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Un médico rural con problemas de movilidad “puede alcanzar sus metas con determinación”

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MADRID, 19 (SERVIMEDIA)

José María Brihuega es médico de familia y además es secretario del Colegio Oficial de Médicos de Guadalajara. Lleva 37 años recorriendo la provincia castellanomanchega de Guadalajara, provisto de sus dos muletas y su maletín. El virus de la polio atacó la musculatura de una de sus piernas, pero “el musculo del corazón, el de la pasión por mi profesión, ese continúa intacto”, asegura este doctor.

Su movilidad reducida podría haber condicionado el ejercicio de la medicina, especialmente al trabajar en el medio rural. “Durante 20 años me he recorrido todos los centros de salud de la provincia de Guadalajara y aunque nevara siempre me he buscado la vida para llegar hasta el lugar más remoto y pasar consulta”, confiesa con orgullo en una entrevista a Servimedia. “Cuando no podía llegar con mi coche lo hacía subido al vehículo todoterreno de un vecino. Uno puede llegar a donde se proponga”.

El doctor Brihuega es un hombre lleno de anécdotas, siempre dispuesto a recetar dosis de buen humor. Recuerda cuando fue a hacer una sustitución al municipio de Molina de Aragón y al llegar con sus muletas y su aparto ortopédico los pacientes que esperaban para ser atendidos “vieron cómo entraba en el consultorio y creyeron que me iba a colar”. “Yo les seguí el juego, me disculpé y pedí turno”, relata, “hasta que finalmente les confesé que yo era el médico suplente. Y todos reímos”, concluye.

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José María Brihuega reconoce que como médico rural la accesibilidad resulta mucho más complicada, “pero siempre he contado con la ayuda de los propios pacientes”. A veces cuando la climatología era muy mala “me echaban la bronca” por haber llegado hasta allí con mi coche “sólo para pasar consulta”, rememora. “Me espetaban: ¿pero para qué ha venido usted? Si tenemos una urgencia ya nos arreglaremos con el panadero”, recuerda entre sonrisas.

COMPROMISO CON LA SOCIEDAD

Es un médico de familia de los de toda la vida y presume con orgullo de “haber cumplido siempre con el trabajo”. “No he dejado ninguna guardia sin cubrir, ni he faltado a ninguna visita domiciliaria”, reconoce. “Puedo ir más despacio, pero llego ”, e insiste, “si en algún momento he precisado del apoyo de algún colega médico o de alguna enfermera, siempre lo he tenido”.

Desde hace 17 años el doctor Brihuega ejerce como médico en una zona urbana. Quizá aquí no tenga que enfrentarse a escarpados caminos, en cambio sí a edificios de siete plantas sin ascensor. “Recuerdo que cuando iba por el cuarto piso la familia se asomó y al verme con muletas pensó que me había sucedido algo al tratar de subir”, comenta. “Podría escribir un libro con las situaciones curiosas en las que me he visto inmerso debido a mi discapacidad”. Una condición que, lejos de suponer un impedimento para conseguir sus objetivos, “ha sido justo al revés”, subraya. “Fue mi discapacidad la que me condujo a querer ser médico”, explica. “El traumatólogo que me operó cinco veces cuando era niño me metió el gusanillo en el cuerpo”.

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Fue entonces cuando aquel niño, que tuvo que pasar largas estancias ingresado en el hospital, firmó el compromiso con las personas, las familias, la sociedad y consigo mismo de convertirse en médico. Cumplió aquella promesa y en la actualidad José Manuel es uno de los 44.000 médicos de familia que cuenta el Ministerio de Sanidad.

RECETAS DE INCLUSIÓN

El doctor Faustino Afonso es otro ejemplo de ensamblaje perfecto entre el ejercicio de la medicina y la discapacidad. Este médico de Atención Primaria, con una displasia de cadera que le impide permanecer durante largo tiempo de pie, ha dado literalmente ‘un paso más más’ hacia la inclusión. El joven tinerfeño fue noticia el pasado verano cuando recibió un exoesqueleto gracias a la labor conjunta de la empresa MedCor y la Fundación ONCE.

Al doctor Afonso le gusta su profesión, pero reconoce que lo que desea “es ser cirujano”. Esta especialidad implica estar muchas horas de pie, algo que, por su discapacidad, resulta imposible. Actualmente gracias al exoesqueleto que ha recibido se la abren nuevas puertas y no descarta presentarse al MIR para optar a una especialidad que incluya practicar cirugías mayores. De hecho, hace unos meses empezó a hacer intervenciones quirúrgicas menores.

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Hoy que se conmemora el Día Mundial de los Médicos de Familia como reconocimiento a su labor. La efeméride cobra especial importancia este año cuando según, datos aportados por el Ministerio de Sanidad, estos profesionales atienden “alrededor de 260 millones de consultas médicas, más de 100 millones de teleconsultas, más de 3 millones de visitas a domicilio y 33 millones de urgencias”.

Muchos de estos facultativos “han decidido abandonar la Atención Primaria” para optar por otras especialidades con mejores condiciones laborales”, señala la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF), y añade que se necesita “al menos 10.000 plazas adicionales de Atención Primaria para los próximos 5 a 7 años”, puesto que “el 28% de la plantilla, unos 12.000 profesionales médicos se encuentran próximos a la edad de jubilación”. Este es el caso de José María Brihuega que a sus 65 años y tras cuatro décadas atendiendo pacientes, o como él los llama, “casi familiares”, no tiene intención de colgar el fonendoscopio.

Un médico de familia que ni se plantea retirarse; otro que sueña con experimentar en nuevos campos de la medicina; pero ambos tienen en común su espíritu de entrega y dedicación a los demás. Cuando los pacientes entran a su consulta ven al médico. No reparan ‘ni en muletas ni en exoesqueletos’. Su profesionalidad hace desaparecer cualquier vestigio de discapacidad.


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