MADRID, 31 (EUROPA PRESS)
Un estudio de imagen dirigido por un científico de la Universidad de Texas en Dallas (Estados Unidos) ha identificado factores de riesgo tempranos relacionados con el temperamento de los niños y un proceso neuronal que podría predecir el desarrollo de depresión y ansiedad en la adolescencia y en los primeros años de la vida adulta.
El estudio, publicado la semana pasada en la revista científica ‘JAMA Psychiatry’, realizó un seguimiento de una cohorte de 165 individuos desde los 4 meses de edad, entre 1989 y 1993, hasta los 26 años.
La doctora Alva Tang, profesora adjunta de psicología en la Facultad de Ciencias del Comportamiento y del Cerebro y autora correspondiente del estudio, descubrió que las personas que son más inhibidas en la primera infancia y que tampoco responden de forma típica a las posibles recompensas cuando son adolescentes son vulnerables a desarrollar depresión más adelante, más que ansiedad.
“Los resultados ponen de relieve diferentes mecanismos en el cerebro y los relacionan con quiénes tienen más riesgo de desarrollar diferentes problemas de salud mental. Estos resultados podrían informar sobre el desarrollo de tratamientos orientados a la prevención y adaptados al individuo”, ha comentado Tang.
Cuando los bebés se exponen a objetos, personas o situaciones nuevas, algunos reaccionan positivamente y se acercan a ellos sin miedo, mientras que otros responden con recelo o evitación. Esta diferenciación define el comportamiento desinhibido frente al inhibido.
“Sabemos que los niños inhibidos son más propensos a padecer trastornos de ansiedad más adelante, sobre todo ansiedad social, que comienza en la infancia tardía y la adolescencia. Se sabe menos sobre la depresión, que generalmente tiene un inicio más tardío, en la edad adulta joven. Pero sí sabemos que las personas que han padecido un trastorno de ansiedad tienen entre un 50 y un 60 por ciento más de probabilidades de padecer depresión más adelante, por lo que los niños inhibidos deberían tener también un mayor riesgo de depresión”, afirma Tang.
La investigación de Tang es única por su caracterización de los riesgos temperamentales tempranos de los sujetos y la prolongada duración del estudio.
“Para demostrar cualquier relación con el aumento de los síntomas depresivos a lo largo del tiempo, tenemos que hacer un seguimiento de los sujetos durante décadas, porque los síndromes completos no suelen aparecer hasta la edad adulta”, detalla la investigadora.
De pequeños, los sujetos fueron clasificados como inhibidos o desinhibidos. De adolescentes, se les sometió a una resonancia magnética funcional mientras completaban una tarea para medir la reacción de sus cerebros al anticipar recompensas, en este caso, tratar de ganar dinero.
“Nos fijamos en el estriado ventral, una región del cerebro muy estudiada para entender la depresión en los adultos, para ver si está vinculada al procesamiento inadaptado en los centros de recompensa del cerebro. Algunos de los participantes en el estudio mostraron una respuesta atenuada en esta región del cerebro como reacción a posibles recompensas monetarias”, argumenta Tang.
Los investigadores descubrieron que la relación entre la inhibición entre los 14 y los 24 meses de edad y el empeoramiento de los síntomas depresivos entre los 15 y los 26 años de edad sólo se daba entre aquellos que también mostraban una actividad embotada en el estriado ventral cuando eran adolescentes. No hubo una asociación similar con la ansiedad.
“Encontramos que la inhibición conductual estaba relacionada con el empeoramiento de los síntomas depresivos en la edad adulta. Esto apoya la afirmación de que este temperamento muestra una relación más fuerte con el desarrollo de la ansiedad en la adolescencia, pero en la edad adulta está ligado más fuertemente a la depresión. Sin embargo, no todos los niños inhibidos desarrollan ansiedad o depresión. En particular, los niños inhibidos que mostraban una actividad estriatal embotada eran más propensos a deprimirse en la edad adulta”, resalta Tang.
Investigaciones anteriores han relacionado la ansiedad con las redes y procesos neuronales que sirven a la atención y las funciones ejecutivas, mientras que el trabajo actual destaca los centros de recompensa y motivación en el cerebro relacionados con la depresión. “Este estudio es nuevo porque puede separar diferentes tipos de correlación cerebral para estas diferentes condiciones”, esgrime.
- Te recomendamos -