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Los talibanes han llevado a cabo una campaña para reducir el cultivo de amapola en Afganistán, logrando que haya cifras históricamente bajas

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La aplicación del decreto de prohibición del líder del grupo deriva en una reducción del 99% de los campos de amapola en Helmand

MADRID, 11 (EUROPA PRESS)

La campaña lanzada por los talibán para acabar con los cultivos de amapola, de la que se extrae el opio –elemento clave para la fabricación de heroína–, ha logrado en los últimos meses importantes avances que llevan a cifras no vistas en Afganistán desde 2001, fecha en la que tuvo lugar la invasión liderada por Estados Unidos en respuesta a los atentados del 11 de septiembre.

El líder supremo de los talibán, el mulá Hebatulá Ajundzada, emitió el 3 de abril un decreto en el que impuso una “prohibición absoluta” sobre el cultivo de amapola “en todo el país”. “Nadie puede intentar cultivar esta planta después de esto”, indicó un comunicado publicado por el portavoz del grupo, Zabihulá Muyahid.

“Si, Dios no lo quiera, alguien comete una violación, sus campos serán destruidos y los responsables tendrán que hacer frente a la ‘sharia'”, resaltó el comunicado, que agregó que “el uso, venta, compra, traslado, importación, exportación y fabricación de sustancias nocivas como el vino, la heroína y la marihuana, entre otras, están totalmente prohibidas en todo el país”.

En este sentido, los talibán destacaron que “es obligatorio cumplir esta orden”, tras lo que se lanzó una campaña para garantizar el cumplimiento de la medida que ha incluido la destrucción de campos y la detención de agricultores dedicados a la amapola, hasta ahora uno de los cultivos que generaban más beneficios.

El anuncio de los talibán llegó poco antes del inicio de cosecha de la amapola, por lo que contempló un periodo de gracia de dos meses que, sin embargo, no provocó un impacto directo sobre la reducción de los cultivos y los beneficios, tal y como especificó en noviembre la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

La UNODC dijo que “el cultivo de opio en Afganistán aumentó un 32 por ciento” tras la toma del poder de los talibán en agosto de 2021 hasta llegar a las 233.000 hectáreas, la tercera cifra más alta desde el inicio de la supervisión de estos campos, y agregó que “los precios del opio aumentaron” tras el decreto de Ajundzada.

El organismo hizo hincapié en que los ingresos obtenidos por los agricultores se triplicaron de los 425 millones de dólares (cerca de 395 millones de euros) en 2021 a los 1.400 millones de dólares (alrededor de 1.300 millones de euros) en 2022, lo que equivalía al 29 por ciento del valor total del sector agrícola afgano en 2021.

“Esta cifra representa únicamente una fracción de los ingresos derivados de la producción y tráfico dentro del país”, apuntó la UNODC, que aseveró que “se obtienen cifras de dinero crecientes a lo largo de la cadena de suministro de droga fuera del país”. “Afganistán suministra el 80 por ciento de la demanda global de opiáceos”, subrayó.

Por otra parte, detalló que “el cultivo de opio siguió estando concentrado en las partes suroeste del país, con cerca del 73 por ciento, seguida por las provincias occidentales, con el catorce por ciento”. “En algunas regiones, el cultivo de amapola ocupa una proporción significativa de todos los terrenos agrícolas”, dijo, antes de especificar que “una quinta parte de la tierra arable” en la provincia de Helmand “se dedicó a la amapola”.

Sin embargo, imágenes por satélite publicadas esta semana por Alcis –una empresa británica dedicada al análisis de estos datos–, recogen una reducción del 99 por ciento de los cultivos de amapola en 2023, una cifra “verdaderamente sin precedentes” que incluye una “prohibición efectiva” a lo largo de este año.

“Imágenes de alta resolución muestran que el cultivo de amapola en Helmand ha caído de más de 120.000 hectáreas en 2022 a menos de mil hectáreas en 2023”, ha manifestado David Mansfield en un artículo en Alcis, donde reseña que esta reducción “supera por sí misma la de cualquier prohibición previa por parte de los talibán, incluida la vigente entre 2000 y 2001”.

