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La izquierda en 2023: de la división a la suma

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MADRID, 31 (SERVIMEDIA)

El espacio político a la izquierda del PSOE ha pasado en 2023 de ensayar un proyecto de unidad bajo la figura de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, a la división total entre la organización fundada por ésta, Sumar, y Podemos, el partido que hegemonizó esa parte del espectro demoscópico en los ocho años anteriores y que, en una época que ya parece una reencarnación anterior, llegó a aventurar que ella sería su mejor candidata.

La IV Asamblea Ciudadana de Podemos, en junio de 2021, aprobó confiar a Díaz el liderazgo del espacio con la esperanza de que podría llegar a más votantes que Pablo Iglesias. Esto sucedió después de que Iglesias dejara la política tras su fracaso en las elecciones madrileñas del mes anterior. Estaba convencido de que su figura ya generaba más rechazo que apoyo. Además, creía que la vicepresidenta atraería a más electores a lo que entonces todavía era una casa común.

Sin embargo, el afán de Díaz de construir un “proyecto de país” que trascendiera a los partidos tradicionales y a la vez reclutara a los escindidos y desencantados de Podemos, con quienes ella parecía sintonizar más, suscitó desde el comienzo reticencias en dicha formación. Los recelos mutuos fueron alimentando y alimentándose de discrepancias concretas, desde la candidatura conjunta a las elecciones andaluzas de 2022 a temas de política nacional como la guerra de Ucrania, la reforma laboral, la Ley del ‘sólo sí es sí’ y las prioridades que negoció el equipo de Díaz para los Presupuestos de 2023.

El año empezó con la inexorable perspectiva de las elecciones autonómicas y municipales que iban a celebrarse en mayo, y Podemos exigió desde enero que Díaz se postulara como líder del conjunto del espacio para que este afrontara como un todo dichos comicios, inicio del nuevo ciclo electoral. Sin embargo, ella dejó claro que Sumar no se construiría a tiempo para la cita con las urnas. En cambio, el 2 de abril confirmó solemnemente que se presentaría como candidata a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales, que entonces se barruntaban para fin de año.

En el acto, que se celebró en el polideportivo Antonio Magariños, de Madrid, la arroparon dirigentes de Izquierda Unida, los Comunes, Más Madrid y Compromís. Estas formaciones están cada vez más integradas en Sumar. Sin embargo, no asistieron dirigentes de Podemos, cuya dirección puso como condición para asistir el citado compromiso de una candidatura conjunta para las autonómicas y municipales de mayo. También se estableció como condición la configuración mediante primarias de la que posteriormente se presentara a las generales.

Más Madrid y Compromís, en cambio, querían concurrir a las elecciones por su cuenta, aprovechando el arraigo de sus marcas electorales en sus respectivas regiones, muy superior al de Podemos e Izquierda Unida, que revalidaron sus coaliciones autonómicas pese a sus diferencias en relación con la construcción de Sumar. Cuando llegó la campaña, Díaz adoptó la solución salomónica de apoyar en mítines tanto a los candidatos de Unidas Podemos como a los de sus rivales electorales, pero con especial significación, según el partido de Ione Belarra, en favor de Mónica García en Madrid y de Joan Ribó en Valencia.

DE URNAS A URNAS

Las urnas de mayo depararon un sonoro fracaso para Unidas Podemos, que se quedó sin representación en la Asamblea de Madrid, en las Cortes Valencianas y en los ayuntamientos de Madrid y Valencia. Además, el inmediato adelanto de las generales para el 23 de julio que decretó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dejó sin tiempo material para la conformación mediante primarias de las listas electorales de Sumar, que tuvieron que negociarse entre las cúpulas de los partidos.

En la negociación de las listas, algunos de esos partidos presionaron para que se excluyera a la entonces ministra de Igualdad, Irene Montero, a pesar de lo cual Podemos aceptó la coalición. En parte, por las malas perspectivas de una candidatura en solitario, y en parte porque no podía permitirse aparecer ante el electorado como el causante de la ruptura de la ansiada unidad de la izquierda. Sin embargo, pactó desde la convicción, compartida por casi toda España, de que la eventual victoria del PP y Vox en las elecciones haría que la unidad forzada fuera flor de un día.

Contra todo pronóstico, y pese al retroceso en siete escaños de Sumar respecto al resultado de Unidas Podemos en noviembre de 2019, la derecha no logró mayoría suficiente para gobernar y, en cambio, el PSOE y la formación de Díaz consiguieron atraerse el imprescindible apoyo de Junts a la investidura de un nuevo Gobierno de coalición progresista. La cara de circunstancias de Belarra contrapunteando la triunfal noche electoral de Sumar parecía consciente de lo que se avecinaba: Podemos se encontró sin ministros y con cinco diputados de 31 que tenían nula capacidad de acción, puesto que la dirección de Sumar no les concedió ninguna portavocía para hablar ante el Pleno del Congreso o presentar iniciativas parlamentarias.

UNIÓN CON FECHA DE CADUCIDAD

Con Sumar y sus partidos aliados más deseosos de sustituir a Podemos que de complementarse con él, y la formación de Belarra empeñada en marcar diferencias respecto a Yolanda Díaz y dichas formaciones afines, la ficticia unidad de julio no tardaría en quebrarse. En noviembre, la dirección de Podemos logró el apoyo de sus bases a un documento que se conjuraba para actuar con autonomía y a no volver a aceptar coaliciones con vetos y sin primarias, y, en diciembre, sus cinco diputados salieron del grupo parlamentario de Sumar y se pasaron al Mixto. A su vez, figuras señeras de Podemos como Nacho Álvarez, Alejandra Jacinto, Jesús Santos o Roberto Sotomayor abandonaban el partido con críticas a la actitud de su dirección hacia Sumar.

El último capítulo de esta muerte anunciada de la suma de la izquierda y la consagración de su división tuvo lugar ayer, sábado, cuando las bases de Podemos Galicia rechazaron presentarse con Sumar a las elecciones del 18 de febrero, en una coalición en la que la formación de Díaz volvía a poner la marca y la candidata a la Presidencia, convencida de que Podemos no le aporta nada en esa región. Un día después de que las respectivas organizaciones autonómicas firmaran el preacuerdo, el exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, recomendaba a sus militantes que lo tumbaran en la preceptiva consulta.

En 2024, Sumar y Podemos se enfrentarán por un electorado a grandes rasgos compartido, pero bastante reducido en las urnas gallegas, tal vez en las vascas, y, sobre todo, en las europeas de junio, donde será toda España, en circunscripción única, la que tenga que decantarse por el candidato que eleve Díaz o por Irene Montero, la personificación misma de que ese sueño de la izquierda era imposible. Imposible hasta el punto de que ninguna calculadora electoral ha podido evitar que se trasmute en división.


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