MADRID, 19 (SERVIMEDIA)
Un análisis de una pluma fosiliza de buitre con unos 30.000 años de antigüedad hallado en Italia revela por primera vez que la roca volcánica puede conservar detalles microscópicos de tejidos animales.
Así lo explica un equipo de nueve investigadores pertenecientes a instituciones de Irlanda e Italia en un estudio publicado en la revista ‘Geology’.
Los autores descubrieron un nuevo modo de preservación de tejidos blandos que puede ocurrir cuando los animales son enterrados en sedimentos volcánicos ricos en cenizas.
La nueva investigación revela que las plumas se conservan en una fase mineral llamada zeolita, un modo de conservación de tejidos blandos nunca antes registrado.
El buitre fósil fue hallado en 1889 cerca de Roma por un terrateniente local que reconoció su notable estado de conservación. Todo el cuerpo se conservó como una impresión tridimensional, con finos detalles como los párpados y las plumas de las alas.
La investigación demuestra que la conservación de las plumas se extiende a las diminutas estructuras microscópicas de pigmento de las plumas.
“Las plumas fósiles suelen conservarse en antiguos lodos de lagos o lagunas. El buitre fósil se conserva en depósitos de ceniza, lo cual es extremadamente inusual. Al analizar el plumaje del buitre fósil, nos encontramos en territorio desconocido. Estas plumas no se parecen en nada a lo que solemos ver en otros fósiles”, según Valentina Rossi, de University College Cork (Irlanda).
MICROSCOPIOS
Al analizar pequeñas muestras de plumas fósiles utilizando microscopios electrónicos y pruebas químicas, el equipo reveló que las plumas están preservadas en el mineral zeolita, un modo de preservación de fósiles nunca reportado antes.
“Las zeolitas son minerales ricos en silicio y aluminio, comunes en entornos geológicos volcánicos e hidrotermales. Las zeolitas pueden formarse como minerales primarios (con cristales de gran belleza) o de forma secundaria, durante la alteración natural del vidrio y la ceniza volcánica, lo que confiere a la roca un aspecto similar al de la lutita”, indica Rossi.
La alteración de la ceniza por el paso del agua indujo la precipitación de nanocristales de zeolitas que, a su vez, replicaron las plumas hasta el más mínimo detalle celular. “La excelente conservación de las estructuras de las plumas indica que el cadáver del buitre quedó enterrado en un depósito piroclástico de baja temperatura”, añade Rossi.
Dawid A. Iurino, de la Universidad de Milá (Italia), añade: “Estamos acostumbrados a pensar que los depósitos volcánicos están asociados con corrientes piroclásticas calientes y rápidas que destruyen los tejidos blandos. Sin embargo, estos entornos geológicos son complejos y pueden incluir depósitos de baja temperatura que preservan los tejidos blandos a nivel celular”.
“El registro fósil nos sorprende continuamente, ya sean nuevas especies fósiles, nuevas y extrañas formas corporales o, en este caso, nuevos métodos de conservación de fósiles. Nunca imaginamos encontrar tejidos delicados como plumas preservadas en una roca volcánica”, concluye Maria McNamara, de University College Cork.
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