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Una investigación con modelos matemáticos explica por qué la dieta mediterránea es “eficaz” contra el hígado graso

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MADRID, 25 (SERVIMEDIA)

El análisis de la dieta mediterránea desde la perspectiva de la geometría nutricional –modelo matemático que define las relaciones entre nutrientes, alimentos y dieta y su interacción con la salud y permite diseñar dietas más eficaces y personalizadas- ayudaría a entender por qué la dieta mediterránea es “eficaz” para “mejorar” la enfermedad metabólica asociada al hígado graso no alcohólico, “incluso en casos en los que no va acompañado de restricción calórica ni pérdida de peso”.

Así lo recoge un estudio colaborativo del Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber), desarrollado por grupos de las áreas de Enfermedades Hepáticas y Digestivas, Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas y Enfermedades Infecciosas, según precisó el Ciber en un comunicado.

El trabajo, publicado en la revista ‘Seminars in Liver Disease’, concluye que las modificaciones dietéticas para el tratamiento de esta enfermedad deben “centrarse” en “promover” la pérdida de peso, pero también en la adopción de patrones alimentarios “capaces de generar mejoría en el tejido hepático”, para lo cual son necesarios “enfoques personalizados, que pueden apoyarse en modelos predictivos basados en la geometría nutricional”.

A este respecto, el jefe de grupo del Ciber de Enfermedades Hepáticas y Digestivas en el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla–Instituto de Biomedicina de Sevilla y uno de los coordinadores de este estudio, Manuel Romero-Gómez, subrayó que la dieta y el ejercicio físico “han demostrado ser una opción terapéutica que, además, permiten clasificar a los pacientes en ‘respondedores’ y ‘no respondedores”.

A juicio de los expertos, dentro de las intervenciones dietéticas, el “objetivo principal” debe ir “encaminado” a conseguir una pérdida de peso, puesto que se ha comprobado que ayuda a mejorar algunas manifestaciones histológicas, sobre la composición de los tejidos del hígado, de la enfermedad.

No obstante, según la investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Infecciosas en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, Rocío Aller, la restricción calórica “no debe ser el único aspecto a tener en cuenta”. “La modificación de la dieta teniendo en cuenta la interacción entre los micro y macronutrientes, junto con el aumento de la masa muscular mediante la actividad física, podría mejorar la enfermedad metabólica asociada al hígado graso no alcohólico, más allá de la restricción calórica”, abundó.

Los estudios realizados con pacientes permitieron demostrar que hay macronutrientes, vitaminas y minerales que tienen un “papel protector” sobre el desarrollo de la enfermedad, y otros cuya ingesta “excesiva” contribuye a la “aparición y mala evolución” de la misma. Entre los primeros están los ácidos grasos monoinsaturados y polinsaturados, la fibra y los polifenoles, y entre los segundos están los ácidos grasos saturados, la sal y los azúcares simples.

Según los investigadores, a pesar de esta evidencia, sería “esencial” conocer “qué es lo que comen los pacientes y, en función de eso, dar un consejo dietético adecuado”, algo complicado, por lo que, para salvar estos obstáculos, emplearon técnicas de geometría nutricional.

En este punto, el jefe de grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas en el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa–Universidad Pablo Olavide, Franz Martín-Bermudo, explicó que, con esta aproximación es posible conocer “el punto de partida dietético de los pacientes y generar modelos predictivos que permitan diseñar una dieta personalizada en función de las características clínicas e histológicas de la enfermedad”.

A partir de estos análisis comprobaron que las personas de diferentes países, culturas y costumbres dietéticas “ajustan muy finamente la ingesta de proteínas, la cual es similar en todos los países”. “Como la prevalencia de la enfermedad cambia a lo largo del mundo, esto significa que, probablemente, el desarrollo y la progresión de la misma es independiente del consumo de proteínas”, abundaron.

Además, defendieron que “hacer mapas que permitan conocer cómo cada persona responde a las diferentes dietas puede ayudar a definir dietas más eficaces y que se adapten mejor a las necesidades de los pacientes”.

“En definitiva, las intervenciones dietéticas pueden ayudar a mejorar a los pacientes y a estratificarlos en función de sus respuestas a las mismas y mediante los análisis de geometría nutricional podremos conocer la forma de comer de los pacientes y diseñar dietas que se ajusten a las características clínicas e histológicas de su enfermedad, pero también a sus circunstancias personales”, concluyeron.


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