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Rebeldes Indignadas insta a proteger al lobo ante la petición “absurda” del Gobierno riojano de reducir su protección

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LOGROÑO, 23 (EUROPA PRESS)

Rebeldes Indignadas ha urgido a proteger al lobo “de la especie invasora humana” ante la “absurda” petición del Gobierno de La Rioja de rebajar su petición.

En un comunicado, ha hecho referencia al que el Ejecutivo riojano ha sacado al lobo del registro autonómico de especies protegidas, confiando en que el Ministerio lo saque del LESPRE (registro estatal) y “los ganaderos puedan gestionar”, lo que, ha dicho, “debe entenderse como licencia para matar”.

Desgraciadamente, ha lamentado, no es un caso aislado, dado que “la persecución al lobo se extiende por los territorios en los que se ha restringido cazarlos”.

Haciéndose eco de la reflexión de Rosa Más, bióloga de Rebeldes Indignadas, ha considerado que “la pretensión de rebajar la protección legal del lobo sólo puede calificarse como disparatada”.

Así, ha indicado “que únicamente se explica desde la inusitada obsesión por matar a cualquier animal que suponga una contrariedad al aciago negocio de la explotación animal y la más absoluta ignorancia del funcionamiento de los ecosistemas”.

A este respecto, ha explicado que el lobo es lo que se conoce como un depredador apical, lo que significa que regula todo el ecosistema. Por eso, ha añadido, es imposible que exista una superpoblación.

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Es, precisamente, ha relatado, esta condición la que le confiere la capacidad de regular su propia comunidad, así como las poblaciones de herbívoros con las que convive, impidiendo que se descontrolen, no sólo debido a que se alimenta de ellos, sino, sobre todo, porque su presencia causa efecto miedo, que tiene como consecuencia la movilidad de los demás animales con los que comparte espacio.

En ausencia de depredadores, ha continuado, las poblaciones de los animales herbívoros tienden a aumentar por encima de la capacidad de carga del ecosistema (definida como el número de individuos que el medio puede soportar sin sufrir un proceso de degradación).

Esto es debido, ha señalado, a que no regulan su propia reproducción, y a permanecer en un mismo lugar, consumiendo la vegetación, agotando los nutrientes y, en consecuencia, comprometiendo la aptitud de los suelos como sumideros de carbono, lo que supone un grave impacto en el cambio climático.

“Paradójicamente, estas mismas condiciones conducen al colapso de las poblaciones de herbívoros. Es decir, eliminar a los lobos no beneficia a nadie, ni siquiera a quienes justifican su exterminio por intereses económicos”, ha indicado.

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Esta bióloga ha contado cómo el efecto miedo forma parte de la llamada ecología del miedo: la presencia de lobos induce cambios en el comportamiento de las demás especies.

El principal efecto, ha dicho, es el movimiento de las manadas de animales herbívoros, movilidad que evita la degradación del entorno, induce la dispersión de semillas y facilita la expansión del bosque.

Así, “los animales presa pasan más tiempo en estado de alerta, dedicando menos tiempo a la alimentación y a la reproducción, con lo que sus poblaciones tienden a equilibrarse”.

Además, “evitan las zonas por donde campean los lobos, de manera que estas áreas conservan su vegetación intacta”; ha afirmado sumando que esto es particularmente importante para que se pueda desarrollar “una correcta sucesión ecológica, protegiendo los árboles jóvenes, constituyendo reductos de reservas de flora y también conservando la integridad del suelo”.

Ha relatado cómo el mito del macho alfa ha sido utilizado para asimilar al lobo a la agresividad y a la violencia y así justificar su persecución y muerte.

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Pero, ha asegurado, la realidad nos enseña que el lobo es un animal que conforma grupos de elevada complejidad social, en los que prevalecen la empatía, el altruismo, el apoyo mutuo y los cuidados entre los individuos que forman parte de las familias, término quizá más adecuado que el de manada.

Por otro lado, ha invitado a pensar en que los motivos para dejar de proteger al lobo “debemos buscarlos en el beneficio económico a costa de arrasar la naturaleza”.

Así, ha dicho, la caza, con todo lo que conlleva sembrar los ecosistemas de muerte y de plomo, obtiene ganancias directas de matarlos, y la ganadería, particularmente la extensiva, ocupa grandes extensiones de terreno donde solo pueden pastorear los animales domesticados cuyo destino es el matadero.

Proteger al lobo, a los demás animales en general, dejando de explotarlos, para esta bióloga, “implicaría devolver el equilibrio perdido a la naturaleza, liberando el suelo, creando espacios de convivencia y erradicando aquellas actividades que contribuyen a agravar la crisis ecológica que hemos provocado y cuyos devastadores efectos se acrecientan día a día”.


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