MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
Roger Federer será recordado seguramente como uno de los mejores tenistas de la historia, no sólo por la conquista de 20 títulos de ‘Grand Slam’, actualmente el tercero mejor a nivel masculino, sino por haber cambiado la concepción de este deporte y de haber encabezado a la generación seguramente más exitosa y más dominante que ha existido hasta el momento.
El de Basilea, uno de los tenistas más queridos y respetados, pone fin a su carrera después de cumplir el pasado 8 de agosto 41 años y lastrado en sus últimas temporadas por los problemas físicos en las rodillas, curioso para alguien que nunca se retiró de un partido en su carrera, pero dejando un legado en la pista para las ya nuevas generaciones y posiblemente las futuras.
Este admirador de Stefan Edberg, que fue su entrenador, Boris Becker y Pete Sampras, lo ganó casi todo desde que empezase a dominar el tenis a partir del 2003, con 1.251 victorias, casi el 82 por ciento, 20 ‘Grand Slams’ y 103 títulos, cifras que evidencian su calidad pese a compartir desde 2005 escenario con los otros dos mejores de la historia.
Federer reinó gracias a un talento indiscutible para este deporte, apoyado en un sensacional servicio, en una facilidad para volear que le hace ser todavía el ‘rey’ de su adorado Wimbledon, pero, sobre todo, en una derecha que es y será la envidia del circuito. Técnicamente, y pese a sufrir en ocasiones con su revés, rozó la perfección y eso se pudo comprobar desde muy joven.
Capaz de jugar a gran nivel en cualquier superficie, Federer, con 19 años, ganaba el primero de sus 103 títulos en febrero de 2001, en la moqueta ‘indoor’ de Milán. Al final de ese año se acercaba al ‘Top 10’ (13), y en al siguiente dio un paso adelante en una época en la que no terminaba de haber un gran dominador, con tres títulos, entre ellos el Masters 1.000 de Hamburgo y una final en el de Miami ante Andre Agassi, aunque fue un año negativo en los ‘grandes’.
Y la historia del tenis comenzó a cambiar en 2003. Instalado ya en el ‘Top 10’ y emergiendo una rivalidad con Lleyton Hewitt, pese a su condición de ‘todoterreno’, demostró que su tenis era perfecto para hierba. Ganó en el que se convertiría en uno de sus torneos predilectos, Halle, que conquistó en diez ocasiones, y semanas después le llegó la gloria en Wimbledon, su torneo favorito. Derrotó a Mark Philippousis y disfrutó del primero de sus ocho títulos en el All England Tennis Club, donde es un auténtico ídolo, como se pudo comprobar en la pasada edición cuando fue tremendamente ovacionado en el homenaje a los campeones.
Tres años después, ya tenía en su palmarés un total de nueve ‘Grand Slams’ y el récord de Pete Sampras de 14, que años antes parecía imposible de superar, estaba a su alcance. Sólo se le resistía Roland Garros, en parte por culpa de la aparición de Rafa Nadal, que le negó muchos más éxitos sobre todo en tierra y con el que iniciaría una de las más grandes rivalidades de este deporte, forjada en una fuerte amistad además.
DE LAS LÁGRIMAS DE MELBOURNE A ENTRAR EN LA HISTORIA
40 partidos, con 24 victorias para el balear y finales para el recuerdo como la de Wimbledon en 2008, donde el de Manacor acabó con su racha de cinco títulos seguidos y le acabó arrebatando en agosto el número uno en el que llevaba un récord de 237 semanas seguidas, o del año siguiente en Australia en la que el de Basilea acabó llorando en la ceremonia de premios y su famoso: ‘Esto me está matando’.
El aparente frío jugador de Basilea mostraba que era humano y fue capaz de rehacerse entrando en la historia por partida doble. Meses después acabó con su ‘maldición’ en París para cerrar el ‘Grand Slam’. No fue ante su gran rival, eliminado en octavos por el finalista, el sueco Robin Soderling. Posteriormente, recuperó su trono en Londres e igualó a Pete Sampras en número de ‘grandes’ en un circuito donde ya asomaban Novak Djokovic y Andy Murray. El conocido ‘Big 4’ había nacido, liderado por el suizo.
Estos cuatro tenistas se harían con el mando total del circuito masculino y acapararían durante muchos años casi todos los títulos de ‘Grand Slam’. Contra el serbio disputó aún más duelos que con Nadal, 50, y con el escocés, 25, mientras que se iba haciendo ‘mayor’ e iban saliendo posibles herederos por su estilo. Grigor Dimitrov o Stefanos Tsitsipas son algunos de esos ejemplos que no se han podido ni siquiera acercar, y ahora algunos señalan al español Carlos Alcaraz.
Federer pudo sobrevivir ante sus tres grandes rivales y los nuevos que llegaron. Continuó ganando hasta que en 2016 empezaron a aparecer los primeros problemas serios en la rodilla izquierda que le redujeron a siete torneos y a no levantar un trofeo por primera vez desde el año 2000. Pero no se rindió y en 2017 escribió otra página con sus títulos en Australia, en otra gran ‘batalla’ con su amigo Nadal, y Wimbledon, superando los siete de Sampras, para rozar los 20 ‘grandes’ y convertirse entonces en el segundo más veterano, con 35 años, en ganar un ‘Grand Slam’ en la ‘Era Open’ tras Ken Rosewall.
Aún tuvo clase y fuerza para más. Redondeó su carrera al año siguiente con una nueva corona en Melbourne y rozó la gloria por novena vez en la hierba de Londres, dejando escapar dos puntos de partido ante Djokovic. Luego, fue la rodilla derecha la que le martirizó. Ni siquiera la pandemia le dio mucho más margen para poder recuperarse. El 7 de julio de 2021 disputó el último de sus 1.526 partidos, en su templo verde, perdiendo con Hubert Hurkacz. Más de un año después, el tenis pierde a su caballero del siglo XXI, sin duda uno de los grandes ‘GOAT’ del deporte y que empujó a ser mejores a sus rivales.
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