MURCIA, 22 (EUROPA PRESS)
Este domingo se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el ‘Domund’, una campaña que cumple 200 años. Dos siglos pidiendo la colaboración económica mediante la colecta de ese día y la oración para ayudar a quienes han sentido de una forma especial la llamada a la misión.
La Jornada Mundial de las Misiones, que este año lleva por lema Seréis mis testigos, se organiza cada año desde Obras Misionales Pontificias, el organismo de la Santa Sede que coordina este tema y el que se encarga de repartir el dinero que llega de la colecta de este día.
Sacerdotes, religiosas y laicos, mayoritariamente en familias, dejaron su vida en diferentes municipios de la Región de Murcia para viajar hasta otro país, con una cultura y lengua diferente. Todo por anunciar a Cristo. Según Ignacio Gamboa, delegado episcopal de Misiones, la cifra de misioneros de la Diócesis de Cartagena oscila en torno a los 120.
Entorno a la Jornada Mundial de las Misiones, el próximo viernes 28 de octubre se realizará una vigilia de oración diocesana en Cartagena, a las 20.00 horas, en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús (barrio de San Diego).
CARMEN, MARÍA DOLORES, ROSENDO Y ÁNGELES, VIDAS ENTREGADAS A LA MISIÓN
Una de estas misioneras es Carmen Molina, de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús. Lleva toda una vida, casi 60 años, en la selva amazónica de Perú, dedicada a ofrecer la ‘Buena Noticia’ a unos hermanos que viven una realidad muy lejana a la nuestra, pero que ella siente muy cerca. “Realmente son personas por las que merece la pena dar la vida, y estoy muy decidida a seguir allí con ellos”, afirma.
Otra de estas misioneras es la hermana María Dolores López Parra, de las Hermanas Misioneras de la Sagrada Familia, que ha trabajado en Colombia y posteriormente en Kenia. Allí, su congregación desarrolla su labor en torno a la familia, con una atención centrada en la persona: “Sobre todo, lo que las personas necesitan es que les presten atención; que sepan que son importantes para nosotras”, subraya la hermana.
Por su parte, Rosendo Garres, sacerdote diocesano que ha sido misionero en Zimbabue durante 50 años, destaca la importancia de ayudar a quienes verdaderamente no pueden ayudarse a ellos mismos: a los más pobres de entre los pobres. “Cuando acabó la guerra en Zimbabue y se dio la independencia al país, teníamos una misión muy remota en la selva, con muchos ríos que atravesar sin puentes”.
Otra murciana que dedica su vida a la misión es Ángeles López, de las Hermanas Misioneras Combonianas. A sus 82 años, trabaja en Mozambique, donde sobrevivió el pasado mes de septiembre a un ataque terrorista. Pese a lo ocurrido, está muy dispuesta a regresar a la misión, y lanza este mensaje.
“Quisiera decir a los jóvenes que merece la pena gastar una vida por la misión. Que hay muchas personas que nos esperan con sed de saber, con sed de Dios, de conocer algo nuevo, algo diferente. Y ellos lo aceptan quizá con una fuerza mayor que nosotros. Merece la pena dar la vida por este ideal”, afirma.
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