PALMA, 2 (EUROPA PRESS)
El profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Instituto de Neurociencias de Alicante, el doctor Santiago Canals, ha presentado este martes, en Can Campaner (Palma), la ponencia ‘Descifrando los efectos del alcohol en el cerebro: nuevos descubrimientos y perspectivas terapéuticas’, en la que ha dicho que, a través de la estimulación cerebral, se puede frenar el daño en la sustancia blanca tras el consumo de alcohol y mejorar la actividad funcional del cerebro.
Canals ha comenzado la ponencia sobre este tema, al que se ha referido como “de vital importancia para la sociedad”, hablando de los números del alcohol. Así, ha detallado que, en la Unión Europa y Estados Unidos, se consumen entre 18 y 20 litros de alcohol puro al año, lo que evidencia que este es “un problema sanitario de primer orden”. Más aún, ha añadido, cuando el consumo peligroso se sitúa entre los ocho y diez litros de alcohol y la mitad del consumo puede derivar en una dependencia.
A nivel global, el doctor Canals ha cifrado en 2.000 millones de personas las cifras de consumidores de alcohol en todo el mundo, “la droga más dañina para el consumidor y para terceros” de todas las estudiadas. Por este motivo, y después de explicar que el consumo de alcohol en torno a 100 gramos por semana –14 gramos al día, es decir, el equivalente a una copa de vino o a un tercio de lata de cerveza– es el punto a partir del cual se detectan los efectos del consumo de alcohol a nivel de mortalidad por cualquier causa–, ha defendido que “la dosis de alcohol que se debe consumir es ninguna”.
En este sentido, ha destacado que “desde el consumo más bajo de alcohol se pueden detectar efectos significativos sobre las capacidades cognitivas”. Tanto es así, ha subrayado, que esta es “la tercera causa de discapacidad o muerte evitable”, lamentando que el 3,4% de europeos –15 millones de personas– sufren dependencia del alcohol; así como que el 0,8% tiene un consumo de alcohol de nivel de riesgo muy alto, lo que supone 22 años de esperanza de vida menos.
Así, en cuanto a la adicción al alcohol, el doctor Santiago Canals ha explicado que esta se conceptualiza como una transición de la búsqueda de recompensa a la búsqueda de alivio. Y, para saber más, se ha tratado de invertir la secuencia, a través de lo que ha denominado la traslación, buscando a partir de los modelos de alteración del cerebro en humanos, los equivalente en los animales. Pues, según ha explicado, si estos se encuentran se pueden hacer aproximaciones.
Unas aproximaciones para las que se requieren una gran cantidad de datos, motivo por el que, ha comentado, en el año 2014 ya se iniciaron una serie de trabajos, a través de resonancias magnéticas, una técnica no invasiva que permite a los investigadores acceder a los cerebros humanos, y que se puede aplicar a los animales.
A partir de aquí, ha añadido, se han construido matrices de huellas de imagen multimodal, sobre las que se han aplicado una serie de clasificadores que han permitido estratificar a los pacientes, en función de la morfología de las diferentes unidades celulares que constituyen el tejido cerebral, por ejemplo, la sustancia blanca.
El estudio ha permitido asimismo determinar de que manera afecta el alcohol a la microestructura de la sustancia gris. En concreto, según éste, se ha podido saber que el alcohol produce alteraciones generalizadas en la difusividad de la sustancia gris tanto en ratas como en humanos, debido a que la microglia se activa, retrotrayendo los procesos celulares, en lo que se considera una respuesta inflamatoria. Unos cambios, éstos que, según el doctor Canals, facilitan la difusión de la dopamina en el espacio extracelular.
El consumo de alcohol es suficiente además, de acuerdo con la investigación, para generar alteraciones difusas de la sustancia blanca en pacientes con trastornos por consumo de alcohol (TCA) y en modelos animales. Esas alteraciones empeoran, según el estudio, en las abstinencias tempranas, por lo menos, hasta seis semanas después de dejar de beber, evidenciándose una correlación entre la aceleración del daño y el consumo de alcohol previo a dejarlo.
Este repunte de las alteraciones es un pico inflamatorio que, según el doctor Canals, va a producir desmielinización y puede suponer degeneración axonal. Hay que tener en cuenta en este punto, sin embargo, que, según el estudio, la pérdida de mielina no es homogénea sino que hay tractos de sustancia blanca más sensibles, como el cuerpo calloso pero aún lo es más la fimbria del fórnix, que comunica desde el hipocampo con la corteza prefrontal, lo que tiene un impacto importante en la memoria, la toma de decisiones y la adaptación de la conducta al medio.
Para dar respuesta a ello, ha apuntado el doctor Canals, no hay tratamiento farmacológico. Si bien, se ha apostado por una estrategia basada en la estimulación cerebral, que permite la plasticidad de mielina, a través de los oligoendrocitos, que cuando detectan actividad, maduran y generan más oligoendrocitos para mielinizar.
Los pacientes sometidos a esta estrategia durante tres semanas vieron como se producía una ausencia de la aceleración del daño en la sustancia blanca, de forma localizada. No solo eso, la actividad funcional mejoraba. Además, tres semanas después, los pacientes aseguraban tener menos ansiedad por el consumo. Y, a los tres meses la recaída en el consumo de alcohol era menor.
Con todo, el doctor Canals ha señalado que “el consumo de alcohol es un problema con dimensión de pandemia, con un coste humano y económico enorme”, razón por la que reducirlo debe ser “una prioridad de salud pública”. Pues, pese a que, según ha dicho, “las opciones terapéuticas son limitadas”, una aproximación como la que han hecho en el Instituto de Neurociencias de Alicante “abre nuevas vías para entender el problema” y, “en base a ella, tratamientos dirigidos a recuperar la microestructura del parénquima cerebral, especialmente la sustancia blanca, ofrecen resultados positivos”. En todo caso, ha concluido que “la prevención sigue siendo el mejor camino”.
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