Psicóloga invita a echar mano de empatía, más que de simpatía, y validar las emociones de los jóvenes con la intensidad con que las viven
LOGROÑO, 15 (EUROPA PRESS)
La doctora en Psicología Clínica y de la Salud Ariadna de la Vega ha apuntado, como claves para detectar la depresión en niños y adolescentes, la necesidad de “estar atentos y que nos vean como personas de apoyo a las que recurrir”.
El pasado 13 de enero se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, que afecta a más de trescientos millones de personas en el mundo.
De éstas, el 1,1 por ciento son niños y adolescentes de diez a catorce años, y el 2,8 por ciento jóvenes de quince a diecinueve años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En una entrevista a Europa Press, de la Vega, profesora del Máster en Intervención Psicológica en Niños y Adolescentes de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), ha identificado como síntoma de que un niño, o un adolescente, tenga depresión que haya un “cambio significativo”.
Para detectarlo, ha subrayado, es necesario “estar atentos” ante signos que son “muy variados”, y que van desde cambios en el apetito y sueño hasta empezar a verle con apatía, más apagado, “incluso más lento a nivel motor”.
También, si vemos un cambio en sus relaciones sociales como, por ejemplo, que ya no le apetezca quedar con sus amigos, que se aisle.
En este sentido, ha invitado tanto a validar las emociones del niño, o joven, como a entender que la intensidad con que las viven no coincide con las de un adulto.
De este modo, ha explicado cómo “un duelo para ellos puede ser un cambio de ciudad, de centro, una ruptura” y ha destacado la necesidad de “no minimizar” sus emociones porque ellos las viven con la intensidad que nosotros viviríamos, por ejemplo, un despido o la muerte de alguien.
Así pues, es necesario estar atentos a “si están pasando cosas alrededor” como el nacimiento de un hermanito, una mudanza, la ruptura de una pareja… Y también los cambios de bajo rendimiento, aislamiento, consumo de sustancias en adolescentes.
Es “muy importante, también, saber que en los niños, y en los adolescentes, esto a veces se refleja no con tristeza sino con irritabilidad”.
Para saber cuándo este cambio es significativo hay que mirar la frecuencia, esto es, que no se trata de una cosa puntual. Algo que llame mucho la atención como un cambio en el rendimiento, o que un niño extrovertido ya no quiera salir.
Para poder ayudarles, ha resaltado la necesidad de que “nos vean como unas personas de apoyo a las que recurrir” y que “la relación de base esté bien para que, si les pasa algo, quieran contar con nosotros”.
Aunque “no hay recetas rápidas”, ha apuntado que, normalmente, “las personas tiramos mas de simpatía que de empatía” y ha invitado a hacer lo contrario.
Ha explicado cómo, “si nos cuenta que está muy deprimido porque no le han llamado para hacer un vídeo de Tik Tok, o el chico que le gustaba ha roto con ella, aunque lo que nos sale es tirar de simpatía y decirle, anímate, no es para tanto, eso lo que hace es que la persona sienta que no le estás entendiendo”.
Por ello, “aunque estemos pensando en nuestro foro interno que claro que va a encontrar otra persona que le guste, porque tiene quince años, si se lo minimizamos no se siente comprendida”.
Así, ha abogado por, en vez de responder con simpatía y quitarle importancia, responder con empatía, reflejando su emoción porque, de este modo, conectamos con lo que les está pasando y se sienten escuchados, entendidos.
Para hacer frente al problema también ha resaltado la necesidad de que haya una “colaboración entre todos los adultos que están en contacto con el joven” y si se detecta que hace falta ayuda profesional usarla, porque “no pasa nada”; y es que “las personas que van al sicólogo no son las que tienen problemas, sino las que quieren ayuda”.
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