MADRID, 11 (EUROPA PRESS)
La prevalencia conocida del VIH en instituciones penitenciarias ha bajado del 32 por ciento en 1989 al 3,8 por ciento en 2021; mientras que los casos de tuberculosis en instituciones penitenciarias fueron 24 en 2021 sobre todo varones jóvenes; en cuanto a la prevalencia del virus de la hepatitis C en prisiones ha pasado del 48,6 por ciento de 1998 al 9 por ciento en 2021 y solo un 0,9 por ciento con carga viral positiva.
Estos datos han sido aportado por el jefe del Área de Salud Pública de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria del Ministerio del Interior, Enrique Acín, en la 1ª Jornada Conjunta de Centros de la Red TBS-Stop Epidemias, donde se ha dibujado el perfil del panorama de la atención desde los diferentes ámbitos implicados, con atención especial a los colectivos de riesgo, ratificando los estragos que ha supuesto y sigue suponiendo la epidemia de COVID-19 y la necesidad cada vez más acuciante de la sanidad global que reivindica esta entidad.
Por su parte, Susana Catalán, médica del Centro Penitenciario Madrid V, de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, describió la situación en Soto del Real: De 1.000 a 2.000 internos con una altísima rotación, son presos preventivos fundamentalmente. Para el manejo de las enfermedades infecciosas, la doctora explica que tienen un protocolo sanitario establecido en el que destaca la búsqueda de sinergias con el apoyo del Servicio de Microbiología el Hospital Gregorio Marañón.
El presidente de la Fundación de la Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona, Joan Caylà, puso de manifiesto que todas las enfermedades de declaración obligatoria se han visto afectadas por la pandemia, dejando un retroceso grave en toda la población; “ya no podemos hablar de inmigrantes o autóctonos”, argumentaba este experto, aunque recordó que tradicionalmente el abordaje de la tuberculosis se ha visto marcado por las migraciones como uno de los problemas (como el VIH/sida, las drogas, las pocas innovaciones farmacológicas o la pobreza estructural, todos ellos grandes aliados de esta epidemia de injusticia que ahora es ya un sindemia junto a la COVID-19).
Caylà recordó las recetas clásicas de la atención a la tuberculosis importada, remarcando los pilares: mejorar el estudio de contactos, profesionales de enfermería de salud pública, agentes de salud y facilitar la tarjeta sanitaria y cribar en el primer contacto con el sistema de salud con PPD y radiografía de tórax puesto que muchos pacientes quizá no regresen al citarles para otra prueba. En resumen, para este experto, la clave pasa por invertir, actuar y evaluar, porque según afirma “un programa que no se evalúa es como si no existiera”.
Por su parte, Javier García Pérez, presidente de NeumoMadrid y secretario general de la Red TBS – Stop Epidemias ejemplarizo lo llamativo ha sido el impacto de la COVID-19 en el control de la tuberculosis, que ha obligado a los profesionales a cambiar enfoques y objetivos.
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