El grupo está inmerso desde 2015 en una guerra con la coalición liderada por Riad y lanza ataques contra Israel desde octubre
MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
Los hutíes, un grupo rebelde chií que opera en Yemen desde los años 90, han tomado en las últimas semanas un papel preponderante en Oriente Próximo al sumarse al conflicto abierto el 7 de octubre tras los ataques ejecutados por Hamás contra Israel y atacar numerosos buques en la zona del mar Rojo, amenazando la libertad de navegación en la zona.
El grupo, conocido oficialmente como Ansaralá (Seguidores de Dios), surgió en la provincia de Saada (norte) tras ser fundado bajo el nombre de Jóvenes Creyentes por miembros del clan Al Huti con el objetivo de lanzar un movimiento revivalista zaidí –una rama del chiísmo–, que en el pasado tuvo un papel dominante entre los siglos XVI y XIX, siendo derrocada la última monarquía zaidí en 1962.
Los hutíes tuvieron en sus orígenes a su principal figura en Husein al Huti, muerto en 2004 en pleno proceso de radicalización de la formación tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, que derivó en un aumento de las corrientes antiestadounidenses y antiisraelíes en el seno del grupo –que tomó como fuente de inspiración al partido-milicia chií libanés Hezbolá, apoyado por Irán–.
De hecho, la muerte de Al Huti –hermano del actual líder del grupo, Abdulmalik al Huti– tuvo lugar en medio de un conflicto desatado tras una orden dada por el entonces presidente yemení, Alí Abdulá Salé, para su detención, que derivó en un llamamiento a las armas por parte del líder hutí a sus seguidores. El conflicto continuó de forma esporádica hasta un acuerdo de alto el fuego en 2010.
Apenas un año después, el grupo aprovechó la oleada de protestas al hilo de la ‘Primavera Árabe’ para sumarse a las críticas al Gobierno y lograr avances territoriales en el norte en medio de la crisis, marcada por la dimisión de Salé en febrero de 2012 para que asumiera el cargo su vicepresidente, Abdo Rabbu Mansur Hadi.
Los avances de los hutíes se materializaron en una ofensiva lanzada en septiembre de 2014 contra la capital y en la toma del palacio presidencial en enero de 2015, cuando proclamaron su autoridad sobre el país, desencadenando una intervención militar encabezada por Arabia Saudí para apoyar a Hadi, quien siguió siendo reconocido internacionalmente como presidente, pese a que tuvo que huir del país.
La guerra ha estado marcada por un juego de alianzas que derivó en sorpresa después de que Salé se aliara con ellos en un aparente intento de recuperar el peso perdido años antes. El expresidente, quien había liderado el país desde 1978 –y quien llegó a comparar dirigir Yemen, que unificó en 1990, con “bailar sobre la cabeza de serpientes”–, murió en diciembre de 2017 en un ataque ejecutado por los hutíes contra su vehículo días después de que optara por cambiar sus alianzas y anunciara “una revolución contra la agresión hutí” y “una nueva página” en sus relaciones con Riad.
En el marco del conflicto abierto en 2015, el grupo ha reclamado la responsabilidad de numerosos ataques con misiles y drones contra Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), lo que provocó un aumento de las tensiones entre estos países e Irán, que ha dado apoyo militar y económico a los hutíes ante la ofensiva de la coalición internacional, respaldada por Estados Unidos.
A pesar de que el acuerdo alcanzado en marzo entre Irán y Arabia Saudí para restablecer sus relaciones diplomáticas derivó en un impulso diplomático que ha consolidado una tregua respetada en líneas generales desde hace meses, los ataques de Hamás han cambiado la situación sobre el terreno y han abierto la puerta a un nuevo papel de los hutíes en esta zona del mundo.
PARTICIPACIÓN EN EL CONFLICTO CON ISRAEL
El portavoz de operaciones militares de los hutíes, Yahya Sari, anunció el 31 de octubre que el grupo se sumaba al conflicto con el disparo de “un gran número” de misiles balísticos y drones contra Israel, al tiempo que prometió más ataques de este tipo para “ayudar a los palestinos a lograr la victoria”.
