MADRID, 3 (EUROPA PRESS)
Las dehesas más diversas de encinas, donde hay mayor presencia de competidores y depredadores de los ratones, funcionan mejor que las más simples ya que se ha demostrado que los roedores contribuyen a dispersar las semillas de un modo más eficaz, actuando en beneficio de la especie.
Esta es la principal conclusión de un estudio liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN-CSIC) sobre la regeneración de las encinas, publicado en ‘Plos one’.
Según ha informado el MNCN-CSIC, las encinas necesitan a los ratones para reproducirse porque estos roedores se alimentan de las bellotas, escondiendo una parte en otoño durante la cosecha para comérselas más tarde en invierno, aunque muchas son perdidas o robadas por otros roedores. Asimismo, las bellotas que sobreviven a este proceso y que están enterradas más allá de la sombra de la copa de los árboles son las que pueden dar lugar a nuevos árboles.
“Para este trabajo tratamos de averiguar si los animales que interactúan con los ratones, sus depredadores y los herbívoros ungulados que actúan como competidores y modificadores de la estructura de la vegetación, afectan a la cantidad y calidad de las bellotas que los ratones mueven y luego no recuperan. Y es que es llamativa la escasa reproducción efectiva de las encinas frente a las enormes cantidades de bellotas que producen los árboles adultos”, ha explicado el investigador del MNCN, Mario Díaz.
“Los datos recogidos en el trabajo de campo demuestran que la presencia de ungulados y depredadores mejora el resultado de la dispersión de semillas, porque hacen que las bellotas grandes sean movilizadas por los ratones fuera de las copas de los árboles. Estas bellotas más grandes, de mayor calidad, tendrán más posibilidades de desarrollarse como plantas adultas que las que proceden de semillas más pequeñas”, ha matizado Díaz.
En concreto, el equipo de investigación ha diseñado un experimento dentro del Parque Nacional de Cabañeros para analizar el efecto de la presencia de ungulados y depredadores. Para ello, han utilizado dos zonas valladas para excluir a los ungulados (ciervos y jabalíes) con zonas similares no excluidas junto a ellas.
A continuación, los científicos seleccionaron 10 árboles ocupados por ratones en cada situación (40 en total), y a la mitad le añadieron olor de depredador mientras que a la otra mitad funcionaba como control.
Además, dispusieron de bellotas marcadas para que se las llevasen en ambos escenarios y se repitió el mismo experimento cuatro veces, dos en el mes de noviembre, con alta disponibilidad natural de bellotas, y dos en el mes febrero, cuando ya no quedaba ninguna.
En cada ocasión, se eligieron las noches de luna nueva y llena, momento en que los ratones están más asustados porque, debido a la luminosidad de la luna, los depredadores les localizan más fácilmente.
“Los resultados demuestran que la presencia de ungulados y depredadores aumenta las posibilidades de que se produzca una correcta dispersión de semillas y con ella la regeneración del encinar. La diversidad biológica, que incluye organismos tan diferentes como árboles, ratones, ungulados y carnívoros, asegurará el funcionamiento a largo plazo de estos sistemas seminaturales”, ha concluido Díaz.
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