Naciones Unidas denuncia que, doce semanas después, el acceso humanitario es casi imposible: “No podemos trabajar bajo el cañón de un arma”
MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
La guerra entre el Ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), sumada a la nueva explosión de los conflictos intercomunitarios en la región de Darfur por estos combates, comienza este sábado su cuarto mes de “sufrimiento indecible” para la población, que está ahora mismo atrapada en los principales escenarios de combate, en medio de éxodos multitudinarios y una campaña de atrocidades dirigidas con particular virulencia contra las mujeres y las niñas.
Las discrepancias entre el Ejército y las poderosas RSF sobre la constitución de las futuras Fuerzas Armadas acabaron por estallar el 15 de abril con el comienzo de enfrentamientos armados en el centro y en el sur de la capital del país, Jartum, y en la ciudad de Meroe, a 200 kilómetros al norte.
Los combates significaron el colapso de las paralizadas negociaciones para la consecución de un acuerdo de transición política hacia un gobierno civil en el país, sumido en una espiral de caos desde el derrocamiento en 2019 de Omar al Bashir, que gobernó el país con puño de hierro durante 30 años.
La salida del dictador dejó el poder en manos de un gobierno militar que terminó por asumir el control del país tras acusar a las sociedades civiles, instrumentales en la caída de Al Bashir, de haber sido incapaces de lograr un acuerdo de transición donde los militares insistían en tener un papel predominante.
Mientras el líder militar, Abdelfatá al Burhan, insistió en llevar las riendas de un plan de transición que contemplaba una especie de autoridad híbrida cívico militar, grupos civiles contrarios a la iniciativa lamentaban la falta de compromiso internacional a la hora de apoyar proyectos paralelos que contemplaban la ausencia del Ejército en la política del futuro Sudán.
Todo acabó por colapsar el 15 de abril, el comienzo de un éxodo diplomático y de población y el principio del enfrentamiento abierto entre Al Burhan y el líder paramilitar Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’, que ha continuado durante tres meses en medio de altos el fuego — mediados por EEUU y Arabia Saudí — constantemente ignorados por los bandos en conflicto. Ninguno de los dos líderes ha aceptado emprender negociaciones cara a cara y han cuestionado esfuerzos de mediación regionales dirigidos por Kenia, a la que acusan de falta de neutralidad.
El caos es absoluto y las víctimas, imposibles de verificar. Mientras el jefe de la Misión Integrada de Asistencia para la Transición de la ONU en Sudán (UNITAMS) Volker Perthes — declarado ‘persona non grata’ por las autoridades sudanesas — ha asegurado que el Gobierno actual ha perdido el control del país, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) estima “miles de muertos, más de dos millones de desplazados internos y cientos de miles de refugiados en Egipto, Sudán del Sur” y Chad. Un 80 por ciento del sistema sanitario del país se encuentra ahora mismo destruido.
La situación en Darfur es todavía más esquiva. El fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional (TPI), Karim Khan, ha anunciado la apertura de una investigación por crímenes de guerra y de lesa humanidad en la región sudanesa y en la que han incluido la reciente matanza de 87 miembros de la comunidad masalit, supuestamente ejecutados por las RSF, que han negado toda relación, mientras Save the Children ha avisado de que niñas de 12 años están siendo violadas sistemáticamente en lo que prácticamente se trata de una campaña de limpieza étnica.
Por todo ello, Naciones Unidas, en su comunicado de repulsa contra los tres meses de violencia, considera que Sudán “es ahora uno de los lugares más difíciles del mundo para que operen los trabajadores humanitarios”.
“No podemos trabajar bajo el cañón de un arma. No podemos reponer las reservas de alimentos, agua y medicinas si continúa el saqueo descarado de estas existencias. No podemos cumplir si se impide que nuestro personal llegue a las personas necesitadas”, lamenta este sábado Martin Griffiths, el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia.
“Cada día que continúa la lucha, la miseria se profundiza para los civiles sudaneses. El reciente descubrimiento de una fosa común en las afueras de la capital de Darfur Occidental, El Geneina, es solo la evidencia más reciente que apunta a un resurgimiento de los asesinatos étnicos en la región. La comunidad internacional no puede ignorar este duro eco de la historia en Darfur”, ha añadido.
“Todos debemos redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que el conflicto en Sudán no se convierta en una guerra civil brutal e interminable con graves consecuencias para la región. El pueblo de Sudán no puede darse el lujo de esperar”, remacha.
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