MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
Los movimientos generales normales de los niños “son fluidos y elegantes y crean una impresión de complejidad y variabilidad”, sin embargo, en un bebé con el sistema nervioso deteriorado “pierde estas características”, por lo que, a partir de los movimientos involuntarios del bebé, se puede identificar el retraso motor o cognitivo, según ha indicado la especialista en Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario Virgen Macarena, Belén Romero.
Los movimientos generales son el repertorio de movimientos espontáneos presentes desde la vida fetal hasta los seis meses, han demostrado una fiabilidad y sensibilidad del 98 por ciento a la hora determinar el retraso motor o cognitivo y del 100 por ciento en el riesgo de parálisis cerebral.
Durante el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Física y Rehabilitación (SERMEF), varios expertos han valorado cómo la última evidencia demuestra que los nuevos abordajes de la medicina física y rehabilitación, que combinan varios procedimientos y herramientas, permitirán detectar de forma precoz alteraciones en el neurodesarrollo de bebés menores de cinco meses.
En este sentido, detectar y tratar las alteraciones en el neurodesarrollo durante los primeros meses y años de vida cuenta con grandes ventajas. En esta etapa de la vida, el cerebro se encuentra en una fase de desarrollo y mayor plasticidad y, por ello, se incrementan las probabilidades de corregir o mitigar las posibles secuelas antes de que se vuelvan más severas o crónicas.
“Identificar esta pérdida, con patrones específicos, es crucial para reconocer de forma precoz a los niños de alto riesgo y planificar una intervención precoz que cuente con terapias óptimas”, ha añadido Romero.
En la actualidad, las herramientas que cuentan con mayor evidencia a la hora de detectar de forma temprana estas posibles alteraciones, tal y como ha señalado la médica rehabilitadora del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Belén Maza, son “la valoración de los movimientos generales, la escala de evaluación neurológica estandarizada Hammersmith Infant Neurological Examination (HINE), y la resonancia magnética”. Las dos primeras opciones dependen de forma directa de la valoración que los especialistas de medicina física y rehabilitación llevan a cabo en su consulta.
Así, tal y como ha indicado Romero, “la evaluación de movimientos generales de Prechtl (en pretérminos, a término y del tercer al quinto mes), incluida la Motor Optimality Score (MOS), identifica patrones patológicos de los movimientos generales, proporcionan información sobre el neurodesarrollo posterior y diferencian con precisión entre los bebés con desarrollo adecuado y aquellos con mayor riesgo de retraso motor o cognitivo”.
Una vez se ha identificado el riesgo, los profesionales pueden comenzar su trabajo para tratar de reducir las posibles secuelas derivadas de la alteración. En este punto, la especialista del Hospital Vall d’Hebron, Mar Meléndez, ha destacado que, “en los últimos años, la intervención precoz de estos pacientes ha experimentado un cambio significativo en base a los nuevos conocimientos sobre la neuroplasticidad cerebral”.
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