MADRID, 13 (EUROPA PRESS)
La variación en la composición proteica de la leche materna entre madres explica gran parte de la variación en la abundancia de microbios beneficiosos clave en el intestino de sus bebés, lo que sugiere un papel regulador de estas proteínas en la función inmune del microbioma intestinal en humanos, según un estudio realizado por investigadores chinos publicado en ‘Frontiers in Microbiology’.
Además, muchas de las proteínas de la leche materna, por ejemplo la caseína y las proteínas de la membrana de los glóbulos grasos de la leche, no son solo fuentes de energía y componentes moleculares, sino que también estimulan directamente la inmunidad, al menos en condiciones preclínicas.
Asimismo, el microbioma intestinal, compuesto por bacterias, arqueas y hongos, desempeña un papel vital en la regulación del sistema inmunológico. Esto plantea la posibilidad de que la función de estimulación inmunológica de las proteínas de la leche materna pueda tener dos vertientes: no solo estimulando el sistema inmunológico directamente, sino también indirectamente, regulando la abundancia de microbios intestinales que a su vez afectan la inmunidad.
“Aquí mostramos que la concentración de ciertas proteínas en la leche materna humana predice la abundancia de microorganismos intestinales específicos en los bebés, que se sabe que son importantes y necesarios para la salud”, asegura el autor principal conjunto, el doctor Ignatius Man-Yau Szeto, del Yili Maternal and Instituto de Nutrición Infantil de Beijing.
Según el investigador, estos hallazgos sugieren que “las proteínas maternas desempeñan un papel en el desarrollo inmunológico y metabólico temprano de la inmunidad de los bebés”.
Szeto y sus colegas estudiaron la asociación entre la composición proteica de 23 madres chinas (medida mediante cromatografía líquida de ultra rendimiento-espectrometría de masas) y la diversidad y abundancia de microbios intestinales beneficiosos en las heces de sus bebés, determinada mediante secuenciación de ARNr y realimentación cuantitativa.
“Nos centramos en nueve proteínas de la leche, incluidas la osteopontina, la lactoalbúmina y la k-caseína, porque recientemente se descubrió que benefician el desarrollo temprano de los bebés. Su función y mecanismos aún no se han descubierto completamente, por lo que queríamos examinar su papel potencial en la regulación del microbioma de los bebés”, explica el coautor principal, el docto Ai Zhao de la Universidad de Tsinghua (China).
La concentración de proteínas en la leche materna fue del 1,6 por ciento a los 42 días después del parto y del 1,2 por ciento a los tres meses después del parto. Las proteínas más abundantes fueron la caseína, la a-lactoalbúmina y la lactoferrina. A excepción de la inmunoglobulina A (un anticuerpo importante para la función inmune de las membranas mucosas), la concentración de todas las proteínas estudiadas disminuyó de 42 días a tres meses después del parto.
El microbioma intestinal de los bebés estaba compuesto principalmente por los géneros bacterianos Bifidobacterium, Escherichia , Streptococcus y Enterobacter.
Los investigadores encontraron las asociaciones más fuertes entre las concentraciones de proteínas de la leche materna y dos bacterias beneficiosas que eran relativamente raras en el microbioma intestinal de los bebés: Clostridium butyricum y Parabacteroides distasonis, ambas utilizadas como probióticos para humanos y animales domésticos.
Por ejemplo, la variación en la concentración de k-caseína en la leche materna explicó gran parte de la variación en la abundancia de C.butyricum en el intestino de sus bebés, mientras que la variación en la concentración de osteopontina explicó gran parte de la variación en la abundancia de P. distasonis.
Se sabe que la primera de estas bacterias regula la homeostasis intestinal y combate la enfermedad inflamatoria intestinal. El segundo, para contrarrestar la diabetes, el cáncer colorrectal y la enfermedad inflamatoria intestinal en humanos.
“Los resultados de este estudio sugieren que proteínas específicas de la leche materna pueden influir en la abundancia de ciertos microbios intestinales en los bebés, desempeñando un papel importante en el desarrollo inmunológico y metabólico temprano”, concluyen los autores.
No obstante, advierten que se necesitan más estudios porque estos hallazgos “se basan en correlaciones que no son suficientes para establecer un efecto causal directo”.
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