MADRID, 11 (SERVIMEDIA)
Miguel Ángel Gavilán, a sus 62 años, es un hombre de montaña. No puede concebir la vida sin una cima que conquistar. Y aunque pueda sonar a paradoja, este madrileño asegura que “con una mano amputada he escalado más montañas que cuando tenía las dos”. Su cuerpo ha sabido adaptarse y su capacidad de agarre a la montaña y a la vida son formidables.
Este madrileño ‘vive la montaña’ desde que tenía 11 años. De hecho, está seguro de que haber empezado a practicar en La Pedriza le hizo desarrollar “una técnica de pies” que, años más tarde, le ayudaría a escalar con una mano amputada. Después, debido a su profesión la montaña continuó formando parte de su vida.
Era miembro de las Fuerzas Armadas cuando a los 29 años sufrió un accidente en una misión, la explosión de una granada, que le supuso la amputación de la mano izquierda. Permaneció ocho años alejado de lo que más le gustaba, la montaña. “Pensé que jamás volvería a escalar con una sola mano”, reconoce Gavilán en una entrevista a Servimedia.
Pero todo cambió cuando un día decidió enseñar a su hijo, entonces pequeño, los lugares más bellos de La Pedriza. Una vez allí se encontró con un antiguo compañero de montaña que le dijo ‘¿por qué no lo intentas?’. Y así fue. “Empecé a escalar y me di cuenta de que podía hacer cositas, así que me compré unos pies de gato y un arnés; y empecé a escalar”.
“Con una mano amputada he escalado más montañas que cuando tenía las dos”. El alpinista habla de “una casualidad”, pero lo cierto es que desde que perdió una extremidad Miguel Ángel ha coronado algunos de los picos más famosos del mundo como el Mont Blanc, el Kilimanjaro, el Aconcagua o el McKinley.
Asegura que nunca se arrepentirá de haber conservado la muñeca izquierda. “Mi padre quería que me colocasen una prótesis mioeléctrica y eso suponía amputar por encima de la muñeca”, relata. Gracias al agarre que le permite su muñón puede seguir abrazando a la roca. “No cabe duda de me faltan los cinco dedos, pero con técnica y ganas de superación se puede escalar casi cualquier montaña”, afirma.
ESCALAR COMO UNO MÁS
Quizá debido a su pasado militar, Miguel Ángel entiende el alpinismo como un combate entre el hombre y la montaña. “Hay que escalar como uno más”, insiste, “porque tengamos una cojera o nos falte una mano hay que enfrentarse a la montaña con nuestras limitaciones”. “La ética y el respeto en la escalada para mí es lo más importante”, incide, “y si hay lugares a los que no puedo acceder por mi discapacidad y tengo que descender, pues lo hago”, asiente.
El madrileño asegura que como alpinista con una discapacidad se considera “un deportista más” y subraya que arriba en la montaña “se siente libre”. “Cuando estás subiendo una pared te olvidas de tu discapacidad”, añade. Gavilán quiso compartir su experiencia como profesional de la escalada con otros aficionados a la montaña también con discapacidad. Pero antes se formó como docente con el equipo de la ONCE, donde se tituló como guía acompañante de montaña.
MONTAÑEROS SIN BARRERAS
Esto le condujo a fundar la Asociación Montañeros sin Barreras hace ya casi 12 años. Además de organizar expediciones en las que participan deportistas con y sin discapacidad, también ofrece “formación a voluntarios y montañeros” para que puedan conocer “técnicas de guiado más eficientes” para estos aficionados con discapacidad. “No es lo mismo ascender con una persona con deficiencia visual que con un alpinista con discapacitad intelectual o motora”. “Los protocolos son distintos”, afirma el experto escalador.
Tras el éxito de la asociación, Gavilán cumplió su sueño de crear la Escuela de Montaña Adaptada de Guadarrama en la que actualmente se forman 52 alumnos, de entre cuatro a 14 años. “Un modelo de escuela infantil inclusiva en la que conviven peques con alguna discapacidad y otros que no”. Cada vez que se enfrenta a la verticalidad de la pared no sólo reta a la montaña, sino también a sus límites físicos y mentales. Miguel Ángel no le teme al esfuerzo, ni a la altura, ni a la caída. Quizá lo que más tema sea la indiferencia por lo que sucede a su alrededor.
TEJIENDO MONTAÑAS
En consonancia con esta forma de pensar y de ver el mundo puso en marcha, junto a otros compañeros de la asociación, el programa ‘Tejiendo Montañas’ que impulsa el desarrollo rural a través de la formación especializada y la artesanía, creando oportunidades de negocio en zonas rurales del Alto Atlas de Marruecos. Llevan siete años tirando de este hilo humanitario, pero “este invierno va a ser muy duro en aquella zona devastada por el reciente terremoto”, asevera Miguel Ángel, que partió el pasado 3 de diciembre desde Madrid en una furgoneta cargada de 1.200 kilos prendas de abrigo tejidas a mano por personas mayores en residencias de la Asociación IAIA.
La expedición, compuesta por Gavilán y otros tres compañeros, regresa este lunes tras haber repartido todas las prendas y calzado entre los hogares más inaccesibles. Debido a la orografía del valle de Imlil en el Alto Atlas de Marruecos, gran parte de las familias viven dispersas a más de 2.500 metros de altitud. “Se acerca el invierno” y “urge” hacerles llegar estos enseres, afirma.
Son profesionales de la montaña y están acostumbrados a moverse por terrenos escarpados y abruptos. “De hecho transportamos las mantas, gorros y abrigos en mulas, pero llega un momento en que, por los efectos devastadores del terremoto, te encuentras con que el camino ya no existe”, explica. Pero nada frena a este montañero solidario que, como él mismo asegura bromeando, “si hay que echar una mano se hace, porque las dos, es imposible”. A este alpinista al que le falta una mano le sobra seguridad en sí mismo y mucho sentido del humor. Con estos ‘agarres’ seguirá coronando cualquier cima que se proponga.
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