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Ser una empresaria con discapacidad siendo mujer es como jugar al bingo de las barreras, donde parece que cada obstáculo es una línea que se debe completar

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MADRID, 16 (SERVIMEDIA)

A Sarai Merino un accidente de trafico le robó la movilidad de su cuerpo con apenas de 18 años, pero no la voluntad. A sus 37 se ha convertido en la ‘jefa’ de su vida y de una exitosa empresa especializada en el abordaje del autismo, aunque confiesa “que no es fácil emprender cuando se tiene una discapacidad”.

Ser mujer y empresaria no resulta fácil, pero si además “presentas una discapacidad severa”, como una tetraplejia, “es casi como cantar línea” en el bingo de las barreras, confiesa en una entrevista a Servimedia en el Día Mundial del Emprendimiento, que se conmemora este domingo 16 de abril.

Esta murciana sufrió una grave lesión medular a los 18 años tras un accidente de tráfico que la dejó prácticamente paralizada, apenas puede mover una mano. “Siempre tuve en mente estudiar fisioterapia”, confiesa. Lo que no imaginaba es que iba a pasar largo tiempo hospitalizada recibiendo sesiones diarias a manos precisamente de un rehabilitador, justo lo que ella soñaba en convertirse.

“Cuando me dijeron que me había quedado tetrapléjica se me truncaron todos mis sueños. Yo no soy de plan b, ni c ni d. Así que cuando mi primera opción se destruyó no sabía qué hacer”, asegura la joven. Sarai tuvo nueve meses para gestar su nuevo proyecto de vida. Al principio se mostró “algo confusa” y experimentó el vértigo hacia “un futuro incierto”, pero se recompuso y regresó a su casa para tomarse un año sabático, ponerse en forma y buscar “una alternativa o plan b”, relata con determinación.

“Decidí cursar Educación Social por descarte, no por vocación, porque era una carrera fácil y la facultad se encontraba cerca de mi casa”, lo que permitía que su madre le acompañara a diario. Aquella experiencia académica le condujo, casi sin proponérselo, a estudiar una segunda carrera, la de Pedagogía. Pero el hambre por aprender de esta mujer era insaciable y deseaba convertirse en una gran profesional. Y la chica que no creía en los planes alternativos acabó con dos títulos universitarios y un doctorado ‘cum laude’ en autismo bajo el brazo y muchas ganas de emprender.

PEQUEÑA EMPRESARIA, GRAN MUJER

Han transcurrido cinco años desde que esta mujer decidió ser su propia jefa. “En 2018 me informé acerca de las ayudas que tenía por mi grado de discapacidad. Me dieron un dinero para llevar a cabo la obra del local y me lancé a la aventura”.

Puso en marcha un centro multidisciplinar centrado en el abordaje del autismo, las grandes discapacidades en la infancia y la atención temprana mediante el apoyo a los niños y a sus familias donde se ofrecen servicios de psicopedagogía, nutrición, logopedia, psicología, fisioterapia y pedagogía.

Sarai lo narra con humildad, como si nada. Sin embargo, no le falta mérito a esta murciana que empezó con una plantilla de cinco profesionales y 40 niños, y en tan sólo cinco años, pandemia incluida, ha duplicado el profesorado y cuenta con más de 150 alumnos.

Esta mujer se desliza con su silla de ruedas con la misma destreza por los pasillos de su centro académico como por los vericuetos del mundo empresarial. Reconoce que sus alumnos le sorprenden cada día. “Hay veces que ven que me cuesta hacer algo y me preguntan ‘¿te ayudo?’, pero de un modo absolutamente natural”. Para los padres de los niños Sarai quiere ser “un ejemplo para sus hijos, para que vean que todo se puede superar y que siempre hay que seguir esforzándose”.

Preguntada por si su discapacidad afecta a la credibilidad profesional, la empresaria es muy clara. “Las personas con discapacidad somos responsables, en cierto modo, de esas miradas extrañas porque durante mucho tiempo nos hemos quedado en casa, sin salir a estudiar ni a trabajar”. Y continúa el relato explicando que a veces “hay padres que nunca se dirigen a mí para solventar una duda porque no creen que yo sea la jefa”. “Pero lo soy, y aunque no me suele hacer falta ejercer como tal porque tengo muy buena relación con todos mis empleados, cuando ‘toca’ no necesito ponerme de pie”. “No me hace falta más altura”, explica desde su silla de ruedas.

Ahora Sarai se muestra ilusionada en busca de un local más amplio donde poder alojar a un número cada vez mayor de alumnos cuyos padres se muestran “muy satisfechos” con su labor profesional porque, como subraya, “son personas que al tener hijos con una gran discapacidad están muy sensibilizados con mi situación, de modo que conectan conmigo de un modo muy especial”.

Reconoce que ha tenido mucha suerte pero que ser emprendedora “no es fácil independientemente de si se tiene o no discapacidad”. “Si además presentas una discapacidad tienes que aprender a adaptarte a las nuevas situaciones y sobre todo ser realista”. Ella renunció a su sueño de ser fisioterapeuta, entonces “cambias de plan y eliges un oficio que puedes desempeñar perfectamente”. “No hay que tener miedo a emprender un proyecto que tengas en tu mente”.

EMPRENDIMIENTO Y DISCAPACIDAD

Precisamente, la Fundación ONCE dispone de un programa para emprendedores como Sarai que tienen un sueño por cumplir. El programa ‘Por Talento Emprende’ cuenta con el apoyo del Fondo Social Europeo y pretende fomentar el autoempleo y la integración laboral de las personas con discapacidad.

A lo largo del pasado año esta entidad puso en marcha 120 negocios de naturaleza muy variada. Lo mismo que Sarai apostó por una academia centrada en la psicopedagogía, la Fundación ONCE ha posibilitado que otros emprendedores suban la persiana de sus sueños y abran empresas como una ludoteca, una compañía de servicios de entrenamiento y asesoramiento sobre bienestar, otra de naturopatía y bioenergética, una empresa de marketing, una agencia de viajes o una peluquería canina, entre otras.

Los emprendedores reciben una aportación económica fija y mínima de 3.000 euros que se puede incrementar en función de su perfil: hasta 2.000 euros más para los colectivos con discapacidad de especial dificultad, entre los que se encuentran personas con parálisis cerebral, enfermedad mental o discapacidad intelectual; 1.000 euros más a las mujeres, los parados de larga duración, los mayores de 45 años y los inmigrantes; y hasta 2.000 euros más a las víctimas de violencia de género, las familias monoparentales y aquellos hogares con todos los miembros en desempleo e hijos menores a cargo.

En definitiva, a lo largo de 2022 la Fundación ONCE ha destinado 2,6 millones de euros para impulsar el autoempleo de personas con discapacidad favoreciendo en especial a las mujeres con discapacidad. Mujeres como Sarai Merino, que no conoce la palabra inactividad. Puede que sus extremidades ‘se dieran de baja’ tras una lesión medular, pero su espíritu emprendedor no deja de crecer.


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