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Usar dispositivos digitales para calmar a niños pequeños puede ser contraproducente y crear problemas de comportamiento

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MADRID, 12 (EUROPA PRESS)

Dar a un niño en edad preescolar un dispositivo digital parece ofrecer una solución rápida para calmarles o entretenerles pero esta estrategia podría estar relacionada con problemas de comportamiento más graves en el futuro, según sugiere un nuevo estudio publicado en la revista ‘JAMA Pediatrics’.

Según esta investigación, realizada por científicos de Michigan Medicine, el sistema de salud de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) el uso frecuente de dispositivos como teléfonos inteligentes y tabletas para calmar a los niños de entre 3 y 5 años se asoció con un aumento de la desregulación emocional en los niños, sobre todo en los varones.

“El uso de dispositivos móviles para calmar a un niño pequeño puede parecer una herramienta inofensiva y temporal para reducir el estrés en el hogar, pero puede tener consecuencias a largo plazo si es una estrategia habitual para calmarlo –advierte la autora principal Jenny Radesky, doctora en medicina y pediatra conductual del Hospital Infantil C.S. Mott de la Universidad de Michigan–. Especialmente en la primera infancia, los dispositivos pueden desplazar las oportunidades de desarrollo de métodos independientes y alternativos para autorregularse”.

El estudio incluyó a 422 padres y 422 niños de 3 a 5 años que participaron entre agosto de 2018 y enero de 2020, antes de que comenzara la pandemia de COVID-19. Los investigadores analizaron las respuestas de los padres y cuidadores sobre la frecuencia con la que usaban dispositivos como herramienta para calmar y las asociaciones con síntomas de reactividad emocional o desregulación durante un período de seis meses.

Los signos de una mayor desregulación podrían incluir cambios rápidos entre la tristeza y la excitación, un cambio repentino en el estado de ánimo o los sentimientos y una mayor impulsividad.

Los resultados sugieren que la relación entre la relajación mediante dispositivos y las consecuencias emocionales era especialmente elevada entre los niños pequeños y los niños que ya presentan hiperactividad, impulsividad y un temperamento fuerte que les hace más propensos a reaccionar intensamente ante sentimientos como la ira, la frustración y la tristeza.

“Nuestros hallazgos sugieren que el uso de dispositivos para apaciguar a los niños agitados puede ser especialmente problemático para aquellos que ya tienen problemas con las habilidades de afrontamiento emocional”, afirma Radesky.

Señala que el periodo de preescolar a jardín de infancia es una etapa del desarrollo en la que los niños pueden ser más propensos a mostrar comportamientos difíciles, como rabietas, desafío y emociones intensas. Esto puede hacer aún más tentador el uso de dispositivos como estrategia de crianza.

“Los cuidadores pueden experimentar un alivio inmediato con el uso de dispositivos si reducen rápida y eficazmente las conductas negativas y desafiantes de los niños –reconoce Radesky–. Esto se siente gratificante tanto para los padres como para los niños y puede motivarlos a ambos a mantener este ciclo”.

“El hábito de utilizar los dispositivos para controlar los comportamientos difíciles se refuerza con el tiempo a medida que se refuerzan también las demandas de medios de los niños –alerta– y cuanto más a menudo se utilizan los dispositivos, menos práctica tienen los niños -y sus padres- para utilizar otras estrategias de afrontamiento”.

Radesky, que es madre de dos niños, reconoce que hay ocasiones en las que los padres pueden utilizar estratégicamente los dispositivos para distraer a los niños, por ejemplo durante un viaje o al realizar varias tareas a la vez en el trabajo. Aunque el uso ocasional de los medios para ocupar a los niños es esperable y realista, es importante que no se convierta en la herramienta principal o habitual para calmarlos.

Los profesionales de la salud pediátrica también deben iniciar conversaciones con los padres y cuidadores sobre el uso de dispositivos con los niños pequeños y fomentar métodos alternativos para la regulación emocional, dice.

Entre las soluciones, Radesky recomienda cuando los padres se ven tentados a recurrir a un dispositivo usar, por un lado, técnicas sensoriales “Los niños pequeños tienen sus propios perfiles de qué tipos de estímulos sensoriales les calman –explica–. Por ejemplo, columpiarse, abrazar o presionar, saltar en una cama elástica, aplastar masilla en las manos, escuchar música o mirar un libro. Si ves que tu hijo se pone inquieto, canaliza esa energía con movimientos corporales o enfoques sensoriales”.

También recomienda nombrar la emoción y lo que hay que hacer al respecto. “Cuando los padres nombran lo que creen que siente su hijo, le ayudan a relacionar el lenguaje con los estados de ánimo y le demuestran que le comprenden –asegura–. Cuanto más tranquilos estén los padres, más podrán mostrar a los niños que las emociones son ‘mencionables y manejables'”.

Otra opción sería utiliza zonas de color. “Cuando los niños son pequeños, les cuesta pensar en conceptos abstractos y complicados como las emociones. Las zonas de color (azul para aburrido, verde para tranquilo, amarillo para ansioso/agitado, rojo para explosivo) son más fáciles de entender para los niños y pueden convertirse en una guía visual que se guarda en la nevera, y ayudan a los niños pequeños a hacerse una imagen mental de cómo se sienten su cerebro y su cuerpo y los padres pueden utilizar estas zonas de color en los momentos difíciles (“te estás poniendo nervioso y estás en la zona amarilla, ¿qué puedes hacer para volver a la zona verde?”)”.

Finalmente, propone ofrecer comportamientos de sustitución. “Los niños pueden mostrar comportamientos muy negativos cuando están enfadados, y es normal querer que cesen, pero esos comportamientos comunican emociones, por lo que puede ser necesario enseñarles un comportamiento sustitutivo más seguro o que les permita resolver el problema –apunta–. Esto puede incluir enseñarles una estrategia sensorial (“pegar hace daño a la gente; puedes pegar a esta almohada en su lugar”) o una comunicación más clara (“si quieres que te preste atención, dame un golpecito en el brazo y di ‘perdona, mamá'”).

Además, indica que “los padres también pueden prevenir las rabietas relacionadas con la tecnología estableciendo temporizadores, dando a los niños expectativas claras sobre cuándo y dónde pueden utilizar los dispositivos, y utilizando aplicaciones o servicios de vídeo que tengan puntos de parada claros y no se reproduzcan automáticamente o dejen que el niño siga desplazándose”.

Cuando los niños están tranquilos, los cuidadores también tienen la oportunidad de enseñarles habilidades de afrontamiento emocional, subraya Radesky. Por ejemplo, pueden hablarles de cómo se siente su peluche favorito y de cómo manejan sus grandes emociones y se calman. Este tipo de conversación lúdica utiliza el lenguaje de los niños y cala en ellos.

“Todas estas soluciones ayudan a los niños a comprenderse mejor a sí mismos y a sentirse más competentes a la hora de gestionar sus sentimientos –asegura–. Requiere repetición por parte del cuidador, que también tiene que intentar mantener la calma y no reaccionar de forma exagerada ante las emociones del niño, pero ayuda a desarrollar habilidades de regulación de las emociones que duran toda la vida”.

“Por el contrario, el uso de un distractor, como un dispositivo móvil, no enseña ninguna habilidad, sino que distrae al niño de lo que está sintiendo –advierte–. Los niños que no desarrollan estas habilidades en la primera infancia son más propensos a tener dificultades cuando se estresan en la escuela o con sus compañeros a medida que crecen”.


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