El estudio del grupo compostelano aborda el impacto de la dieta en la salud y en el medio ambiente
SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1 (EUROPA PRESS)
Un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS) señala que la dieta atlántica podría reducir “significativamente” la incidencia del síndrome metabólico y, con ello, el riesgo de sufrir enfermedades como la diabetes o la cardiopatía coronaria.
El estudio, publicado en la revista científica JAMA Network, es fruto del trabajo de la doctora Mar Calvo Malvar, la investigadora principal, y de su equipo, formado por los doctores Francisco Gude Sampedro, Alfonso Javier Benítez Estévez, María Rosaura Leis Trabazo y Juan José Sánchez Castro, del Área de Gestión Integrada de Santiago de Compostela, así como los profesionales del Centro de Atención Primaria de A Estrada, que colaboraron en el estudio aportando las 250 familias participantes.
Según explican en un comunicado, las familias se dividieron en dos grupos: uno continuó con sus menús habituales (grupo control) y en el otro se llevó a cabo una intervención para modificar hábitos nutricionales (grupo intervención).
Las familias de este grupo recibieron sesiones educativas sobre nutrición, participaron en una clase de cocina dirigida por un chef local y recibieron material de apoyo, además de cestas de alimentos que contenían una variedad de productos de origen local típicos de la dieta tradicional atlántica.
Durante seis meses se evaluaron diversas variables para ver los efectos de una intervención nutricional basada en la dieta atlántica tradicional desde una doble perspectiva: la salud metabólica y la planetaria.
“Estudiamos cómo un cambio hacia un patrón dietético tradicional, saludable y de origen local podría afectar a las enfermedades relacionadas con la salud metabólica y si ese cambio podría alterar la producción de gases de efecto invernadero”;, explica la Dra. Calvo Malvar.
Respecto a la perspectiva medioambiental, remarcan que los estudios previos se habían realizado desde una perspectiva exclusivamente teórica, no con datos de consumo de alimentos de personas en un contexto de vida real.
En el cálculo de la huella de carbono de los alimentos consumidos por las familias colaboró el CRETUS Centre, de la Universidad de Santiago de Compostela. “Pese a la reducción detectada, la muestra no permite alcanzar significación estadística, pero abre nuevas vías de investigación”, señalan.
SÍNDROME METABÓLICO
Por otro lado, revelan que en cuanto a la salud metabólica, “sí se ha constatado un riesgo significativamente menor de desarrollar síndrome metabólico, y menos componentes del síndrome metabólico, en el grupo de intervención con respecto al de control”.
Explican que este síndrome es un grupo de afecciones que, en conjunto, aumentan el riesgo de sufrir cardiopatía coronaria, diabetes, accidente cerebrovascular y otros problemas de salud graves. Actualmente, afecta a una cuarta parte de la población adulta en el mundo, “lo cual supone un grave problema de salud, pero también social”.
“Identificamos que la alineación con un patrón dietético saludable regional, la dieta atlántica, se asocia con menores factores de riesgo estrechamente asociados a la salud metabólica, como la obesidad central o los niveles de colesterol”, detalla la Dra. Mar Calvo.
DIETA ATLÁNTICA
La dieta atlántica, presente en la mayoría de hogares gallegos y del norte de Portugal, se caracteriza en su preparación por cocinar al vapor y hervir, en lugar de freír.
El pescado y el marisco son alimentos básicos que se consumen con frecuencia y los productos lácteos ocupan un lugar destacado, al igual que el aceite de oliva, la principal fuente de grasa. También destaca el consumo diario de frutas y hortalizas, en particular de Brassica (grelo, nabo, nabiza, repollo, etc.), rica en glucosinolatos y con reconocidos beneficios en la prevención de diversas enfermedades.
“Los cambios en la dieta representan una estrategia clave para prevenir millones de muertes en todo el mundo cada año”, asegura Mar Calvo.
Sin embargo, reconocen que alterar los hábitos alimentarios plantea “un desafío considerable” debido a la compleja interacción de factores sociales e individuales, incluidas las influencias culturales, la asequibilidad de los alimentos, las conexiones sociales y el entorno comunitario.
“Suponer que las personas reemplazarán fácilmente los componentes dietéticos no saludables basándose en la nueva evidencia científica es demasiado optimista”, admite la investigadora del IDIS.
Por ello, animan a impulsar una “actuación comunitaria”; un “cambio de paradigma” para prevenir la obesidad y enfermedades relacionadas, “con un enfoque de ambiente total, que involucre y active comunidades y barrios enteros”.
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