MADRID, 21 (SERVIMEDIA)
Sara Bueno, profesora de Óptica y Optometría de la Universidad CEU San Pablo, advierte de la importancia del uso de gafas de sol en verano, ya que se trata de unos meses los que nuestros ojos sufren más de lo normal y señala algunas recomendaciones para evitar males mayores.
“Estamos inmersos en el verano y resulta imprescindible que protejamos, más aún, nuestros ojos”, aseguró Sara Bueno, quien recuerda que la educación en hábitos de vida saludables comienza desde la infancia.
“Los adultos estamos más acostumbrados a cuidar nuestros ojos usando gafas de sol, pero no es tan sencillo que los niños las lleven”, señaló la especialista, e incidió en este cuidado, dado que sus ojos están menos dotados para protegerse por sí mismos de la radiación. “El uso de gafas de sol es, incluso, más importante para los niños que para los adultos, ya que su cristalino es más joven y transparente y tiene menor capacidad de filtrar la luz, sobre todo la más nociva para los ojos: el ultravioleta”, explicó.
Bueno catalogó de “imprescindibles” unas gafas de buena calidad, puesto que no todas proporcionan “las garantías necesarias de protección para los ojos”. “Son un producto de primera necesidad, no solamente un complemento de moda. Es muy peligroso llevar una gafa de sol que no cumpla con los requisitos deseados en cuanto a filtros solares”, comentó la profesora.
PROTEGE TUS OJOS
Aunque no hay unas gafas de sol que sean las mejores, aconsejó acudir al óptico-optometrista, ya que “podrá recomendarnos un filtro u otro según las necesidades de cada persona”. “Por tanto, hay que saber si cumplen las tres características más importantes como que estén homologadas y hayan pasado todos sus componentes por los controles de calidad adecuados. Es lo que indica el marcado CE, que filtren convenientemente la luz que ‘no vemos’. Incluso cuando está nublado, estamos expuestos a la luz ultravioleta, además de la luz visible, ya que esta no es totalmente filtrada por las nubes”, recordó la profesora Bueno. Además, es importante que al usarlas, la luz del sol no deslumbre, es decir, que sus lentes sean más o menos oscuras.
Para ver bien y no sufrir molestias se necesita que la superficie ocular esté siempre cubierta y humedecida por la lágrima. Sin embargo, los aires acondicionados o ventiladores crean unas corrientes de aire fresco que también reseca el ambiente y, por tanto, la superficie de los ojos. Para evitarlo, Sara Bueno recomienda situarse lejos o no exponerse directamente a las rejillas por donde expulsan esos aparatos el aire frío, y “así evitaremos la sensación de incomodidad y arenilla que produce la sequedad ocular y el enrojecimiento de los ojos, una situación especialmente molesta si usamos lentes de contacto”.
En el exterior, las altas temperaturas también pueden causar esa sensación incómoda. Para aliviarla, explica, se pueden usar las llamadas lágrimas artificiales. “Humectantes y lubricantes no se parecen mucho a las lágrimas naturales, pero ayudarán a mitigar la molestia”, apuntó. “Podemos ponérnoslas a demanda, pero cuanto más las necesitemos, más importante será elegir productos sin conservantes. Y si usamos lentes de contacto, deberemos asegurarnos de que las lágrimas artificiales sean compatibles con el material del que están hechas dichas lentes, para que no se manchen o coloreen”, explicó Bueno.
RIESGOS EN EL AGUA
Por otro lado, el agua del mar, los ríos o las piscinas también presentan un riesgo importante de irritación o infección en el caso de que entre en los ojos. La especialista incidió en la importancia de protegerlos del cloro o la sal, que producen picor, ardor o enrojecimiento. Y también de los microorganismos que pueden generar peligrosas infecciones como queratitis o conjuntivitis víricas o bacterianas. “La forma de prevenirlo es no meter la cabeza ni abrir los ojos debajo del agua y, si lo hacemos, usar gafas de natación o buceo” explicó.
Las lentillas pueden suponer un riesgo adicional en verano ya que nunca hay que bañarse con ellas puestas en el río, la piscina o el mar, según indica Sara Bueno. “Lo mejor es ir sin las lentillas, con unas gafas graduadas o no, pero siempre adecuadas, bien para protegernos de los rayos de sol o bien para nadar, si queremos ver bien debajo del agua”, explicó Bueno.
Además, explicó la experta, uno de los patógenos más peligrosos es el protozoo ‘Acanthamoeba’, que está frecuentemente en el agua. En el 90% de los casos en que producen infecciones, estas afectan a personas que usan lentes de contacto, especialmente blandas, sin seguir los consejos de uso e higiene adecuados.
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