MADRID, 5 (EUROPA PRESS)
Un nuevo estudio, publicado en ‘mSystems’, de la Universidad de Granada sugiere que la microbiota intestinal de los niños con peso ideal puede ser más resistente a la exposición a sustancias xenobióticas como el bisfenol A (BPA).
El BPA, una sustancia química sintética que se usa en la fabricación de productos de plástico duradero, como gafas y botellas de agua, también puede alterar el sistema endocrino, lo que significa que puede interferir en las funciones hormonales normales del organismo.
Así lo indican estudios anteriores, que apuntan que los altos niveles de exposición pueden ser perjudiciales para la salud humana de diversas maneras, también puede alterar el microbioma intestinal.
Pero las conexiones no están claras. Por ello, investigadores españoles han estudiado recientemente a un grupo de más de 100 niños para identificar los microbios que intervienen en la exposición al BPA y su degradación, con el objetivo más amplio de comprender la complicada relación entre ese proceso y la obesidad infantil.
En su estudio, publicado esta semana en ‘mSystems’, los investigadores hallaron más taxones bacterianos únicos en niños de peso normal que en niños con sobrepeso u obesidad.
Los resultados sugieren que la exposición al BPA podría promover comunidades microbianas diferentes en niños de peso normal que en niños con obesidad o sobrepeso.
“Descubrimos que la comunidad microbiana intestinal responde de forma diferente a la exposición al BPA en función del IMC (índice de masa corporal) del individuo”, ha afirmado la microbióloga Margarita Aguilera, doctora de la Universidad de Granada.
Aguilera es una de las autoras principales del estudio. Estas conexiones, afirma, “subrayan la intrincada interacción entre la microbiota intestinal y la posible fisiopatología humana resultante de la exposición acumulativa al BPA”.
Estudios anteriores han investigado los síntomas y efectos asociados a la exposición al BPA. Otros han utilizado modelos de ratón y la secuenciación del gen ARNr 16S, que puede revelar microbios en mezclas complejas de materiales, como los del intestino o el agua.
En el nuevo estudio, los investigadores, entre ellos la doctora Ana López-Moreno, que dirigió el trabajo experimental como parte de su tesis doctoral, combinaron el análisis de muestras cultivadas con la secuenciación de amplicones, un método que, por lo que saben, no se había utilizado antes.
Los resultados proceden de un estudio de 106 niños españoles, aproximadamente la mitad niños y la mitad niñas, todos ellos con edades comprendidas entre los 5 y los 10 años. Habían participado en el proyecto ‘OBEMIRISK’, un esfuerzo por comprender la interacción entre el BPA y el microbioma intestinal patrocinado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
Sesenta de los niños tenían un peso normal; el resto tenían sobrepeso o eran obesos. Las muestras fecales de los niños se expusieron a varios niveles de BPA y se dejaron incubar durante 3 días. A continuación, los investigadores utilizaron la secuenciación del ARNr 16s y la secuenciación de amplicones, identificando finalmente 333 especies bacterianas resistentes al BPA.
En particular, las especies de ‘Clostridium’ y ‘Romboutsia’ halladas en las muestras cultivadas con BPA fomentaron la riqueza de las comunidades de microbiota. En general, observó el equipo de Aguilera, los niños con peso normal albergaban una red de bacterias más diversa, enriquecida y estructurada que las encontradas en los grupos de niños con sobrepeso y obesidad.
Estos resultados sugieren que la microbiota intestinal de los niños con peso normal puede ser más resistente a la exposición a sustancias xenobióticas como el BPA.
“Saber qué microbios participan en la compleja red que conecta el BPA, la obesidad y el microbioma intestinal podría apuntar a futuras intervenciones y cambios políticos que podrían reducir el riesgo de obesidad infantil en todo el mundo”, ha señalado Aguilera.
En el futuro, los investigadores se proponen estudiar cómo la exposición a otras sustancias químicas sintéticas, como los parabenos y los ftalatos, puede influir en la composición del microbioma intestinal. El objetivo global de su grupo, sin embargo, es dilucidar los mecanismos que subyacen a una amenaza invisible pero generalizada.
“Queremos concienciar sobre los riesgos para la salud asociados a los microplásticos que entran en nuestro organismo y los que circulan en el medio ambiente. Es crucial que las personas sean conscientes de estas preocupaciones”, concluye Aguilera.
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