MADRID, 27 (SERVIMEDIA)
El fenómeno de El Niño, que suele aumentar las temperaturas en el planeta, podría intensificarse por el cambio climático, hasta el punto de que uno de cada dos sería extremo a mediados de este siglo si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando.
Así se explica en un estudio realizado por seis investigadores de instituciones de Estados Unidos y publicado en la revista ‘Nature’.
El último episodio de El Niño, que se produjo entre julio del año pasado y junio de 2024, desencadenó récords de temperaturas globales durante 12 meses consecutivos. Al ser uno de los más fuertes jamás registrados, probablemente fue el principal culpable de un calor, inundaciones y sequías sin precedentes en todo el mundo.
“Da miedo pensar que el año 2050 no está muy lejos”, apunta Pedro DiNezio, coautor principal del estudio y profesor asociado del Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos), antes de añadir: “Si estos fenómenos extremos se vuelven más frecuentes, la sociedad podría no tener tiempo suficiente para recuperarse, reconstruirse y adaptarse antes de que se produzca el próximo El Niño. Las consecuencias serían devastadoras”.
OCÉANO PACÍFICO
El Niño ocurre cuando las temperaturas del agua a lo largo del ecuador en el Pacífico aumentan por encima del promedio durante un periodo prolongado. Ese cambio térmico puede alterar los patrones de viento y las corrientes oceánicas, provocando fenómenos climáticos inusuales en todo el mundo, incluidas olas de calor, inundaciones y sequías.
Desde que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, comenzó a recopilar datos en la década de 1950, se han registrado hasta cuatro fenómenos extremos de El Niño.
Durante un fenómeno extremo de El Niño, los efectos sobre el clima mundial tienden a ser más graves. Por ejemplo, durante el invierno de 1997-98, llevó a California precipitaciones récord, lo que provocó deslizamientos de tierra devastadores que mataron a más de una docena de personas. Durante el mismo período, el planeta perdió alrededor de un 15% de sus arrecifes de coral por el calentamiento prolongado.
“Los fenómenos de El Niño son difíciles de simular y predecir porque hay muchos mecanismos que los impulsan. Esto ha obstaculizado nuestra capacidad de producir predicciones precisas y ayudar a la sociedad a prepararse y reducir los posibles daños”, según DiNezio.
21.000 AÑOS
DiNezio y su equipo se propusieron simular los fenómenos de El Niño de los últimos 21.000 años (desde el pico de la última Edad de Hielo de la Tierra) utilizando un modelo informático.
El modelo muestra que, durante la Edad de Hielo, cuando el clima de la Tierra era más frío, los fenómenos extremos de El Niño eran muy poco frecuentes.
A medida que el planeta se fue calentando desde el final de la Edad de Hielo, la frecuencia e intensidad de El Niño han ido aumentando.
El equipo validó el modelo comparando los datos simulados con datos de temperatura oceánica del pasado obtenidos de conchas fosilizadas de foraminíferos, un grupo de organismos unicelulares omnipresentes en los océanos mucho antes de la existencia humana.
Al analizar el tipo de compuestos de oxígeno preservados en estas conchas fosilizadas, el equipo reconstruyó cómo El Niño impulsó las fluctuaciones de temperatura oceánica en el Pacífico durante los últimos 21.000 años. El registro antiguo coincidió con las simulaciones del modelo.
“Somos los primeros en mostrar un modelo que puede simular de manera realista fenómenos de El Niño pasados, lo que aumenta nuestra confianza en sus predicciones futuras. También estamos orgullosos de la sólida técnica que desarrollamos para evaluar nuestro modelo, pero desafortunadamente no nos trajo buenas noticias”, agrega DiNezio.
El modelo predice que, si la sociedad continúa emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera al ritmo actual, uno de cada dos fenómenos de El Niño podría ser extremo en 2050.
“Ahora entendemos cómo ocurren estos fenómenos extremos y solo necesitamos la voluntad de reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles”, indica DiNezio, quien concluye: “Nuestros hallazgos enfatizan la necesidad urgente de limitar el calentamiento a 1,5 °C para evitar impactos climáticos catastróficos”.
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