MADRID, 14 (SERVIMEDIA)
El intercambio de ‘microrrayos’ entre las gotas de agua en cascadas o de olas rompientes pudo conformar el origen de la vida en la Tierra.
Esa es la hipótesis de un estudio liderado por la Universidad Stanford (Estados Unidos) y publicado este viernes en la revista ‘Science Advances’.
Los autores creen que el agua rociada en una mezcla de gases en la atmósfera primitiva de la Tierra pudo conducir a la formación de moléculas orgánicas con enlaces de carbono-nitrógeno, incluido el uracilo, uno de los componentes del ADN y el ARN.
El estudio aporta evidencia y una nueva perspectiva a la controvertida hipótesis de Miller-Urey, que sostiene que la vida en el planeta surgió a partir de la caída de un rayo.
Esta teoría se basa en un experimento de 1952 que demostró que los compuestos orgánicos podían formarse mediante la aplicación de electricidad a una mezcla de agua y gases inorgánicos.
En el nuevo estudio, los investigadores descubrieron que el rocío de agua, que produce pequeñas cargas eléctricas, podría realizar ese trabajo por sí solo, sin necesidad de electricidad adicional.
“Las descargas microeléctricas entre microgotas de agua con carga opuesta producen todas las moléculas orgánicas observadas previamente en el experimento de Miller-Urey, y proponemos que este es un nuevo mecanismo para la síntesis prebiótica de moléculas que constituyen los componentes básicos de la vida”, según Richard Zare, de la Universidad Stanford.
SUSTANCIAS QUÍMICAS
Por otro lado, se cree que la Tierra tuvo un remolino de sustancias químicas durante un par de miles de millones de años tras su formación, pero casi ninguna molécula orgánica con enlaces carbono-nitrógeno, que son esenciales para las proteínas, enzimas, ácidos nucleicos, clorofila y otros compuestos que forman los seres vivos actuales.
La formación de estos componentes biológicos ha intrigado a los científicos durante mucho tiempo, y el experimento de Miller-Urey ofreció una posible explicación: que los rayos que caen al océano e interactúan con gases de los planetas primitivos, como el metano, el amoníaco y el hidrógeno, podrían crear estas moléculas orgánicas.
Quienes critican esta teoría han señalado que los rayos son demasiado infrecuentes y que el océano es demasiado grande y disperso como para que esto sea una causa realista.
Zare y sus colegas proponen otra posibilidad. El equipo primero investigó cómo las gotas de agua desarrollaban diferentes cargas al ser divididas por una pulverización o salpicadura.
Descubrieron que las gotas más grandes solían tener cargas positivas, mientras que las más pequeñas eran negativas. Cuando las gotas con carga opuesta se acercaban, saltaban chispas entre ellas.
MUCHA ENERGÍA
Zare llama a esto ‘microrrelámpago’, ya que el proceso está relacionado con la forma en que la energía se acumula y se descarga como un rayo en las nubes. Los investigadores utilizaron cámaras de alta velocidad para documentar los destellos de luz, que son difíciles de detectar para el ojo humano.
Aunque los diminutos destellos de los ‘microrrelámpagos’ sean difíciles de ver, contienen mucha energía. Los investigadores demostraron esta energía rociando agua a temperatura ambiente con una mezcla de gases que contenía nitrógeno, metano, dióxido de carbono y amoníaco, gases que se cree que estaban presentes en la Tierra primitiva.
Esto dio lugar a la formación de moléculas orgánicas con enlaces carbono-nitrógeno, como el cianuro de hidrógeno, el aminoácido glicina y el uracilo.
Los investigadores sostienen que estos hallazgos indican que no fueron necesariamente los rayos, sino diminutas chispas producidas por las olas o las cascadas al romperse, las que iniciaron la vida en el planeta.
“En la Tierra primitiva, había chorros de agua por todas partes, en grietas o contra las rocas, y estos pueden acumularse y provocar esta reacción química”, apunta Zare, quien concluye: “Generalmente pensamos que el agua es algo benigno, pero cuando se divide en forma de pequeñas gotas, el agua es altamente reactiva”.
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