MADRID, 8 (EUROPA PRESS)
Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y del Instituto IMDEA Alimentación han descubierto una variante de un gen implicado en la nutrición celular cuyos portadores tienden a acumular menos grasa, y se estima que está presente en casi el 60 por ciento de la población europea.
Su trabajo se publica en la revista ‘Genome Biology’, con Nerea Deleyto Seldas (CNIO) y Lara P. Fernández, del Instituto IMDEA Alimentación, como primeras co-autoras. Para el jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO, Alejo Efeyan, “el hallazgo supone un paso más en la comprensión de los componentes genéticos de la obesidad”. Ana Ramírez de Molina, directora del Instituto IMDEA Alimentación, considera que “el conocimiento de la implicación de la ruta de detección celular de nutrientes en la obesidad puede tener implicaciones en el desarrollo y aplicación de estrategias personalizadas en prevención y tratamiento de la obesidad”.
Para la población general, la influencia de los genes en el peso corporal es de alrededor de un 20 por ciento, según determinan los estudios que en los últimos años han analizado el genoma completo de decenas de miles de personas. Es decir, “el estilo de vida, como los hábitos alimenticios y el ejercicio, tienen mucho impacto, pero los factores genéticos también influyen”, explica la investigadora Nerea Deleyto Seldas, del CNIO.
GENÉTICA Y MEDIDAS CORPORALES DE 790 VOLUNTARIOS
El sobrepeso y la obesidad se definen por una acumulación anómala o excesiva de grasa que afecta a la salud. Para buscar variantes genéticas que influyen en el fenómeno y las alteraciones metabólicas asociadas, un equipo de IMDEA Alimentación recabó 790 voluntarios sanos material genético y datos como el peso, el IMC, las cantidades de grasa total y visceral, la cantidad de masa muscular y los perímetros de cintura y cadera, entre otros.
Los autores del trabajo analizaron las posibles asociaciones de estos parámetros con 48 variantes genéticas determinadas, seleccionadas por su posible relevancia funcional. Detectaron así una “correlación significativa entre una de esas variantes en el gen FNIP2, y muchos de estos parámetros relacionados con la obesidad”, explica el estudio.
DEMOSTRACIÓN EN MODELOS ANIMALES
Después se estudió el efecto de esta variante en ratones –que previamente habían sido modificados genéticamente para lograr que la expresaran–. “Comprobamos que los ratones con esta variante, asociada en personas a una constitución delgada, tienen entre un 10 por ciento y un 15 por ciento menos de grasa que sus homólogos no portadores”, explica Efeyan.
En humanos no se puede aislar el efecto de esta variante del de otras muchas variables, genéticas y ambientales, que influyen en la constitución física, por lo que es imposible calcular con precisión la potencia de su efecto. Pero dado que la influencia de la genética en la obesidad no supera el 20 por ciento, la contribución de la variante ahora identificada es necesariamente pequeña.
Por eso los investigadores usan términos como “predisposición” o “tendencia”. “No se trata, en absoluto, de que quienes tengan esta versión puedan comer en exceso sin engordar”, aclara Efeyan. Así, los animales modificados genéticamente para este estudio no presentaron otras alteraciones ni diferencias. “Este resultado es muy impactante, porque muchos de estos estudios suelen ceñirse a reportar asociaciones; en este trabajo mostramos que basta el cambio de una sola letra en todo el genoma de ratón para replicar lo observado en la variante humana”, continúa Efeyan.
RELACIONADA CON LO QUE ‘COME’ LA CÉLULA
La importancia de la variante detectada reside en que está asociada con la ruta de señales bioquímicas que indica a la célula los nutrientes que tiene disponibles. Según los investigadores, ahora hay que estudiar por qué un pequeño cambio genético afecta a la tendencia a ser de constitución delgada.
El objetivo en el futuro es “entender mejor las bases moleculares de lo que hace esta variante genética, es decir, lo que bioquímicamente le está pasando a la célula”, añade Deleyto. “Necesitamos mejorar las herramientas genéticas para diseccionar en qué momento cobran importancia las consecuencias funcionales de esta variante en el organismo, por ejemplo, durante el proceso de formación de la grasa”, resalta.
El hallazgo abre además interrogantes que atañen a otras áreas de la ciencia, como qué presiones evolutivas favorecieron la selección de esta variante y en qué momento ocurrió.
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