MADRID, 05 (SERVIMEDIA)
David Bonvehí se convirtió en 2010 en el primer diputado en silla de ruedas del Parlamento catalán. Ahora cierra simbólicamente la candidatura de la Coalición por una Europa Solidaria (CEAS) a las elecciones europeas de este domingo. Su propósito es reforzar las expectativas de voto del PNV y Coalición Canaria, que encabezan la lista, entre el electorado tradicional de Convergència Democrática de Catalunya.
La vida política de Bonvehí comenzó antes que su discapacidad. Ya era alcalde de Fonollosa, un municipio de unos 1.500 habitantes de la comarca barcelonesa del Bages, casi limítrofe con Lérida, cuando en enero de 2007 se durmió al volante en el trayecto desde una cooperativa al Ayuntamiento y quedó atrapado bajo un puente. Después de casi un mes en la UCI y de haber sobrevivido a las lesiones en los pulmones, le quedó una paraplejia a la altura de la segunda vértebra dorsal.
El accidente le hizo dejar la política momentáneamente. “No me veía, no sabía cómo sería la vida en silla de ruedas, y ya no me presenté a la reelección en las municipales de mayo”, explica a Servimedia. Sin embargo, un par de años después le recuperó el entonces sólo presidente de Convergéncia, Artur Mas. “Le sabía mal que lo hubiera dejado por el accidente. Yo era un alcalde joven, ejercía como hobby y sin cobrar. Se portó muy bien conmigo”, le reconoce.
A partir de ahí, Bonvehí comenzó una relación más estrecha con Mas y éste le convenció para que formara parte de su lista a las elecciones catalanas de 2010, las que encumbrarían al delfín de Jordi Pujol a la Presidencia de la Generalitat. Así se convirtió en el primer diputado en silla de ruedas en el Parlamento catalán.
Su irrupción inspiró una importante reforma para hacer accesible la sede del parque de la Ciudadela de Barcelona. “Está muy bien, hicieron una adaptación muy integral. Es un edificio histórico pero pusieron elevadores en el hemiciclo y un atril que se regula en altura. Ni se notaba la diferencia de que fuera en silla de ruedas”, alaba el exdiputado.
Bonvehí pronunció su primer discurso parlamentario el 9 de marzo de 2011 con una normalidad que ya habrían deseado los exdiputados en el Congreso Francisco Vañó, Ignacio Tremiño y Pablo Echenique. “En el Parlament ya hice vida normal, a tope. Desde entonces casi no he parado. He tenido una vida muy llena, como cualquier otra persona”, atestigua.
En el Parlamento catalán estuvo hasta 2016, y presume de haber tenido buena relación tanto con Mas como con su sucesor como presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Ambos le impulsaron orgánicamente y así fue nombrado primero coordinador ejecutivo y, desde 2018, presidente, del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCat), la formación que iba a heredar a Convergència jubilando una marca que había quedado mancillada con los casos de corrupción.
RUPTURA Y DISOLUCIÓN
Sin embargo, las convulsiones del proceso independentista de 2017 dividieron también a la base social del PDeCat, cuyos dirigentes no compartían la estrategia unilateral de Puigdemont. En 2020, Junts, el nuevo partido impulsado por el expresidente de la Generalitat, se separó del PDeCat, con quien se había presentado en la coalición Junts per Catalunya a las elecciones generales de 2019, y se llevó consigo a la mayoría de cuadros, militantes y votantes de la formación de Bonhevi.
El PDeCat no consiguió obtener representación ni en las catalanas de 2021 (se quedó a tres décimas del 3% mínimo necesario) ni en las generales de 2023, pese al eficaz trabajo de los diputados liderados por Ferran Bel, y en octubre pasado comprendió que tenía que disolverse. Ahora, Bonhevi, Marta Pascal y otros políticos del partido se han agrupado en la plataforma Traballem per Catalunya y organizan encuentros municipales y sectoriales esperando una ocasión para promover otra candidatura a la que Bonvehí atisba un claro nicho demoscópico. Sólo que tras 2017 no pudo sobrevivir al enconamiento y la polarización y ahora los antiguos votantes convergentes se reparten entre el PSC, Junts y ERC.
“Todo el mundo nos decía que teníamos razón, que somos necesarios”, reflexiona. “No veo ahora crear un partido, debe pasar el tiempo, pero tenemos alcaldes y concejales y algún día esto se va a recuperar. No es normal que no haya un partido de centro derecha liberal, independentista pero moderado en Cataluña. Buscando un Estado independiente casi perdemos el país. Todo lo que ha pasado con el Procès no ha sido positivo ni para el espacio político ni para el país”.
Es decir, que Cataluña necesitaría un equivalente al PNV, el partido que le ha pedido que trate de recabar votos en su comunidad aprovechando que los de las europeas se recuentan con toda España como circunscripción única. “El PNV es lo más cercano al PDeCat. La política fiable, útil, bien hecha; negocian correctamente y en el ámbito nacional también compartimos la defensa de la Europa de las regiones y la cooficialidad del catalán y el euskera, así como la lucha contra los populismos”.
Él se descarta para cuando llegue ese momento de levantar en Cataluña un partido que herede a la antigua Convergència y al PDeCat. “Estuve 20 años. Se necesita otra generación, gente que esté fresca, que no haya pasado por el Procès”, despeja. Pero sin amargura. Asegura haber tenido “mucha suerte” y “un entorno fantástico” y que ha “disfrutado mucho haciendo política”, el lugar desde el que se pueden “cambiar las cosas”. “Todo el que tenga inquietudes y esté en los movimientos sociales debe pasar por la política”, reivindica. “Animo a todo el mundo a que participe activamente en política. No toda la vida, porque es por un tiempo limitado, pero es muy positivo, para la persona y para la sociedad en general”.
Una vez que ese tiempo limitado se ha cumplido para él, ha recuperado la pensión de discapacidad y da bastantes charlas, porque sólo puede trabajar en temas de formación; por ejemplo, sobre cooperativas, una de sus especialidades. También está en el Consell Social catalán y en el Instituto Goodman, el hospital de referencia para las personas con discapacidad en Cataluña; asesora a los concejales que le quedan al PDeCat, colabora en proyectos sociales y catalanistas, trabaja como hobby en temas de memoria histórica y se plantea escribir un libro. “Unas memorias no sé, pero todo lo que he vivido lo contaré”, avanza.
Entre sus páginas se hallará a buen seguro la anécdota de que, una noche en la que se alojó en una habitación de hotel con otro diputado, experimentó los llamados espasmos, un temblor reflejo de las extremidades inferiores que les sucede ocasionalmente a las personas con paraplejia. Ajeno al carácter involuntario del movimiento, “el tío se emocionó mucho” y se levantó a las tres de la mañana convencido de estar presenciando un milagro. Tal vez no fuera mucho más ingenuo que todos los que hemos pensado que en Cataluña y en toda España es posible una política reposada y racional, con sentido crítico pero sin emociones viscerales ni polarización entre hooligans; una política en la que quepan partidos como el PDeCat.
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