MADRID, 09 (SERVIMEDIA)
Un equipo de investigadores ha encontrado por primera vez contaminantes procedentes de la quema de combustibles fósiles -petróleo, gas o carbón- en esqueletos de coral del Mediterráneo español, concretamente las islas Columbretes (Castellón de la Plana).
El hallazgo se enmarca en una investigación elaborada por científicos de la University College de Londres y la Universidad de Leicester (Reino Unido), así como el Instituto de Acuicultura de Torre de la Sal (España).
El estudio, publicado este viernes en la revista ‘Science of the Total Environment’, identifica partículas de carbono emitidas por la quema de combustibles fósiles incrustadas en los corales de la bahía de la Illa Grossa, frente a las islas Columbretes, una de las pocas zonas en el Mediterráneo donde esta especie aún construye grandes colonias.
Este tipo de hollín, conocido como ceniza volante o partícula carbonosa esferoidal (SCP, por sus siglas en inglés), contamina depósitos naturales y se considera un indicador de la presencia de influencia humana en el medio ambiente y un marcador histórico del inicio de la época del Antropoceno.
ARCHIVO NATURAL
Los corales son un archivo natural comúnmente utilizado para estudios paleoclimáticos por sus tasas de crecimiento mensurables. Al igual que los anillos de los árboles, su larga vida y su crecimiento lento y regular pueden proporcionar a los científicos datos ambientales anuales, mensuales o incluso semanales que se remontan a años atrás.
Hasta ahora, se han utilizado en gran medida para medir condiciones climáticas pasadas, como la temperatura del agua y la química, pero esta es la primera vez que se recuperan partículas contaminantes (aparte de los microplásticos) en los corales.
“El descubrimiento de estos contaminantes incrustados en los esqueletos de coral se extiende a lo largo de décadas y muestra una imagen clara de lo extensa que es la influencia humana en el medio ambiente. Es la primera vez que hemos podido ver este tipo de contaminante en corales y su aparición en estos depósitos es paralela a la tasa histórica de combustión de combustibles fósiles en la región”, según Lucy Roberts, de la University College de Londres.
Los corales, que son pequeños invertebrados que tienden a vivir en colonias expansivas, ingieren los contaminantes de las aguas circundantes, incorporándolos a medida que crecen sus esqueletos de carbonato de calcio.
Investigadores del Instituto de Acuicultura de Torre de la Sal (IATS-CSIC) recogieron muestras de coral de varios sitios a lo largo de un arrecife frente a la costa de Castellón de la Plana.
La especie de coral (‘Cladocora caespitosa’) ha sido estudiada allí durante dos décadas y el lugar se considera un sitio centinela del cambio global. Los corales están ubicados a casi 60 kilómetros de la costa y dentro de una reserva marina protegida, lo que minimiza la probabilidad de contaminación local.
Esa especie es el único coral mediterráneo con capacidad de formar grandes arrecifes y se sabe que crece a una media de unos 0,3 centímetros por año.
Una vez en el laboratorio de la University College de Londres, los corales se disolvieron en ácido, dejando partículas contaminantes incrustadas en el esqueleto. El equipo primero contó todas las partículas carbonosas esferoidales en los restos bajo un microscopio.
Luego, las muestras se observaron bajo un microscopio electrónico y se analizaron con rayos X para buscar firmas químicas de contaminación por cenizas volantes indicativas de plantas de energía de carbón o petróleo.
ANTROPOCENO
El equipo descubrió que los corales mostraban un aumento significativo en la contaminación por SCP entre 1969 y 1992, una época en la que Europa se estaba industrializando rápidamente y el consumo de carbón aumentó en España.
“Los resultados se alinean con otras mediciones de contaminación por SCPs tomadas en lagos de montaña en España, lo que respalda la idea de que los corales pueden servir como archivos naturales para medir cambios en los niveles de contaminación a lo largo de los años”, según Diego Kersting, del IATS-CSIC.
Este hallazgo llega en un momento en que los científicos buscan herramientas para marcar el comienzo de la época del Antropoceno, una unidad de tiempo geológico, utilizada para describir la era más reciente en la historia de la Tierra, en la que la actividad humana se convirtió en la influencia dominante en el clima y el medio ambiente del planeta.
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