Desde entonces, el grupo –que es parte del conocido como ‘eje de la resistencia’ encabezado por Irán e integrado por Hezbolá y milicias proiraníes en Irak y Siria– ha realizado otros ataques contra Israel, que asegura que mantendrá “hasta que termine la agresión israelí” contra la Franja de Gaza. Asimismo, los hutíes han expandido sus actividades hacia aguas del mar Rojo con el objetivo declarado de afectar las capacidades de Israel y presionar al país para que ponga fin a sus ataques, que han dejado más de 18.000 muertos, 50.000 heridos y cerca de 1,9 millones de desplazados en Gaza.
Los hutíes anunciaron el 19 de noviembre que atacarían a todos los buques que sean propiedad o estén operados por empresas israelíes o lleven bandera de Israel en el mar Rojo, tras lo que secuestraron el ‘Galaxy Leader’. Tras ello, afirmaron la semana pasada que impedirán el tránsito de toda embarcación que vaya a Israel hasta que los gazatíes reciban “toda la ayuda (humanitaria) que necesitan”.
Desde entonces se han multiplicado los ataques contra buques en la zona, incluidos dos impactos en ataques con misiles que se han saldado sin víctimas, lo que ha hecho saltar las alarmas por la grave amenaza a la navegación que esto supone en una zona de importancia estratégica por servir como enlace entre el océano Índico y el mar Mediterráneo a través del mar Rojo y el canal de Suez.
POSICIÓN ESTRATÉGICA
La relevancia del estrecho es especialmente acentuada en la actualidad, dado que la mayoría de las exportaciones de petróleo y gas natural desde el golfo Pérsico pasan por Bab el Mandeb y el estrecho de Ormuz. La situación económica internacional derivada de los impactos de la pandemia de coronavirus y la invasión rusa de Ucrania depende en gran parte de la estabilidad del mercado energético, lo que provoca que la estabilidad en estos ‘chokepoints’ tenga una importancia especial.
Esta importancia se ha visto reflejada en las reiteradas condenas emitidas por Naciones Unidas, la Unión Europea (UE) y países como Estados Unidos por la amenaza que suponen los hutíes para la libertad de navegación, que ha llevado a Washington a plantear la posibilidad de crear una fuerza marítima multinacional para garantizar la seguridad en esta zona del mundo.
Sin embargo, las declaraciones de Estados Unidos se han encontrado rápidamente con una respuesta frontal desde Irán, que ha advertido ya de que esta fuerza multinacional, de formarse, haría frente a “enormes problemas”. Teherán ha defendido en múltiples ocasiones la necesidad de que sean los países de la región los encargados de los asuntos en Oriente Próximo y ha pedido la salida de las tropas estadounidenses de la región.
La misión sería diferente de la coalición marítima que ya lidera Estados Unidos en Oriente Próximo, integrada por 34 países y con su principal base en Bahréin, que sufrió este año un varapalo con la salida de EAU en pleno acercamiento entre Arabia Saudí e Irán, responsable de diversas incautaciones de buques alegando actos de contrabando y contra el medioambiente en el golfo Pérsico.
La situación ha llevado a las autoridades estadounidense a volver a declarar a los hutíes como una organización terrorista extranjera, lista en la que fueron incluidos en enero de 2021 justo antes de la salida de Donald Trump de la Casa Blanca y de la que salieron apenas un mes después tras la llegada al poder de la Administración de Joe Biden.
En esta línea, han aumentado las voces en Estados Unidos a favor de una postura más firme frente a la amenaza que supone el grupo, que se enmarca en un aumento de los ataques contra las fuerzas y objetivos estadounidenses en la región por parte de milicias proiraníes en Irak y Siria desde el estallido del conflicto en Gaza, sin que los hutíes hayan dado señales de que vayan a cambiar su postura a corto plazo.
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