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La crónica de aquellos días quedó registrada en la comunidad jesuita donde el coche de Carrero Blanco cayó

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MADRID, 20 (SERVIMEDIA)

La comunidad jesuita donde cayó el coche del atentado de Carrero Blanco en Madrid dejó por escrito una crónica del 20 de diciembre de 1973 y los posteriores. Así lo recordó este miércoles la Compañía de Jesús en un comunicado publicado con motivo del 40 aniversario del atentado de Eta.

“No fue un día cualquiera para los jesuitas residentes en la Comunidad de Maldonado. Y así lo registraron en su ‘Historia Domus’, el libro manuscrito en el que cada comunidad va narrando sus vivencias y anécdotas diarias con el afán de que se mantengan y no caigan en el olvido”, remarcó la compañía.

“La terraza está a punto de terminarse. Quedan unos 15 m2. Está lloviendo ligeramente. Se produce una fuerte explosión en la casa que la conmueve toda ella. Son las 9,28 h. de la mañana. Tras la explosión, aparece un coche destrozado en la Azotea del Piso 2º”.

En la crónica de este y los sucesivos días se narran los detalles de este acontecimiento histórico. Aquel día, tras la explosión, deja escrito el narrador, que el Hermano ministro (Francisco Hellín SJ) llamó al 091 y al poco “acompañado por un guardia de la policía armada y por un policía secreto de la escolta del presidente, sube a la azotea a ver lo sucedido”.

Varios medios de comunicación se hicieron eco de que la persona que dio la absolución a Carrero Blanco, a su escolta Juan Antonio Bueno Fernández y a su conductor, José Luis Pérez Mogena, fue el padre Gómez Acebo. Esta ‘Historia Domus’, sin embargo, se lo atribuye a otro jesuita: “Acude el padre Jiménez Berzal a dar la absolución a los cadáveres que asoman por la portezuela delantera derecha. Son el presidente, un policía de escolta y el conductor”.

NO FUE ACCIDENTE

El texto también expresa lo sucedido al comprobar que no fue un accidente: “Parece que no ha sido una explosión de gas. Los daños en la Casa Profesa son considerables en tejados, cornisas, cristales y ventanas. Las luces de situación y el intermitente izquierdo estaban encendidos, y el depósito de gasolina y la transmisión desprendidos”.

La casa, durante toda la jornada de aquel 20 de diciembre de 1973, permaneció guardada por la policía. “A última hora de la tarde se da con la causa de la explosión, es una mina situada en el centro de la calzada, construida desde el sótano del 104 de Claudio Coello y que se hizo estallar desde la esquina de Diego de León por unos cables que aún se ven”, narra la historia.

Según continuó el comunicado de la compañía, se suspendieron todas las actividades apostólicas de aquel día, a excepción de los cultos en la iglesia. Todas las puertas se cerraron, menos el 1 A de Maldonado. Como el padre superior (Wenceslao Sánchez Pérez SJ) estaba de ejercicios espirituales, delegó parte de sus funciones en el padre Javier Santiago, “aunque él sigue de cerca los acontecimientos”.

La crónica también recoge información sobre los días posteriores. Al Provincial se le llevó personalmente un extracto de lo ocurrido y “se le hace notar que la Casa ha sido vigilada durante los tres días precedentes con motivo de la visita de Kissinger a la Embajada de Estados Unidos”, que está justo enfrente de la iglesia jesuita. El 21 de diciembre se anunció en la prensa el autor del atentado, la banda terrorista Eta.

El documento también detalló que el 22 de diciembre, con el atentado muy reciente, se celebró el funeral por el presidente, el escolta y el chófer en la Iglesia de San Francisco de Borja. A la ceremonia acudió la familia y todo el gobierno y fue concelebrada por 25 sacerdotes, presidida por el párroco, el padre Santiago, y cantada por la Escolanía del colegio que existía en la casa.

El día de Navidad nevó e hizo frío. El coche continuaba aún en el mismo sitio y “se nota en el ambiente un día triste y cansado”, concluyó esta crónica, que reflejó aquellos días “extraños y movidos” en la comunidad, donde vivían 44 jesuitas, que fueron testigos de un momento crucial en la historia de España.

LA ESCOLANÍA, DE VACACIONES

“En la terraza donde cayó el coche, el día del atentado, solían salir los niños a jugar en el momento del recreo. Ese día tenían vacaciones, y menos mal ¿Qué hubiese pasado si hubieran estado allí?”, cuenta en el marco de este aniversario el jesuita Millán Arroyo, de 93 años, residente en Zaragoza, único jesuita vivo de la comunidad de Maldonado que estuvo allí presente el 20 de diciembre de 1973. El centro era la Escolanía Mater Amabilis que participó en el funeral de Carrero Blanco.

Desde octubre de 1972 hasta junio de 1973 Millán tuvo una relativa relación con el presidente: “He predicado en misas con Carrero en primera fila, y es cierto que yo cuidaba cómo iba a dar la homilía porque tenía delante al presidente del Gobierno de España”.

Arroyo recuerda muy bien aquel día. Fue en la mañana del 20 de diciembre cuando, sobre las 9, sale este jesuita de Comillas para ir a Maldonado. Iba en coche, de camino, escuchando la radio, pero la emisión se paró y empezó a sonar música clásica y Millán se preguntó “pero ¿qué ha pasado aquí? Y, al cabo de unos minutos, se oye una voz que dice que hubo una explosión en el Barrio de Salamanca”, detalla Millán.

En ese momento, el profesor jesuita se preguntaba si sería la caldera del edificio de Maldonado, que se ubica en el barrio donde había sucedido el atentado, la que habría explotado: “Allí hay una maquinaria enorme, que yo la conocía, donde estaba toda la calefacción que alimentaba el subsuelo de la iglesia y esa fue la primera idea que yo tuve” añade. Aparcó su coche y fue a pie hacia la entrada, pero no le dejaban entrar porque estaba prohibido. Se acercó a un policía que estaba allí y le dijo: “Mire usted, yo soy un jesuita que vive aquí y tengo que llegar”, hasta le sacó hasta el carnet donde ponía Maldonado 1 para que le dejaran pasar. En ese momento se acercó más y apreció en el asfalto un socavón enorme “esto fue a las 10.15 horas, cuando ya había ocurrido el atentado, pero es que nadie sabía realmente qué había pasado”, dice.

En su comunicado, la compañía también aludió a otro hecho “curioso”, que un compañero le contó a este jesuita. Cuando el coche alcanzó la cuarta planta, otros jesuitas estaban desayunando: “Uno me contó que mientras tomaba su café, un trozo de piedra o cristal cayó en su tazón”. Para Millán se sucedieron un conjunto de circunstancias que hicieron casi increíble la perfección con que el atentado se ejecutó.


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