MADRID, 06 (SERVIMEDIA)
Un equipo de investigadores ha identificado un gen relacionado con la obesidad (DENND1B) en perros que también puede influir en que las personas sean obesas, puesto que esta circunstancia se desarrolla con influencias ambientales similares en ambos casos.
El estudio, publicado este jueves en la revista ‘Science’, se basa en el análisis de asociación del genoma completo de perros labradores retrievers. El gen canino más fuertemente asociado con la obesidad es DENND1B, que también portan los humanos.
Los investigadores descubrieron que DENND1B afecta directamente una vía cerebral responsable de regular el equilibrio energético en el cuerpo, llamada vía leptina-melanocortina.
También se mapearon directamente en genes humanos otros cuatro genes asociados con la obesidad canina, pero que ejercen un efecto menor que DENND1B.
“Estos genes no son objetivos obvios de inmediato para los fármacos para adelgazar porque controlan otros procesos biológicos clave del organismo en los que no se debería interferir. Pero los resultados ponen de relieve la importancia de las vías cerebrales fundamentales para controlar el apetito y el peso corporal”, según Alyce McClellan, del Departamento de Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de la Universidad de Cambridge (Reino Unido).
Natalie Wallis del Departamento de Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de la Universidad de Cambridge, añade que “los perros con alto riesgo genético de obesidad estaban más interesados en la comida”.
“Medimos cuánto molestaban los perros a sus dueños para que les dieran comida y si eran quisquillosos con la comida. Los perros con alto riesgo genético de obesidad mostraron signos de tener un mayor apetito, como también se ha demostrado en personas con alto riesgo genético de obesidad”, apunta Wallis.
CONTROL DE LA COMIDA
El estudio descubrió que los dueños que controlaban estrictamente la dieta y el ejercicio de sus perros lograron evitar que incluso aquellos con alto riesgo genético se volvieran obesos, pero se requirió mucha más atención y esfuerzo.
De manera similar, las personas con alto riesgo genético de desarrollar obesidad no necesariamente se volverán obesas si siguen una dieta estricta y un régimen de ejercicio, pero son más propensas a aumentar de peso.
Al igual que con la obesidad humana, ningún gen determinó si los perros eran propensos a la obesidad; el efecto neto de múltiples variantes genéticas determinó si los perros tenían un riesgo alto o bajo.
“Estudiando a los perros podríamos medir su deseo de comida de forma independiente del control que ejercen los dueños sobre la dieta y el ejercicio de sus perros. En los estudios con seres humanos, es más difícil estudiar cómo el apetito impulsado genéticamente requiere una mayor fuerza de voluntad para mantenerse delgado, ya que ambos factores afectan a la misma persona”, apunta Eleanor Raffan, del Departamento de Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de la Universidad de Cambridge.
EPIDEMIA
La actual epidemia de obesidad humana se refleja en una epidemia de obesidad canina. Entre un 40% y el 60% de los perros domésticos tienen sobrepeso o son obesos, lo que puede provocar una serie de problemas de salud.
Los perros son un buen modelo para estudiar la obesidad humana: desarrollan la obesidad a través de influencias ambientales similares a las de los humanos. Debido a que los perros dentro de una raza determinada tienen un alto grado de similitud genética, sus genes pueden vincularse más fácilmente a las enfermedades.
Para obtener sus resultados, los investigadores reclutaron a dueños de perros como mascotas, midieron su grasa corporal, puntuaron su ‘avaricia’ y tomaron una muestra de saliva para analizar el ADN. Luego analizaron la genética de cada perro. Al comparar el estado de obesidad del perro con su ADN, pudieron identificar los genes relacionados con la obesidad canina.
8% MÁS GRASA CORPORAL
Los perros portadores de la variante genética más asociada con la obesidad, DENND1B, tenían alrededor de un 8% más de grasa corporal que aquellos que no la presentaban.
Los investigadores examinaron luego si los genes que habían identificado eran relevantes para la obesidad humana. Analizaron estudios de gran población y cohortes de pacientes con obesidad grave de aparición temprana en los que se sospecha que cambios genéticos únicos causan el aumento de peso.
“Este trabajo demuestra lo similares que son genéticamente los perros a los humanos. Estudiar a los perros nos permitió centrarnos en este gen en particular, lo que ha supuesto un gran avance en la comprensión de cómo nuestro propio cerebro controla nuestra conducta alimentaria y el uso de energía”, concluye Raffan.
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