El grupo terrorista ha asestado fuertes golpes con sus últimas acciones en ambos países
MADRID, 13 (EUROPA PRESS)
El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), la filial de Al Qaeda en el Sahel creada en 2017 de la unión de varios grupos yihadistas, es a día de hoy la mayor amenaza para la seguridad en la región y con sus acciones en las últimas semanas está poniendo en aprietos a las juntas militares que gobiernan Malí y Burkina Faso.
“La amenaza más importante en el Sahel sigue siendo JNIM, debido al gran territorio que controla o en que opera”, advertía el pasado mes de julio el comité de la ONU encargado de dar seguimiento a las sanciones contra Al Qaeda y Estado Islámico. En su informe, elaborado en base a la información que suministran los Estados miembro, alertaba de que la filial de Al Qaeda cuenta con “aproximadamente entre 5.000 y 6.000 combatientes” y continúa su expansión, “sobre todo en Burkina Faso, pero también de forma significativa en Malí y Níger”.
Desde entonces, JNIM, que tiene al frente a Iyad ag Ghali, un veterano combatiente que de las filas de los rebeldes tuareg terminó recalando en la lucha yihadista, ha perpetrado dos importantes ataques en Burkina Faso y Malí que han puesto en entredicho la capacidad de las juntas militares de contener su inexorable avance.
El primero de ellos se produjo el pasado 24 de agosto en los alrededores de Barsalogho, en la provincia de Sanmatenga, en Burkina Faso. Milicianos de JNIM irrumpieron en motocicletas masacrando a los residentes que estaban cavando trincheras en torno a esta localidad del centro-norte por orden del Ejército burkinés precisamente para protegerla frente a los yihadistas.
El balance inicial ofrecido por los residentes hablaba de cientos de muertos y posteriormente la ONU cifraba en unos 200 los fallecidos, si bien un informe de la Inteligencia francesa, al que ha tenido acceso recientemente CNN, ha elevado la cifra hasta los 600, lo que convertiría esta acción en uno de los ataques terroristas más mortíferos en el continente, sino el más, en un país, Burkina Faso, que hasta 2015 no había experimentado ninguna acción de este tipo.
Además, este ataque se produjo dos semanas después de otro atribuido a JNIM contra un convoy militar en la localidad de Tawori en el que “no menos de 150 soldados” fueron asesinados, según esta misma fuente. En junio, la filial de Al Qaeda ya había matado a otro centenar de militares en otro ataque en Mansila.
DETERIORO DE LA SITUACIÓN EN BURKINA FASO
Así las cosas, el informe francés pone de relieve el “deterioro muy significativo” de la situación de seguridad en Burkina Faso, donde “los grupos terroristas están gozando de una creciente libertad de acción debido a que las fuerzas de seguridad son incapaces de afrontarlo”. Cabe recordar que la junta que lidera el capitán Ibrahim Traoré ha movilizado a decenas de miles de burkineses como Voluntarios de la Defensa para que respalden al Ejército en la lucha contra el terrorismo.
En este contexto, la junta anunció el 24 de septiembre que había desbaratado un nuevo intento de golpe de Estado, tras haber hecho lo propio también en junio. En esta ocasión, se denunció que detrás de la intentona estaba el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, quien encabezó el primer golpe militar en enero de 2022 y fue posteriormente derrocado por Traoré en septiembre de ese año, así como agencias de Inteligencia occidentales y disidentes afincados en países vecinos como Costa de Marfil, Ghana y Nigeria.
Dos años después de su llegada al poder, Traoré ofreció el 5 de octubre una entrevista en la que dejó clara su voluntad de recuperar la integridad del territorio de manos de los yihadistas. En este sentido, recordó el plan para reclutar a 30.000 efectivos y trasladó que la ofensiva “va a reanudarse muy pronto” tras haber bajado en intensidad “a causa de la estación de lluvias”.
