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‘Mucho por ver’: fotos reveladas como en el XIX, hechas sin enfocar ni mirar por el objetivo

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MADRID, 02 (SERVIMEDIA)

Sin foco y reveladas como en el siglo XIX. Así son las fotografías de la muestra ‘Mucho por ver’, donde José Manuel Magano plasma su sensaciones y percepciones del mundo desde que apenas ve.

Magano tiene 60 años y lleva más de 30 dedicado al mundo de la fotografía, afición que le ocupa varias horas al día de lunes a domingo y que, según confiesa a Servimedia, es su “gran pasión”.

Su visión es muy reducida (del 3% en un ojo y del 1% en el otro), y de hecho hubo un tiempo en que temió que esta pérdida le empujase a dejar la fotografía. Por fortuna no fue así, y prueba de ello es la muestra ‘Mucho por ver’ que ahora expone en el Museo Tiflológico de la ONCE de Madrid.

“Son 20 fotos tomadas sin enfocar y con un encuadre muy amplio”, explica Magano, que revela sus imágenes con técnicas de mediados del siglo XIX. La mayoría muestran paisajes campestres próximos al madrileño pueblo de Canencia, que José Manuel ha recorrido miles de veces.

PARTIR DEL RECUERDO

“Me los sé de memoria”, declara. Desde que en 2019 perdió el 97% de la visión del ojo derecho (del izquierdo quedó prácticamente ciego ya en 2012), José Manuel tiene que interrogar a sus acompañantes por las novedades del paisaje, pero en líneas generales, sabe perfectamente lo que va a encontrar. ”Suelo ir al campo con mi mujer”, explica, y “lógicamente, he de preguntar si la cascada, por ejemplo, lleva mucho o poco agua”.

“Ahora bien, yo sé perfectamente cómo es y lo que quiero que salga en mi foto”. “Mis nuevas imágenes, en realidad, parten de mis recuerdos, por ello no necesito enfocar”, prosigue el artista, que emplea una cámara analógica de gran tamaño equipada con un gran angular, por donde la luz llega a un negativo de 4 o 5 pulgadas (10 12 centímetros). “Con este encuadre tan amplio me aseguro que todo lo que quiero captar entra en la imagen. Lo que sobra, ya lo arreglaré en el laboratorio”.

En opinión de Magano, la tendencia actual de captar imágenes rabiosamente enfocadas no refleja la forma real en que las personas ven. “La gente va por la calle y no percibe todo ni con esa nitidez ni con ese lujo de detalles”.

En este sentido, Magano considera que sus fotografías son más realistas. Además, “intento que muestren mi mundo interior, la forma en que yo ahora percibo las cosas”. Por ello prefiere los días nublados, la luz de después de la tormenta. “Me gusta que mis fotos tengan niebla, porque así es como yo las veo”. Su experiencia previa le permite jugar con la luz para que sus imágenes ganen en expresividad. “Me cuentan como está el día, y yo ya sé cómo hacer”.

CUESTIÓN DE MAGIA

Con el mismo objetivo, Magano emplea técnicas de revelado propias de mediados del siglo XIX, cuando la fotografía estaba en pañales, y que, a su juicio, hacen todo el proceso mucho más creativo y permiten mayor experimentación.

Dentro del laboratorio y casi en penumbra, José Manuel y Oliver, su ayudante, revelan el negativo y colocan cartulina negra sobre las franjas superior e inferior del papel, “tapando todo aquello que no queremos que salga en la imagen final”. “Toda la vida lo he hecho así”, apunta José Manuel. “La diferencia es que ahora Oliver tiene que explicarme qué aparece exactamente en el negativo y colocar el marginador sobre lo que yo quiero omitir.

“Siempre me ha gustado esta forma de trabajar”, confiesa, porque “te da la posibilidad de jugar con la imagen y disfrutar de todo el proceso fotográfico, que va más allá de disparar con la cámara”. A su juicio, existe una suerte de magia en esta forma de hacer fotografía, “muchas veces te encuentras en el laboratorio de algo que no tenías ni idea de que estaba ahí, que hace que la foto final resulte algo especial”, declara.

“Ese momento mágico no lo tienes con la cámara digital”. “También puedes encontrarte con algo inesperado en el negativo”, admite, “que va y te arruina la foto”, y en esta incertidumbre “está el quid de la cuestión”.

