MADRID, 15 (SERVIMEDIA)
Un tercio de los lagos, los ríos, los estuarios y las aguas costeras vigiladas de la UE (concretamente, un 37%) está en un estado ecológico ‘bueno’ o ‘alto’ y un 29% se encuentra en un estado químico ‘bueno’.
Por el contrario, las aguas subterráneas de Europa se encuentran en mejores condiciones, pues el 77% alcanzan en buen estado químico y el 91% se encuentran en buen estado cuantitativo en términos de suministro.
Así se desprende del informe ‘El estado del agua en Europa en 2024: la necesidad de mejorar la resiliencia hídrica’, elaborado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) y hecho público este martes. Se trata de la mayor evaluación sobre la salud de las masas hídricas en el continente.
“La salud de las aguas de Europa no es buena. Nuestras aguas se enfrentan a una serie de desafíos sin precedentes que amenazan la seguridad hídrica de Europa”, apuntó Leena Ylä-Mononen, directora ejecutiva de la AEMA.
Ylä-Mononen añadió: “Necesitamos redoblar nuestros esfuerzos para restablecer la salud de nuestros valiosos ríos, lagos, aguas costeras y otras masas de agua y asegurarnos de que este recurso vital sea resistente y seguro para las generaciones futuras”.
CAUSAS
La contaminación, la degradación del hábitat, los efectos del cambio climático y el uso excesivo de los recursos de agua dulce ejercen una presión sin precedentes sobre los lagos, ríos, aguas costeras y aguas subterráneas de Europa. Según el informe, Europa no está en vías de cumplir sus objetivos de mejora de la salud de las aguas conforme a las normas de la UE.
La agricultura es la principal fuente de presión tanto para las aguas superficiales como las subterráneas debido al uso del agua y a la contaminación derivada del uso intensivo de nutrientes y pesticidas.
De hecho, la agricultura es, con diferencia, el mayor consumidor neto de agua de Europa. Si no se producen cambios en las prácticas, es probable que la demanda de la agricultura de regadío aumente con el cambio climático, según el informe.
Además, el documento apunta que, pese a algunos avances, las aguas y los ecosistemas acuáticos de Europa sufren graves efectos de las sustancias químicas, sobre todo por la contaminación atmosférica derivada de la generación de energía a partir del carbón y la contaminación difusa causada por nutrientes y pesticidas procedentes de la agricultura.
La degradación del hábitat también está muy extendida. Al reto de proteger los ecosistemas acuáticos se suma el cambio climático, que altera los patrones meteorológicos y aumenta las presiones sobre los recursos hídricos y su gestión.
PROGRESO LIMITADO
La AEMA subraya que las medidas adoptadas por los países de la UE han logrado evitar un mayor deterioro del estado de las aguas comunitarias al abordar cierta contaminación química y mejorar las perspectivas de algunas especies, como los mejillones y los crustáceos, pero no se ha detectado ninguna mejora general desde el último ciclo de seguimiento.
De hecho, las aguas subterráneas son una fuente clave de agua potable y son necesarias para el medio ambiente, la agricultura y la industria, pero en ellas continúan existiendo problemas de contaminación por pesticidas y nutrientes.
La Directiva Marco del Agua (DMA) de la UE estableció 2015 como plazo límite para alcanzar el buen estado de las aguas superficiales y subterráneas o, a más tardar, el año 2027. Al ritmo actual de progreso, este plazo no se cumplirá, según el informe.
Por ello, la AEMA propone reducir el uso del agua y mejorar la eficiencia para abordar el estrés hídrico en la agricultura, la industria y el hogar. Establecer objetivos centrados en el ahorro de agua o la reducción de la demanda podría ayudar a impulsar la acción y facilitar el seguimiento de los avances hacia la resiliencia hídrica.
También propone reducir las presiones y prevenir la contaminación, así como rebajar el uso y prevenir la liberación de sustancias nocivas y nutrientes al agua.
La restauración de la naturaleza o reconectar ríos y sus llanuras de inundación y la restauración de humedales y turberas pueden conducir a ecosistemas de agua dulce más saludables y con mayor biodiversidad, que pueden suministrar agua de buena calidad y almacenar carbono y mitigar el impacto de los fenómenos climáticos extremos, según el informe.
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