MADRID, 24 (EUROPA PRESS)
La esperanza de vida a nivel mundial no se recuperó el año pasado tras el gran impacto en la mortalidad por la pandemia de COVID-19 en 2020, según un estudio del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica de Rostock (Alemania) y el Centro Leverhulme de Ciencias Demográficas de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
La investigación, publicada en la revista científica ‘Nature Human Behaviour’, examinó los cambios en la esperanza de vida de 29 países. La mayoría, incluidos Estados Unidos, Chile y 27 países de Europa, vieron disminuir la esperanza de vida por segundo año consecutivo.
“Estados Unidos es un ejemplo especialmente trágico; en 2021 el país consiguió normalizar la mortalidad entre los mayores de 80 años a los niveles anteriores a la pandemia, pero la mortalidad entre los menores de 80 años aumentó”, ha explicado Jonas Schöley, uno de los líderes de la investigación.
Como resultado, la esperanza de vida por períodos en Estados Unidos cayó durante dos años consecutivos, en 2020 en 25,5 meses y en 2021 en otros 2,7 meses.
La esperanza de vida volvió a los niveles anteriores a la pandemia sólo en unos pocos países de Europa: Francia, Bélgica, Suiza y Suecia. En estos países, la esperanza de vida en el periodo se redujo significativamente en 2020. En 2021, sin embargo, la mortalidad de la población mayor y menor de 60 años volvió a las cifras prepandémicas.
Mientras que los países de Europa Occidental consiguieron converger de nuevo a la esperanza de vida del periodo pre-COVID en 2021, la crisis de mortalidad empeoró de 2020 a 2021 en gran parte de Europa del Este.
“Esto es particularmente evidente en Bulgaria. En 2021, la esperanza de vida en el periodo era 3,6 años inferior a los niveles anteriores a la pandemia”, afirma Schöley.
Esta pérdida de esperanza de vida no se explica únicamente por las muertes de las personas muy mayores: más del 25 por ciento de la caída de la esperanza de vida en el periodo se debe al aumento de la mortalidad de las personas de entre 40 y 60 años.
“Un cambio notable entre 2020 y 2021 fue que los patrones de edad del exceso de mortalidad se desplazaron en 2021 hacia grupos de edad más jóvenes, ya que las vacunas comenzaron a proteger a los ancianos”, ha resaltado otro de los autores, Ridhi Kashyap.
Los autores apuntan que aunque Bulgaria tenía la tasa de vacunación más baja en otoño de 2021 de todos los países estudiados, eso no explica por sí solo las recientes disparidades en la esperanza de vida entre Europa Oriental y Occidental. Según detallan, las diferencias en los sistemas sanitarios y las condiciones de vida en general también influyen.
En Alemania, las pérdidas en la esperanza de vida por períodos, tanto en 2020 como en 2021, fueron moderadas según los estándares internacionales, con un total de 5,7 meses. Sin embargo, la pérdida aumentó más en 2021, con 3,1 meses, que los 2,6 meses de 2020. Noruega fue el único país del estudio que registró un aumento global de la esperanza de vida en el periodo de 1,7 meses a pesar de la pandemia.
“Con nuestro estudio queríamos principalmente averiguar si las poblaciones se recuperan de un choque de mortalidad y cómo lo hacen”, detalla Schöley.
Para ello, el equipo de investigadores de las universidades de Oxford, Tallin, el sur de Dinamarca y el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica encontró dos respuestas: en primer lugar, la mortalidad en el grupo de población de más edad debe normalizarse y las muertes no deben desplazarse a grupos de edad más jóvenes. En segundo lugar, y no es de extrañar, la vacunación ayuda.
En el pasado, acontecimientos como las dos guerras mundiales y las epidemias de gripe también hicieron que la esperanza de vida en el periodo cayera en picado. El descenso más acusado se produjo al final de la Primera Guerra Mundial y durante la epidemia de gripe de 1918.
Por el contrario, en anteriores epidemias mundiales se produjo un rebote bastante rápido de los niveles de esperanza de vida. Sin embargo, la escala y la magnitud de la COVID-19 en la mortalidad contradice las afirmaciones de que no ha tenido más impacto que una enfermedad similar a la gripe. Las pérdidas de esperanza de vida durante las recurrentes epidemias de gripe de la segunda mitad del siglo XX han sido mucho menores y menos generalizadas que las observadas en la pandemia.
En su comparación histórica, los investigadores también muestran que incluso las pérdidas graves de más de cinco años en la esperanza de vida del período, como en 1918, se recuperaron en sólo unos pocos años naturales posteriores. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la frecuencia de las crisis de mortalidad también se redujo considerablemente.
“La COVID-19 ha desencadenado una de las crisis de mortalidad más graves de los últimos 100 años en todo el mundo. Sin embargo, las crisis anteriores sólo interrumpieron temporalmente la tendencia al aumento de la esperanza de vida. Nuestros datos para 2021 muestran que la actual crisis de mortalidad se está experimentando de forma muy desigual, profundizando, por ejemplo, la diferencia de esperanza de vida entre Europa Oriental y Occidental”, argumenta Schöley.
La esperanza de vida por periodos muestra el riesgo de muerte al que está expuesta una población en un año. Si el riesgo de morir en un año aumenta, por ejemplo debido a una ola de calor o a una infección de COVID-19, la esperanza de vida disminuye. Si, por el contrario, el riesgo de morir disminuye, por ejemplo debido a la mejora de la atención sanitaria o las vacunas, la esperanza de vida aumenta.
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