Una vez que José Manuel ha trabajado con el negativo, prepara dos emulsiones sensibles a la luz y con su mezcla pinta un papel acuarela que será el soporte final de su imagen. El paso siguiente consiste en colocarlo–una vez seco– sobre el negativo y someterlo a una lámpara ultravioleta, cuya luz ennegrecerá más aquellas partes en contacto con las zonas transparentes del cliché.

A continuación, este papel pasa por distintos procesos químicos, como un segundo revelado (aquí surge la imagen con más nitidez); paroblanqueo, que frena el ennegrecimiento; lavado, y fijación. “En función de los productos que utilice y de la temperatura de las soluciones, el tono final de la foto será más cálido o más frío, y esto de nuevo me ayuda a conseguir imágenes más acordes a mi forma de sentir”.

FIEL A SU ESTILO

Magano, que forma parte de los grupos F67, La escuadrilla de la Plate y Slow Photo, ha trabajado siempre con estas técnicas. “Perder la vista cambió mi forma de afrontar la imagen, pero no mi manera de hacer fotografía”. También implicó la vuelta a paisajes conocidos, aunque de vez en cuando realiza retratos y puestas de sol. En este caso, “sí necesito que me enfoquen”, admite.

Con todo, lo fundamental para José Manuel es mantener su vocación como creador de imágenes, proceso del que se ocupa de principio a fin. “Cuando en 2019 perdí tanta vista, me puse a buscar fórmulas alternativas”, recuerda, “y así fue como se me ocurrió lo del marginador para seleccionar las imágenes y decidí renunciar al enfoque”. “Como es lógico preciso ayuda”, declara, “pero pude seguir con la fotografía, porque realmente lo necesito”. “La inquietud artística, para quien la tiene, es algo que llevas dentro, y si no la sacas, no te sientes bien”.

EL CAMINO

De ahí su satisfacción con la muestra del Museo Tiflológico, que recuerda al visitante que a este artista le queda ‘mucho por ver’. “Por eso esta exposición se titula así”, explica Magano, que llegó a esta conclusión tras un periodo de dudas, oscuridad y reflexión profunda desde que en 2019 perdió prácticamente la visión en el ojo derecho.

Las fotos reflejan este proceso, afirma. De hecho, la primera imagen muestra una cruz de caminos -por supuesto próxima a Canencia–, ya que “cuando me operaron del ojo izquierdo, yo no sabía literalmente por dónde tirar”. “Quería continuar con la fotografía, pero no sabía cómo, y dudaba sobre si me había equivocado”. Por el mismo motivo, la siguiente foto muestra dos caminos que se alejan y nunca se cruzan, y en la contigua a ella, contrasta un árbol frondoso y sano con un tronco viejo y estropeado. “Así era como yo me sentía entonces”.

A partir de ahí, un lento recorrido hacia la luz. Las siguientes fotos corresponden a campos, caballos, escenas nevadas y también puestas del sol en la playa de Cádiz. El origen de esta muestra son, según Magano, sus reflexiones en las noches de insomnio después de la operación.

“Tomé notas donde expresaba mi estado de ánimo”, y “como he sido fotógrafo toda la vida, sentí la necesidad de plasmarlo en imágenes”. “Fue mi mujer la que me lo sugirió, y me puse manos a la obra”. La niebla y la luz tenue predominan de hecho en estas fotografías, porque “así es como yo veo ahora”.

Del mismo modo, se aprecia un intento claro por mostrar la importancia que un pequeño punto de luz supone para quienes tienen un resto mínimo de visión. Las últimas fotos de la exposición así lo sugieren, con imágenes del sol que aparece tras la tormenta, donde un punto brillante lucha por abrirse camino entre las nubes negras, o con un sendero que las ramas de los árboles situados a ambos lados mantienen completamente en sombra y en cuyo final aparece cierta luminosidad.

Es un símbolo del camino que José Manuel ha recorrido desde 2019 y que le ha hecho consciente de que perder la vista no supone ningún final, sino una etapa más en su vida. “Igual que los niños cambian al llegar a la adolescencia y siguen siendo la misma persona”, Magano sabe que siempre será Magano, que seguirá con sus fotos y que, aunque mediante recuerdos y a través de otros sentidos, todavía le queda “mucho por ver”.


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