MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
Las instituciones religiosas acumulan en muchas ocasiones varios millones de euros de patrimonio, y se convierten en los inversores “más exigentes” en lo relacionado con el impacto que tienen sus fondos.
“Las inversiones que se realicen deben ser coherentes con el carisma y las creencias de la institución. No todo vale. Por eso vemos como las instituciones religiosas son los inversores más exigentes en cuanto al destino de sus fondos, siendo relevantes en los fondos de impacto, en los sostenibles y socialmente responsables y los que realizan filtros para evitar inversiones en compañías cuya actividad no esté alineada con la moral cristiana”, ha explicado a Europa Press Pablo Martínez-Arrarás, socio fundador de iCapital.
Martínez-Arrarás ha señalado que los patrimonios de este tipo de instituciones tienen un fin en sí mismos: poder atender de manera sostenible y continuada a la misión evangelizadora y asistencial de la Iglesia, con lo que la estrategia de inversión “debe de considerar que el patrimonio tiene que atender de manera continuada y en el largo plazo a unas necesidades muy definidas”.
Además, los patrimonios de la Iglesia no pertenecen a una persona física concreta que pueda tomar decisiones sobre ellos a su voluntad, con lo que “deben contar con un modelo de gobierno, de toma de decisiones, que sea coherente con esta realidad, involucrando a distintas personas y órganos de gobierno, con unas directrices y limitaciones claramente definidas”.
El nivel de patrimonio de estas instituciones religiosas varía según su momento vital. “No es lo mismo una gran institución con 300 años de historia y dedicada a la educación, que una institución del siglo XX, centrada en misiones en el tercer mundo o una agrupación conventual de clausura, en la que 45 religiosas mal sobreviven vendiendo pastas y mermeladas”, ha explicado el socio fundador de iCapital.
Una parte importante del patrimonio es inmobiliario, si bien gran medida exige “grandes esfuerzos económicos para su mantenimiento” y está “lejos de generar rentabilidad” en muchos de los casos, como son los lugares para el culto de poblaciones pequeñas, entre otras.
Actualmente, otras firmas como Portocolom o Altum se dedican también al asesoramiento de instituciones religiosas. Martínez-Arrarás ha señalado que estas organizaciones “necesitan profesionalizar la gestión de este patrimonio complejo”.
La responsable de inversiones e impacto de Portocolom AV, Ana Guzmán, explicó en una entrevista previa con Europa Press que la firma dio un giro estratégico para hacer que el 100% de sus activos tuviesen “tintes” de sostenibilidad y al menos un 10% de los clientes estaría invertido en impacto, un cambio en línea con las exigencias de sus clientes.
Guzmán anticipaba que la vertiente social de la inversión ESG empezaría a ganar fuerza este año, una de las mayores preocupaciones de las instituciones religiosas, al mismo tiempo que aumentará la inversión de impacto a nivel nacional.
“Sí que creo que se están haciendo cosas muy bonitas en España, aunque al mercado le falta madurar”, ha comentado.
La firma ha participado además en la elaboración del informe ‘Faith Impact Project’, que analiza cómo los inversores de distintas religiones se aproximan a la inversión de impacto a través de los ODS y cuáles son las temáticas de inversión, así como las exclusiones más relevantes.
Entre sus conclusiones, destaca la preocupación por la “sistemática” vulneración de los derechos humanos, la lucha por la desigualdad, el deber de cada individuo y de toda la comunidad garantizar que se alivie el sufrimiento de sus semejantes y que se satisfagan las necesidades básicas de todos o la degradación del medio ambiente, entre otras.
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