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La extracción de metales raros en el fondo marino afecta a la vida marina durante períodos prolongados

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MADRID, 26 (SERVIMEDIA)

La vida marina en las profundidades del océano puede tardar décadas en recuperarse del impacto de la minería de metales raros en aguas profundas.

Esa es la principal conclusión de un estudio realizado por 28 investigadores pertenecientes a instituciones de España, Estados Unidos y Reino Unido, y publicado este miércoles en la revista ‘Nature’. En la relación de autores está Erik Simón, del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), ubicado en Barcelona.

El análisis indica que el lugar donde se realizó una prueba de minería en aguas profundas en 1979 en el Pacífico norte todavía mostraba niveles más bajos de biodiversidad (variedad de especies) que los sitios vecinos no perturbados 44 años después.

La investigación se llevó a cabo en 2023 y 2024 a unos 5.000 metros de profundidad en el océano Pacífico, en la Zona Clarion-Clipperton. Ese lugar, ubicado a medio camino entre México y Hawái, es una vasta, plana y profunda región del fondo oceánico conocida como ‘llanura abisal’.

Las entidades investigadoras forman parte de Minería de los Fondos Marinos y Resiliencia al Impacto Experimental (Smartex), un proyecto de investigación financiado por el Consejo de Investigación del Medio Ambiente Natural del Reino Unido.

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Smartex se creó para determinar el impacto ecológico en el océano Pacífico central de la minería de aguas profundas de depósitos minerales conocidos como nódulos, que contienen metales raros como el cobalto, el manganeso y el níquel, elementos esenciales en las baterías de los coches eléctricos y otros dispositivos electrónicos.

“Estos nódulos son depósitos minerales del tamaño de una papa que se han acumulado en capas durante miles de años. Las compañías mineras quieren extraer metales críticos como el cobalto y el níquel”, apunta Mark Hartl, biólogo marino especializado en ecotoxicología de la Universidad Heriot-Watt.

Este investigador añade: “Aún quedan muchas preguntas sin respuesta. Por ejemplo, sabemos que los nódulos producen oxígeno. Si se extraen, ¿reducirá la cantidad de oxígeno en las profundidades marinas y afectará a los organismos que viven allí? ¿Cuál es el efecto de la exposición de los animales a las columnas de sedimentos que contienen metales, que se agitan durante el proceso de extracción? Estas son algunas de las preguntas que intentamos responder”.

Hartl investigó cómo la exposición a los sedimentos y el estrés asociado afectan a los organismos de aguas profundas, con el fin de cuantificar los impactos menos evidentes de la minería en aguas profundas.

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Como parte de este trabajo, desarrolló un procedimiento para medir cómo la minería podría dañar el ADN de los peces de aguas profundas. “Esto nunca se había hecho antes, por lo que no teníamos datos de referencia para comparar los efectos de la minería. Actualmente estamos optimizando pruebas para detectar otros signos de estrés aplicables a las profundidades marinas”, subraya.

IMPACTOS PERSISTENTES

Más de 21.000 millones de toneladas de nódulos se encuentran en el lecho marino de la Zona Clarion-Clipperton, que abarca más de seis millones de kilómetros cuadrados.

Estos campos de nódulos sustentan comunidades animales y microbianas altamente especializadas, según los investigadores. Entre ellas se incluyen organismos unicelulares gigantes con conchas calcáreas (llamados foraminíferos), pepinos de mar y peces altamente especializados, así como muchas especies que dependen de los nódulos como única superficie sólida para asentarse.

Los investigadores estudiaron un área en el fondo del océano donde se desplegó una máquina minera experimental de 14 metros de largo en marzo de 1979. Esta extrajo una cantidad desconocida de nódulos durante cuatro días, utilizando un rastrillo mecánico giratorio de lecho marino que recogía nódulos y los transfería mediante una cinta transportadora a una trituradora.

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Los científicos concluyen que, cuatro décadas después de esta prueba minera, “los impactos biológicos en muchos grupos de organismos son persistentes”, aunque algunas especies han comenzado a recuperarse.

Los signos físicos de la prueba también son aún visibles, incluidas áreas del lecho marino que han sido despojadas de nódulos y marcas visibles del vehículo minero.

“Cuarenta y cuatro años después, las huellas de la minería se ven muy similares a cuando se hicieron por primera vez, con una franja de lecho marino de ocho metros de ancho libre de nódulos y dos grandes surcos en el fondo marino por donde pasó la máquina. La población de muchos animales se redujo dentro de las huellas, pero sí observamos algunos de los primeros signos de recuperación biológica”, apunta Daniel Jones, del Centro Nacional de Oceanografía (Reino Unido).

La minería en aguas profundas está actualmente prohibida por una moratoria internacional, mientras la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), que regula y gestiona todas las actividades relacionadas con los minerales en los fondos marinos internacionales, desarrolla el marco legal, financiero y ambiental para respaldar cualquier posible explotación comercial plena, cuando se produzca.


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