MADRID, 17 (EUROPA PRESS)
Un nuevo estudio del Centro de Excelencia para el Estudio Avanzado del Comportamiento Colectivo (CASCB) de la Universidad de Constanza (Rumanía) ha demostrado que, cuando los individuos actúan por motivos puramente egoístas, puede llevar a una situación justa dentro del grupo.
Los investigadores utilizaron simulaciones por ordenador para estudiar cómo los animales de rebaño pueden reducir su riesgo de depredación. El estudio se basa en la idea sugerida por W.D. Hamilton en 1971, según la cual los individuos de una manada se posicionan de modo que su propio riesgo de depredación se reduce a expensas de sus vecinos. Los resultados se publicaron en la revista ‘Journal of Theoretical Biology’.
La razón por la que muchos animales se organizan en manadas no es necesariamente el resultado de un comportamiento gregario o social. Un ejemplo son las focas: Solas, son presa fácil de orcas o tiburones. En cambio, es mucho más segura dentro de un grupo, porque así el peligro de un ataque se reparte entre muchos individuos. Es más seguro en el centro del grupo, donde los animales se amontonan en un espacio muy reducido y es más probable que un ataque se dirija a un vecino cercano que a uno mismo. En cambio, en el borde del grupo, con solo unos pocos vecinos, el riesgo de depredación es considerablemente mayor. Por ello, cada animal intenta ocupar uno de los codiciados lugares del centro.
¿EL EGOÍSMO CONDUCE A UNA DISTRIBUCIÓN EQUITATIVA DEL RIESGO?
Con ayuda de la inteligencia artificial (aprendizaje por refuerzo), el investigador Clemens Bechinger y sus colegas estudiaron cómo los individuos deben alterar sus posiciones de forma óptima para mantener la distancia entre ellos y los demás lo más pequeña posible, lo que, a su vez, reduce su propio riesgo de ser atacados.
“Como esta estrategia aumenta el riesgo para los vecinos, se considera claramente una motivación egoísta”, afirma Veit-Lorenz Heute, que trabaja como estudiante de doctorado en el proyecto. Tal y como predijo Hamilton, los físicos observaron que los individuos que al principio estaban dispersos luego formaban una manada densa, porque así disminuye su distancia a los vecinos y se reduce el riesgo individual de ser atacado.
“Considerar el aprendizaje por refuerzo para colectivos abre un abanico de nuevas posibilidades en la comprensión del comportamiento animal”, añade Iain Couzin, ponente del CASCB y catedrático de Biodiversidad y Comportamiento Colectivo de la Universidad de Constanza. “Proporciona una forma elegante de preguntarse cómo pueden surgir comportamientos adaptativos en el complejo contexto social característico de las bandadas y los enjambres”, añade.
Los investigadores se sorprendieron, sin embargo, al ver lo que ocurría después de que se hubiera formado la manada. Sus simulaciones muestran que el riesgo de depredación promediado en el tiempo es exactamente igual para todos los individuos. Obviamente, los miembros situados en el centro de la manada no pueden defender posiciones tan ventajosas, ya que otros animales empujan hacia ese codiciado lugar. “Esto es resultado de la gran dinámica dentro del grupo, que hace imposible que los individuos mantengan posiciones óptimas específicas”, afirma Samuel Monter, que también participa en el estudio.
Otra observación interesante es que, como resultado de esta competición permanente por las mejores posiciones, el grupo empieza a girar alrededor de su centro gravitatorio, de forma similar a lo que se observa en muchas manadas de animales. “Nuestro estudio demuestra que la formación de grupos no se debe necesariamente a sus comportamientos gregarios, sino que también puede explicarse por motivaciones totalmente egoístas de los individuos para obtener una ventaja a costa de los demás”, concluye Bechinger.
“Nuestro estudio no solo ayuda a comprender los comportamientos colectivos en los sistemas vivos, sino que los resultados también pueden ser útiles en el contexto de la búsqueda de estrategias óptimas de cómo deben programarse los dispositivos robóticos autónomos para dominar las tareas colectivas”, añade.
“Llevamos mucho tiempo observando vórtices en grupos de animales y este trabajo aporta una idea de por qué puede ser así”, expresa Couzin, para agregar que, si cada individuo actúa para reducir el riesgo, acercándose a los demás, pero también es penalizado por las colisiones, “surgen de forma natural remolinos giratorios, como en los bancos de peces e incluso en algunos animales pastores”.
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