De esta forma, ha desvelado que los cultivos de trigo “dominan el escenario” en otras provincias en el sur y el suroeste, al tiempo que ha indicado que “a finales de la temporada sólo quedan pequeños puntos de cultivo de amapola en la provincia oriental de Nangarhar”.

“Aunque el cultivo persiste, e incluso podría haber aumentado, en partes del noreste como Badajshán, está claro que todo está preparado para los niveles más bajos de cultivo de amapola desde la prohibición por parte de los talibán entre 2000 y 2001”, ha dicho, antes de recordar que el grupo acometió también a cabo el año pasado una campaña contra la metanfetamina.

Por su parte, el portavoz del Ministerio de Exteriores afgano, Hafiz Zia Ahmad, señaló el jueves en Twitter que “tras el decreto del líder supremo del Emirato Islámico de Afganistán, el cultivo de amapola ha sido reducido a cero”. “Según recientes informaciones en los medios, el 56,2 por ciento de los terrenos en la provincia de Helmand contaba con cultivos de amapola en 2020, cifra reducida al 0,4 por ciento en 2023, si bien en la realidad es mucho menos”, sostuvo Ahmad.

Así, ensalzó que las autoridades “alcanzaron este nivel al inicio de su control absoluto de Afganistán, en el marco de la soberanía nacional y un gobierno central”, en referencia a su vuelta al poder en 2021 tras la huida del entonces presidente, Ashraf Ghani, ante el avance militar de los fundamentalistas hacia Kabul.

Ante esta situación, el representante especial de Estados Unidos para Afganistán, Thomas West, dijo esta semana que “las informaciones sobre que los talibán han aplicado políticas para reducir de forma significativa este año la producción de amapola son creíbles e importantes”. “Todos los países de la región y más allá tienen un interés compartido en un Afganistán libre de drogas”, subrayó.

IMPACTO ECONÓMICO

La destrucción de estos campos han provocado un impacto económico sobre las personas dedicadas a este cultivo, lo que ha derivado en enfrentamientos puntuales entre los talibán y los residentes, sucesos que se han saldado con al menos un muerto. Estas tensiones derivan de que la economía del opio ha sido durante los últimos años uno de los principales generadores de empleo, con unas 450.000 personas trabajando en esta industria en 2022.

Sin embargo, Mansfield ha sostenido que “si bien el impacto será sin duda dramático, los efectos de la prohibición serán desiguales y hay que ser escéptico ante las nociones generalizadas sobre ‘el pobre agricultor de amapola'”. “Habrá quienes no vean sus vidas afectadas por la prohibición, a menos a corto plazo”, ha explicado.

“Los que están en mayor riesgo son los pobres en terreno, los que no tienen suficientes tierras para satisfacer sus necesidades básicas o los que no tienen terrenos. Estos agricultores habitualmente no tienen un excedente de opio del cultivo de 2022 y dependen de trabajos en tareas de cultivo durante la temporada de crecimiento”, ha argumentado. Por ello, ha destacado que esta situación podría derivar en un aumento de los flujos migratorios hacia otros países de la región.

En este sentido, Muyahid relató a la BBC que los talibán “saben que hay gente muy pobre que está sufriendo”, si bien incidió en que “el daño del opio ha superado a sus beneficios”. “Cuatro millones de personas, sobre una población de 37 millones, sufre adicción a las drogas”, sostuvo, antes de reclamar a la comunidad internacional “fuentes alternativas para el sustento”.

“Queremos que la comunidad internacional ayude a los afganos que están haciendo frente a pérdidas”, dijo, al tiempo que defendió que “la comunidad internacional no debe vincular los asuntos humanitarios con los temas políticos”. “El opio no sólo está dañando a Afganistán, todo el mundo se ve afectado por él. Si el mundo se libra de este gran mal, es justo que el pueblo afgano reciba ayuda a cambio”, remachó.


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