MADRID, 25 (SERVIMEDIA)
Un estudio publicado en ‘Nature Astronomy’ reconstruye por primera vez la historia de la formación estelar en el centro galáctico, gracias al trabajo realizado por investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) mediante el proyecto Galacticnucleus.
Los investigadores han observado que dichas estrellas no se formaron en cúmulos masivos y estrechamente unidos sino en asociaciones estelares aisladas que se dispersaron en los últimos millones de años. “Nuestra Vía Láctea no es una galaxia muy productiva. En conjunto, las estrellas que se forman en un año ascienden a no más de unas pocas masas solares”, explicó Francisco Nogueras-Lara, investigador del Instituto Max Planck de Astronomía (MPIA), que encabeza el trabajo.
“En cambio, las llamadas galaxias ‘starburst’ (galaxias con brotes estelares), mucho más productivas, dan lugar a decenas o incluso cientos de masas solares de estrellas por año a lo largo de episodios que duran unos pocos millones de años”, añadió.
El centro de nuestra galaxia pone sobre la mesa, además, dos desafíos observacionales para los expertos. Por un lado, se encuentra escondido detrás de copiosas cantidades de polvo que impiden su visión, lo que se resolvió recurriendo a observaciones en el infrarrojo, en ondas milimétricas y en radio. Por otro lado, destaca el propio hacinamiento de las estrellas, que impide distinguirlas y que solo permitía determinar estrellas individuales muy masivas y brillantes. Hasta hace poco solo se había detectado el 10% de la masa estelar del centro galáctico, de modo que se desconocía cómo eran las estrellas del centro de la Vía Láctea.
Para resolver esta cuestión se desarrolló el proyecto Galacticnucleus, liderado por el investigador Rainer Schödel del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Se trata de un sondeo que hizo uso de la cámara infrarroja HAWK-I en el Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral y que abarcó un área total de 64.000 años luz cuadrados alrededor del centro galáctico. El proyecto ha permitido que, “donde antes solo se había mapeado un puñado de estrellas, se obtuvieran datos individuales para tres millones”.
Además, estos nuevos datos permitieron confirmar que la región del centro galáctico conocida como Sagitario B1 era diferente, además de poder estudiar sus estrellas en detalle. “Si bien incluso su estudio en alta resolución solo nos permitió distinguir estrellas gigantes, pudimos reconstruir la luminosidad de cada estrella y el brillo intrínseco, correspondiente a la cantidad de luz que emite una estrella por unidad de tiempo”, concluyó Nogueras-Lara.
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