MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
La brecha entre las expectativas y la realidad puede hacer que las personas se sientan solas. Pero las personas mayores, en particular, pueden tener ciertas expectativas en sus relaciones sociales que se han pasado por alto en la lucha contra la soledad, según un estudio realizado por el King’s College de Londres (Reino Unido) y la Universidad de Duke (Estados Unidos).
“La soledad es el resultado de una discrepancia entre las relaciones sociales esperadas y las reales”, ha afirmado Akhter-Khan, primera autora de la investigación, que se ha publicado en la revista científica ‘Perspectives on Psychological Science’.
Junto con Leon Li, doctor en Psicología y Neurociencia de la Universidad de Duke, Akhter-Khan es coautora de este estudio sobre por qué las personas se sienten solas, sobre todo en la edad avanzada, y qué podemos hacer al respecto.
“El problema que identificamos en la investigación actual es que no hemos pensado realmente en ello: ¿Qué espera la gente de sus relaciones? Trabajamos con esta definición de expectativas, pero no identificamos realmente cuáles son esas expectativas y cómo cambian entre culturas o a lo largo de la vida”, ha comentado Akhter-Khan.
En todas las relaciones, esperamos ciertos aspectos básicos. Todos queremos que haya personas en nuestras vidas a las que podamos pedir ayuda. Amigos a los que podamos llamar cuando los necesitemos. Alguien con quien hablar. Gente que nos ‘entienda’. Alguien en quien podamos confiar. Compañeros con los que podamos compartir experiencias divertidas.
Pero la teoría del equipo, denominada Marco de Expectativas de Relaciones Sociales, sugiere que las personas mayores pueden tener ciertas expectativas de relación que se han pasado por alto.
La primera pista de Akhter-Khan de que las causas de la soledad podrían ser más complejas de lo que parece llegó durante un año que pasó estudiando el envejecimiento en Myanmar de 2018 a 2019. Al principio, asumió que la gente generalmente no se sentiría sola, después de todo, “la gente está tan conectada y vive en una sociedad muy unida”. “La gente tiene grandes familias; a menudo están alrededor de los demás. ¿Por qué iba a sentirse sola la gente?”, detalla.
Pero su investigación sugiere lo contrario: “En realidad, resulta que es diferente. La gente puede seguir sintiéndose sola, aunque no pase mucho tiempo sola. Lo que los esfuerzos por reducir la soledad han dejado de lado es cómo nuestras expectativas de relación cambian a medida que envejecemos. Lo que queremos de las relaciones sociales, por ejemplo, a los 30 años, no es lo que queremos a los 70”.
Los investigadores identificaron dos expectativas específicas de la edad que no se han tenido en cuenta. Por un lado, los adultos mayores quieren sentirse respetados. Quieren que la gente les escuche, se interese por sus experiencias y aprenda de sus errores. Que aprecien lo que han pasado y los obstáculos que han superado.
También quieren contribuir: devolver algo a los demás y a su comunidad y transmitir tradiciones o habilidades a través de la enseñanza y la tutoría, el voluntariado, la prestación de cuidados u otras actividades significativas.
Encontrar formas de cumplir estas expectativas a medida que envejecemos puede contribuir en gran medida a combatir la soledad en la tercera edad, pero las investigaciones las han dejado de lado en gran medida. “No forman parte de los baremos habituales de la soledad”, ha insistido Li.
En cualquier caso, advierten de que la soledad no es exclusiva de las personas mayores. “También es un problema de los jóvenes. Si se observa la distribución de la soledad a lo largo de la vida, hay dos picos, uno en la juventud y otro en la vejez”, ha sostenido Akhter-Khan.
Incluso antes de la pandemia de COVID-19, los líderes mundiales empezaron a dar la alarma sobre la soledad como problema de salud pública. Reino Unido se convirtió en el primer país en nombrar un ministro para la soledad, en 2018. Japón hizo lo propio en 2021.
Esto se debe a que la soledad es más que un sentimiento: puede tener impactos reales en la salud. La soledad persistente se ha asociado con mayores riesgos de demencia y enfermedad de Alzheimer, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, y otros problemas de salud. Algunos investigadores sugieren que es comparable o más arriesgada que el tabaquismo y la obesidad.
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