“2025 es decisivo y vamos a conquistar el 30% del territorio restante”, prometió el coronel Traoré, al tiempo que anunció la adquisición de nuevo material militar más efectivo y descartó cualquier negociación con los yihadistas, a los que emplazó a “deponer las armas”.
JNIM GOLPEA EN BAMAKO
En la vecina Malí la situación no es más esperanzadora. El 17 de septiembre, milicianos de JNIM irrumpieron en una escuela de la Gendarmería y en una base militar aledaña al aeropuerto de Bamako, en el primer ataque directo en la capital maliense desde 2015, cuando un atentado contra un hotel se saldó con una veintena de muertos.
El Gobierno no ha llegado a ofrecer ningún balance oficial del ataque, pero diversas fuentes situaron los muertos en torno a los 80 a los que habría que sumar decenas de heridos. Además, en las redes sociales se difundieron vídeos en los que se veía a uno de los asaltantes prender fuego al avión presidencial, en un claro desafío al poder de la junta.
El ataque, además de su coordinación y envergadura, tiene también un fuerte carácter simbólico. Los expertos coinciden en que JNIM busca demostrar su capacidad de atacar incluso en la capital, haciéndolo además contra objetivos militares y por tanto ‘duros’, y también de dejar claro que va contra la junta y las fuerzas de seguridad, y no la ciudadanía, cuyo respaldo quiere granjearse en último término.
Además, la fecha elegida no fue al azar, puesto que era el aniversario de la Gendarmería y el día siguiente del primer aniversario de la creación de la Alianza de Estados del Sahel (AES) conformada por las juntas golpistas de Malí, Burkina Faso y Níger.
La filial de Al Qaeda ha seguido con sus acciones desde entonces. Así, el pasado fin de semana, JNIM llevó a cabo tres ataques simultáneos contra bases del Ejército maliense y los mercenarios rusos en el norte del país en los que por primera vez desde septiembre de 2023 se empleó a terroristas suicidas, si bien en esta ocasión no fueron exitosos. Así, los milicianos intentaron asaltar la base militar de Ber y de forma simultánea atacaron con cohetes los aeródromos de las bases en Tombuctú y Gao, si bien erraron en su objetivo.
ATAQUES CERCA DE LA CAPITAL Y DE LAS FRONTERAS
Según las estimaciones del Africa Center for Strategic Studies (ACSS), un ‘think-tank’ dependiente del Departamento de Defensa estadounidense, los ataques en un radio de 150 kilómetros de Bamako se espera que se tripliquen este año, llegando a 34, frente a 13 en 2022 y tan solo tres en 2020.
Asimismo, en un reciente informe advierte que los muertos provocados por la acción de los grupos islamistas se duplicarán este año en el sur del país, donde su presencia es a priori menos amplia, en comparación con el año anterior, hasta alcanzar los 335 fallecidos.
En los últimos doce meses, además, se ha constatado también un aumento de los ataques por parte de los yihadistas –presumiblemente JNIM– en un radio de 50 kilómetros con las fronteras con Costa de Marfil, Guinea, Senegal y Mauritania, con unas dos docenas de incidentes de este tipo mientras que en años anteriores apenas había sucesos similares.
“Estas tendencias desmienten las afirmaciones de la junta militar de que la situación en Malí está mejorando”, defiende el ACSS en su análisis tras el doble atentado de Bamako, recordando que además desde el año 2022 cuenta con el respaldo de alrededor de un millar de mercenarios rusos del Grupo Wagner –ahora rebautizado como Africa Corps–.
Pero al margen de la ya complicada situación en estos dos países, y también en Níger, donde JNIM está presente pero en menor medida, preocupa su expansión hacia el sur. El citado informe de la ONU reconoce que el norte de Costa de Marfil y Ghana puede servir de “santuarios logísticos”, aunque no hay un “problema agudo” mientras que en Togo y Benín cada vez se producen más ataques. A principios de octubre JNIM perpetró su segundo ataque más mortífero hasta la fecha en Togo, con nueve civiles y diez militares muertos.
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