MADRID, 01 (SERVIMEDIA)
La cantidad de basura espacial en órbita continúa aumentando rápidamente y las redes de vigilancia han detectado cerca de 40.000 objetos, de los cuales unos 11.000 son cargas útiles activas, es decir, principalmente fragmentos de satélites desprendidos por el deterioro o por colisiones.
Sin embargo, se calcula que el número real de objetos de desechos espaciales de más de un centímetro de tamaño -lo suficientemente grandes como para ser capaces de causar daños catastróficos- es de más de 1,2 millones, de los cuales más de 50.000 superarían los 10 centímetros.
Esos datos figuran en el último ‘Informe anual sobre el Medio Ambiente Espacial’ de la ESA (siglas en inglés de Agencia Espacial Europea), que la Oficina de Desechos Espaciales de este organismo publica desde 2017. Ese documento fue difundido este martes.
La Tierra está rodeadas de naves espaciales que estudian el clima, prestan servicios globales de comunicación y ayudan a responder a preguntas científicas, pero algunas de sus órbitas se están llenando y se encuentran cada vez más agitadas con piezas de satélites y cohetes sin uso.
El informe de la ESA indica que el entorno orbital del planeta es un recurso finito y que los satélites que permanecen en su órbita operativa al final de su misión corren el riesgo de fragmentarse en peligrosas nubes de escombros que orbitan durante muchos años.
ÓRBITA TERRESTRE BAJA
El rango de órbita terrestre baja -a unos 550 kilómetros de altura- concentra actualmente la mayor magnitud de desechos espaciales que suponen una amenaza para los satélites activos.
Sin embargo, una parte significativa de las cargas útiles activas en las constelaciones vuelan significativamente a menor altura que en años anteriores, con una cuarta parte por debajo de los 500 kilómetros de altura.
En 2024 hubo varios eventos de fragmentación importantes y otros más pequeño, lo que ha aumentado la cantidad de objetos en un año (al menos más de 3.000 nuevos que se han rastreado).
Por otro lado, el año pasado subió el número de objetos intactos que volvieron a entrar en la atmósfera terrestre.
La ESA apunta que el año pasado se produjo un crecimiento neto de la población de desechos espaciales. “Si se extrapolan las tendencias actuales al futuro, como antes, las cifras de colisiones catastróficas podrían aumentar significativamente”, indica.
Existe un consenso científico de que el número de desechos espaciales seguiría creciendo incluso sin lanzamientos adicionales porque las fragmentaciones añaden nuevos objetos de desechos más rápido de lo que los residuos pueden volver a entrar naturalmente en la atmósfera, un proceso conocido como síndrome de Kessler.
Esta reacción en cadena puede hacer que ciertas órbitas se vuelvan inseguras e inutilizables con el tiempo, pues los escombros continúan chocando y fragmentándose una y otra vez, creando un efecto en cascada. “Esto significa que ya no basta con no añadir nuevos residuos: hay que limpiar activamente el entorno de residuos espaciales”, recalca la Agencia Espacial Europea.
En la medida de lo posible, la ESA intenta desorbitar satélites que fueron diseñados y construidos mucho antes de que entraran en vigor las directrices actuales de reducción de desechos espaciales.
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