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Hezbolá, un grupo respaldado por Irán y potencial amenaza de otro frente en la guerra entre Israel y Hamás

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Una implicación directa de Hezbolá daría otra dimensión al conflicto y amenazaría con su expansión regional o con un choque entre Israel e Irán

MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

La guerra abierta en Oriente Próximo a raíz de los ataques ejecutados el 7 de octubre por el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) contra Israel, que dejaron cerca de 1.400 muertos, corre el riesgo de expandirse ante los últimos enfrentamientos en la frontera con Líbano, desde donde el partido-milicia chií Hezbolá podría sumarse a la contienda y abrir un segundo frente contra el Ejército israelí.

Hezbolá, respaldado por Irán y considerado como una de las mayores fuerzas paramilitares en Oriente Próximo, ha protagonizado intercambios de disparos durante las últimas semanas, en los incidentes de mayor gravedad desde la guerra asimétrica de 2006, lo que ha hecho saltar las alarmas en la región, especialmente ante el potencial papel de Teherán en la guerra.

El grupo, cuyo nombre significa ‘Partido de Dios’, surgió en 1982 en el marco de la guerra entre Líbano e Israel –que estalló en medio de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990)– de manos de un grupo de clérigos chiíes que habían estudiado en Irak y que apostaban por seguir las políticas del líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Ruholá Jomeini.

Hezbolá controla en la actualidad partes del sur y el este de Líbano, además parte de los suburbios de Beirut, y cuenta con el apoyo de la Guardia Revolucionaria de Irán, que destinó asesores y ayuda militar para consolidar a la formación como uno de los principales elementos en el país con el objetivo de derrotar a Israel, enemigo declarado de Teherán tras la Revolución Islámica.

La invasión israelí en 1982, en la que las tropas de Israel se hicieron con casi la mitad del territorio con el apoyo de milicias cristianas libanesas, permitió a Hezbolá reforzar su papel como un grupo de resistencia, lo que le hizo ganar importantes apoyos y legitimidad entre parte de la población. Tras el fin de la Guerra Civil Libanesa, el grupo entró en política a través de su brazo político –actualmente representado en el Parlamento por el bloque Lealtad a la Resistencia–, llegando a formar parte de varios gobiernos.

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El grupo no ha estado exento de polémicas, especialmente por las actividades de su rama armada –el Consejo de la Yihad–, incluido su papel en el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri y otras 21 personas en un atentado con bomba perpetrado en febrero de 2005 en Beirut. Asimismo, ha sido duramente criticado por su papel en diversos conflictos regionales, especialmente a raíz de su participación de la guerra desatada en 2011 en Siria, donde combate del lado de las fuerzas del presidente sirio, Bashar al Assad, respaldado por Teherán.

Las principales críticas en este punto derivan de que sus detractores consideran que estas actividades conllevan el riesgo de arrastrar al país a un conflicto abierto con Israel o Estados Unidos, especialmente debido a que suponen una violación de la política de no injerencia de Beirut en asuntos regionales, una situación especialmente presente en el contexto actual.

EL POTENCIAL MILITAR DE HEZBOLÁ

Hezbolá ha evolucionado hasta convertirse en una importante fuerza paramilitar, un hecho que se ha hecho especialmente patente debido a que fue el único grupo que no se desarmó a raíz del Acuerdo de Taif de 1989. Así, sostiene que, si bien el texto recoge “la disolución de todas las milicias” y “la restauración de la jurisdicción estatal” en todo el territorio, también incluye una referencia a la “aplicación de todas las medidas necesarias para liberar el territorio libanés de la ocupación israelí” como argumento para mantener su arsenal.

Este hecho ha provocado un desequilibrio manifiesto en el balance de poder interno, ya que da una ventaja a Hezbolá debido a su poderío militar –sin que el Gobierno o el Ejército hayan intentado un desarme por la fuerza ante la amenaza de conflicto–, sin que los procesos de diálogo impulsados en 2006 y 2012 para intentar alcanzar una solución fructificaran debido a que el partido-milicia sostiene que la amenaza israelí sigue presente.

