MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
El riesgo de desarrollar COVID-19 prolongado ha disminuido significativamente a lo largo de la pandemia de COVID-19, según un análisis de datos dirigido por la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (Estados Unidos). La investigación se publica en ‘The New England Journal of Medicine’.
Los investigadores atribuyeron alrededor del 70% de la reducción del riesgo a la vacunación contra la COVID-19 y el 30% a los cambios a lo largo del tiempo, incluidas las características evolutivas del virus SARS-CoV-2 y la mejora en la detección y el manejo de la COVID-19. “La investigación sobre la disminución de las tasas de COVID prolongada marca la rara ocasión en la que tengo buenas noticias que comunicar sobre este virus”, enuncia el autor principal del estudio, el doctor Ziyad Al-Aly, epidemiólogo clínico de la Universidad de Washington y líder mundial en investigación sobre COVID-19. “Los hallazgos también muestran los efectos positivos de vacunarse”.
En más de 30 estudios de alto perfil, Al-Aly ha detallado los impactos indiscriminados y a largo plazo del virus en la salud en casi todos los sistemas orgánicos que afectan el corazón, el cerebro, los riñones y el tracto gastrointestinal (GI).
Aunque sus últimos hallazgos suenan más tranquilizadores que los estudios anteriores, Al-Aly modera las buenas noticias. “La COVID prolongada no ha terminado”, matiza el nefrólogo, que trata a pacientes en el Hospital de Veteranos John J. Cochran (Estados Unidos), afiliado a la Universidad de Washington, en St. Louis. “No podemos bajar la guardia. Esto incluye vacunarnos anualmente contra la COVID, porque es la clave para suprimir el riesgo de COVID prolongada. Si abandonamos las vacunas, es probable que el riesgo aumente”.
Desde el comienzo de la pandemia, Al-Aly se ha dedicado a analizar la COVID prolongada con el objetivo de ayudar al público a tomar decisiones informadas en materia de salud; apoyar a los científicos en la generación de recomendaciones basadas en investigaciones sobre prevención y tratamiento; y permitir que los políticos tomen decisiones informadas en materia de financiación y políticas públicas. El último estudio de Al-Aly se basa en este trabajo al examinar las variantes del virus y su evolución general.
Para ello, Al-Aly y su equipo analizaron millones de registros médicos anónimos de una base de datos que mantiene el Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos, el sistema de atención sanitaria integrado más grande del país. El estudio incluyó a 441.583 veteranos con infecciones por SARS-CoV-2 y a más de 4,7 millones de veteranos no infectados, desde el 1 de marzo de 2020 hasta el 31 de enero de 2022. Los pacientes incluyeron personas de diversas edades, razas y sexos; el modelo estadístico aseguró la paridad en la representación.
Los investigadores dividieron a los veteranos en cinco grupos: pacientes de COVID-19 no vacunados que contrajeron la cepa original en 2020; la variante delta en 2021; y la variante ómicron en 2022. Los otros dos grupos incluían a personas vacunadas que tenían la variante delta y a personas vacunadas con la variante ómicron. No existían vacunas mientras circuló la cepa original. El equipo estimó las tasas de COVID prolongada un año después de la infección para cada uno de los cinco grupos.
Como era de esperar, la tasa de COVID prolongada fue más alta entre aquellos con la cepa original, dijo Al-Aly, con un 10,4% de los que tuvieron infecciones que evolucionaron a COVID prolongada. Esa cifra se redujo al 9,5% entre aquellos en los grupos no vacunados durante la era delta y al 7,7% durante la era ómicron.Entre los vacunados, la tasa de COVID prolongada durante la variante delta fue del 5,3% y del 3,5% durante la variante ómicron.
“Se puede ver una diferencia clara y significativa en el riesgo durante las eras delta y ómicron entre los vacunados y los no vacunados”, especifica Al-Aly. “Por lo tanto, si las personas piensan que el COVID no es gran cosa y deciden renunciar a las vacunas, esencialmente están duplicando su riesgo de desarrollar COVID prolongado”.
Al-Aly también enfatiza que incluso con el descenso general, la tasa más baja (3,5 %) sigue siendo un riesgo sustancial. “Eso significa que de cada 100 personas vacunadas, entre tres y cuatro contraen COVID persistente”, señala. “Si se multiplica por la gran cantidad de personas que siguen infectándose y reinfectándose, es mucha gente. Este riesgo restante no es trivial. Seguirá sumándose a un problema de salud ya de por sí alarmante al que se enfrentan las personas en todo el mundo”.
Otro hallazgo notable ofrece pistas sobre la evolución del virus, añade Al-Aly. Al analizar el riesgo entre todas las personas infectadas con COVID-19 durante la era ómicron de 2022, la probabilidad de problemas cardíacos, cerebrales, renales y pulmonares disminuyó. Por el contrario, aumentaron las enfermedades y dolencias asociadas con la función metabólica y el sistema gastrointestinal.
“La gente tiende a pensar en el SARS-CoV-2 como un virus homogéneo”, insiste Al-Aly. “Pero cada variante tiene su propia huella. El virus original afectó duramente al sistema respiratorio. Omicron apuntó a problemas metabólicos y gastrointestinales. Es importante porque, si bien el riesgo de COVID prolongado es cuantitativamente menor, una persona puede tener un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad según la parte del cuerpo a la que ataque la variante de COVID.
“Es una muy buena noticia que el riesgo haya disminuido”, afirma. “Pero sabemos que millones de personas ya padecen COVID-19 persistente y que millones más seguirán padeciéndolo. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para comprenderlo y así poder prevenir el sufrimiento y tratar a las personas afectadas”.
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