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Un proyecto liderado por empresas farmacéuticas de atención primaria reduce la cantidad de medicamentos y recetas inadecuadas en pacientes bajo tratamiento múltiple

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MADRID, 30 (EUROPA PRESS)

Un ensayo liderado por farmacéuticas de Atención Primaria (AP) que consigue reducir el número de fármacos y prescripciones inadecuadas en pacientes polimedicados de más de 75 años, del Instituto Catalán de la Salud (ICS), ha recibido el Premio Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP) a la Investigación 2024.

El galardón ha sido recogido por su primera autora, Carolina Rovira Algara, coordinadora de Farmacia del ICS en las comarcas del Bages-Berguedà-Moianès, durante la celebración del 27º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP), que reúne estos días en el Palau de Congressos de Girona a cerca de 400 farmacéuticos de AP de toda España.

El trabajo premiado, que ha contado con la participación de la Unidad de Farmacia Clínica y Atención Farmacéutica de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona, demuestra el potencial que tiene para los pacientes y para el sistema sanitario el desarrollo del rol clínico de los farmacéuticos de AP.

El ensayo clínico, iniciado en julio de 2020 y finalizado en enero de 2024, siguió durante un año a más de 200 pacientes (65,4% mujeres). La edad media de los pacientes fue de 83,7 años y tenían prescritos 11 medicamentos de media.

La mitad de ellos formaron parte del grupo control, en el que se llevó a cabo la práctica clínica habitual, mientras que la otra mitad formaron el grupo de intervención.

Estos últimos fueron evaluados de forma holística por un grupo de trabajo multidisciplinar constituido por médicos, enfermeras y farmacéuticas de AP para conocer su estado actual, sus necesidades, su valoración de fragilidad, etc.

“A partir de ahí aplicábamos el algoritmo de revisión de la medicación de la SEFAP y establecíamos una propuesta de mejora del plan farmacoterapéutico del paciente. Con esa propuesta en la mano, el médico o la enfermera se reunían con el paciente o con su cuidador para explicarles todos los cambios y recomendaciones y adaptarlas, en la medida de lo posible, al paciente. Los cambios pactados se fueron aplicando gradualmente”, explica Carolina Rovira.

Los resultados validaron la eficacia de la intervención, ya que el número de medicamentos prescritos disminuyó en una media de 1,8 medicamentos en el grupo de intervención (en el grupo control hubo un incremento de 0,3); y también hubo una diferencia notable en la variación de las prescripciones potencialmente inadecuadas, es decir, la prescripciones de medicamentos desaconsejados teniendo en cuenta otros parámetros como la función renal o patologías concomitantes como la insuficiencia cardíaca, la hipertensión arterial, la dislipemia, etc. Las prescripciones de estos medicamentos disminuyeron en una media de 2,9 en el grupo intervención, mientras que en el grupo control se produjo un leve repunte de 0,2.

“En total, en el grupo intervención se hicieron una media de 4,3 cambios en el plan farmacoterapéutico, mientras que en el grupo control fueron 2,6”, señala Rovira, que destaca que estas variaciones, además, no supusieron cambios en el perfil de seguridad de los pacientes.

“Esto demuestra que la intervención a través de un equipo multidisciplinar no es un riesgo para la salud de los pacientes. En todo caso, fue en el grupo control en el que sí que vimos que los problemas de seguridad que se produjeron conllevaron más visitas a urgencias hospitalarias”, ha dicho.

El “único pero” del proyecto, señala la autora principal del ensayo, es que, pese a que existe mucha evidencia de que la polimedicación es un factor de riesgo importante en el número de ingresos hospitalarios, esta fue la única variable que no se pudo demostrar de forma estadística.

“Probablemente con un seguimiento más a largo plazo la variable de ingresos hospitalarios se hubiese podido demostrar, ya que muchos de los medicamentos que más hemos ido retirando (benzodiacepinas, inhibidores de la bomba de protones) se tienen que ir retirando progresivamente. Si esto se hiciese a cinco años podríamos medir mucho mejor el impacto en salud de la población”, reflexiona Rovira, que explica que la idea ahora es hacer una segunda fase del ensayo para evaluar el impacto coste-utilidad de la intervención.

“Si se reducen el número de medicamentos, estamos teniendo ya un impacto económico, pero si además hay menos efectos adversos, menos visitas a urgencias y menos ingresos hospitalarios, eso también se traducirá en una reducción del gasto sanitario y en una mejora de la calidad de vida de los pacientes”, ha dicho.

La farmacéutica de AP, por último, destaca la importancia de que este tipo de intervenciones se extiendan a otras zonas en beneficio de los pacientes y del sistema sanitario.


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