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Además, hay que tener en cuenta que la implicación de Hezbolá en la guerra en Siria –que el grupo justificó como un esfuerzo para repeler la amenaza de expansión hacia Líbano de grupos salafistas y yihadistas, entre ellos Estado Islámico– ha permitido al grupo mejorar sus capacidades militares y depurar técnicas de combate en el país vecino.

En este contexto, el líder de Hezbolá, Hasán Nasralá –quien encabeza el grupo desde 1992, tras la muerte del entonces líder y confundador de Hezbolá Abbas al Musaui– llegó a afirmar en 2021 que el grupo cuenta con cerca de 100.000 combatientes, mientras que el Ejército israelí sostiene además que Hezbolá “es una de las organizaciones terroristas más activas y peligrosas del mundo” y afirma que es una organización “cuasi militar”.

Así, el ‘think tank’ israelí The Institute for National Security Studies estima que el grupo cuenta con “entre 150.000 y 200.000 cohetes, proyectiles de mortero y misiles”, incluidos “miles de alta precisión”, así como unos 4.000 Grad y “un número limitado” de misiles Scud. Además, tiene “misiles tierra-aire C802, de fabricación china” y drones con capacidad para atacar a distancias de hasta 400 kilómetros.

POSIBLE EXPANSIÓN DEL CONFLICTO

Los últimos meses han presenciado un repunte de los incidentes de seguridad y de los intercambios de acusaciones entre Israel y Hezbolá, llegando Israel a denunciar en junio la instalación de dos tiendas de campaña por parte de Hezbolá en las que habría personas armadas en las Granjas de Shebaa, ocupadas por Israel durante la Guerra de los Seis Días en 1967.

Tras los ataques de Hamás, el propio Nasralá “felicitó” a los “heroicos combatientes de las facciones palestinas” y describió la ofensiva como “una operación triunfal” y una “respuesta decisiva a los crímenes de la ocupación”, al tiempo que reclamó a Israel que “aprenda las importantes lecciones dadas por la resistencia palestina”. Así, dijo que el grupo estaba “siguiendo de cerca” los acontecimientos y manteniendo el contacto con Hamás, sin anunciar abiertamente una implicación en la guerra.

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Por ello, la apertura de un nuevo frente en la frontera entre Israel y Líbano –patrullada por la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (FINUL), donde hay desplegadas tropas españolas– podría expandir el conflicto al resto de la región, incluida la apertura de otro frente en los Altos del Golán, que conectan con Siria y desde ahí con los grupos armados aliados de Irán en Irak o Yemen, además de las propias fuerzas iraníes.

En este sentido, el ministro de Exteriores iraní, Hosein Amirabdolahian, indicó el 14 de octubre que Teherán deja en manos de Hezbolá cualquier “expansión del frente”, si bien durante los últimos días ha endurecido el tono frente a Israel ante la intensidad de los bombardeos contra la Franja de Gaza, que han dejado ya cerca de 4.700 palestinos muertos y alrededor de 13.000 heridos.

La posible participación de Irán en una guerra abierta daría una dimensión totalmente diferente al conflicto debido al potencial militar de ambos países –incluidas armas nucleares en posesión de Israel– y la posibilidad de que los aliados de Israel e Irán –entre los que destacan Estados Unidos y Rusia, respectivamente–, apoyen a sus socios, lo que ha sido contemplado incluso como el desencadenante de una tercera guerra mundial.

Por ello, el Gobierno libanés –en funciones desde hace más de un año por diferencias internas, que han impedido además la elección de un presidente desde octubre de 2022– ha criticado duramente a Israel por su respuesta a los ataques de Hamás, si bien han apelado a mantener al país lejos de un conflicto que podría ser desastroso para Líbano, sumido ya en una enorme crisis económica ahondada por la citada parálisis política.


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