MADRID, 18 (SERVIMEDIA)
El Colegio Oficial de la Psicología de Madrid presentó este martes el proyecto ‘Hablemos de… Soledad No Deseada’, una iniciativa que se propone “dar visibilidad, aportar contexto y ofrecer soluciones” a un “problema” de salud “pública y social” en España.
Así lo precisó el organismo en un comunicado en el que explicó que el proyecto aspira a “facilitar” una “conversación y reflexión nacional” sobre este tema de “urgencia social” y a “convertirlo también en un asunto de Estado en nuestro país”.
Entre sus objetivos está ofrecer a lo largo del año jornadas, mesas redondas, debates y otras actividades en las que intervendrán “numerosos” expertos con el fin de “arrojar luz” sobre lo que calificó como “epidemia conductual”.
Una “epidemia”, que, advirtió, “va en aumento y convierte a la soledad no deseada en una urgencia social que tiene un impacto global”, teniendo en cuenta, además, que España es uno de los países del mundo en los que se espera un “mayor crecimiento” del porcentaje de soledad, duplicándose en 2050.
A este respecto, el decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, José Antonio Luengo, urgió a “poner todos los medios para detener esta lacra social que se está produciendo en España” y que, según su criterio, “puede tener graves consecuencias en el desarrollo futuro de nuestro país”.
“En toda la Unión Europea, 30 millones de personas se sienten solas con frecuencia y, si miramos los datos a nivel regional, en la ciudad de Madrid una de cada diez personas se siente muy sola, según el Estudio de la Salud de la Ciudad de Madrid de 2018”, abundó.
Tras advertir de que el segmento de población de más de 65 años es uno de los más afectados por esta situación, el Colegio expuso el caso de Raimundo Largo, un hombre de 81 años que pensó en quitarse la vida por el “sentimiento de vacío y soledad que le dejó el fallecimiento de su mujer”.
“Estuve 53 años casado con mi mujer cuando falleció el año pasado. Con el paso de los días, empecé a sentir vacío y a pensar que qué estaba haciendo en este mundo, que lo que tenía que hacer era morirme”, contó, para, a continuación, admitir que, tras buscar ayuda, ahora va “tirando” como puede, consciente de que las personas que están solas necesitan “hablar”, ilusionarse y que les “escuchen”.
En paralelo, los psicólogos subrayaron que también las personas jóvenes, cuidadoras, migrantes y que tienen algún problema de salud mental o discapacidad “sufren” soledad no deseada.
Por lo que respecta a los jóvenes, el Colegio aseveró que “dicen sentirse cada vez más solos y lo achacan a la falta de recursos económicos y a la cantidad de horas al día que pasan en las redes sociales e Internet, aislándose”.
En este punto, durante el acto de presentación del proyecto también expuso su experiencia Gabriela Delgado, estudiante de universidad, quien sentía que estaba “en una urna de cristal”. “Todos me podían ver, pero nadie pasaba ni me escuchaba. Es una sensación muy asfixiante, de mucha duda, de vacío. Yo no sabía qué hacer. Todo esto lo sentía a mis 19 años y da mucho miedo”, admitió.
En la misma línea, Dolores Parellada, mujer cuidadora, notó soledad a raíz del diagnóstico de Alzheimer de su marido, hace seis años, y reconoció que, mientras cuando él estaba bien, podían “hacer muchas actividades, ahora todo eso se ha acabado”. “Es muy duro, porque he perdido a mi compañero, aunque esté ahí”, lamentó.
Entre los factores que “influyen” en este tipo de soledad, los psicólogos mencionaron vivir solo, atravesar un momento vital como la pérdida de un ser querido o la migración, la discapacidad y la salud. También una baja renta económica proporciona una “menor estabilidad y peores condiciones de vida”, lo que, según su criterio, “a su vez influye a la hora de establecer las relaciones sociales”.
En este sentido, el coordinador técnico del proyecto y catedrático de Psicología, Andrés Losada, puntualizó que experiencias como el abuso, el bullying y el abuso de nuevas tecnologías en la infancia y adolescencia, el divorcio, la maternidad, el cuidado de un familiar en la mediana edad, transiciones vitales “importantes” como la jubilación, la falta de relaciones intergeneracionales y la brecha digital en la vejez “también son factores precipitantes”.
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