curso de Actualidad Arqueológica de Navarra

Asimismo, se indica que la Iglesia demuestra que “es posible mantener convicciones firmes sin caer en el fundamentalismo, defender la verdad sin menospreciar al diferente y buscar la justicia sin alimentar el conflicto”.

Por otra parte, se afirma que, en el contexto europeo, el cristianismo ha dejado de ser la “cosmovisión dominante que durante siglos configuró la cultura y la sociedad”. A su juicio, ese proceso de distanciamiento, aunque se manifiesta “con diferente intensidad y ritmo según regiones”, es ya una “realidad innegable en todo el continente”.

PROFUNDA RENOVACIÓN

A su juicio, esa nueva situación “exige no solo abandonar esquemas pastorales heredados de otra época”, sino asumir “una profunda renovación en nuestra manera de ser y actuar como Iglesia”. Los obispos creen que la comunidades deben “deben asumir” esa necesaria transformación “con serenidad y esperanza, sin nostalgias paralizantes ni temores infundados” y aseguran que fortalecer la identidad de las comunidades creyentes es “una necesidad vital para ofrecer un aporte significativo a la sociedad”.

Asimismo, en el documento se añade que nadie puede esperar razonablemente que, en un futuro previsible, “el cristianismo recupere una posición globalmente orientadora en el entorno social” porque “no hay ningún signo que apunte en esa dirección. “La comunidad cristiana debe asumir la realidad presente y repensar su aportación a un mundo nuevo donde las tendencias actuales seguirán fortaleciéndose al menos en las próximas décadas”, señalan.

Asimismo, aseguran que la credibilidad es uno de sus “mayores desafíos” porque, en muchos ambientes, la institución eclesial genera “más recelos que confianza”.

A su juicio, esta situación tiene raíces complejas como el peso histórico de una Iglesia que durante siglos ha conformado el pensamiento y la cultura, “crisis dolorosas” como la de los abusos a menores y a personas vulnerables que han dañado su credibilidad y una presencia pública que algunos perciben como “excesiva y consideran resultado de una posición histórica dominante”.

Leer más:  La Universidad de Córdoba celebra el Día Internacional de las Mujeres con el lema 'enREDando en Igualdad'

Los obispos afirman que la tensión entre el Evangelio y el mundo es “inevitable”, pero sería “un error atribuir todo este distanciamiento a la hostilidad secular”. En este sentido, aseguran que -como dice el papa Francisco- deben examinar con honestidad “sus propias inconsistencias”.

“La fe y el mensaje cristiano son contraculturales en muchos aspectos, pero esto no nos libera de la necesidad de cuidar nuestro lenguaje y modos de actuación. Seremos dignos de confianza no por nuestra impecabilidad, sino por la autenticidad de nuestros mensajes y la verdad de nuestro compromiso con los pobres”, añaden.

Por otro lado, señalan que el reto actual de la Iglesia en Europa no es solo la secularización, sino que existe un “desafío más sutil y preocupante” como es la “timidez y el complejo de muchos cristianos que, manteniendo su fe, parecen avergonzados de expresarla” como si tuvieran que “pedir perdón por existir o justificarse ante la mirada escéptica y a veces despreciativa de la sociedad”.

“No se trata de juzgar a nadie, ni de situarnos por encima de otros. La arrogancia nunca ha sido una buena compañera del Evangelio. Pero tampoco podemos caer en una falsa humildad que nos lleve a esconder nuestra identidad cristiana. Es hora de superar los complejos y asumir con naturalidad nuestra identidad cristiana. No para imponerla a nadie, sino para compartirla como lo que es: un don que hemos recibido y que queremos ofrecer a quienes buscan un sentido más profundo para sus vidas”, manifiestan.

Los obispos señalan que, como comunidad cristina, su preocupación debe centrarse menos en defender sus propios derechos y “más en asegurar que todas las personas, especialmente las más vulnerables, tengan las condiciones necesarias para florecer y desarrollarse en plenitud”. Para ello, ven preciso desarrollar “una cultura de la invitación y la acogida”.


- Te recomendamos -